"Hemos pasado por esta recesión sin haber aprendido nada"
(RPA, 8-10-2018)
Alejandro
Fonseca: El Fondo Monetario Internacional ha llamado la atención sobre la deuda
mundial y no lo ha hecho por capricho sino porque se ha batido un nuevo record
histórico: es una deuda de 150 veces el producto interior bruto español. Está
con nosotros en comunicación telefónica desde la Universidad Autónoma de Madrid
el profesor de economía David Rivas para hablar de este record del que no nos
gustaría hablar. ¿Qué tal, profesor Rivas?, buenas tardes.
David
M. Rivas: Buenas tardes, Alejandro Fonseca, buenas tardes.
A.F.:
Hablamos de la deuda mundial pero, cuando hablamos de eso, ¿a qué nos referimos
exactamente?
D.M.R.:
Pues es lo que entendemos a simple vista: la deuda mundial es la suma de la
deuda que tienen todos los países. No obstante, es importante señalar que la
deuda tiene dos componentes, uno público y otro privado. Es muy común entrar en
un equívoco que no es otro que creer que, cuando se habla de la deuda de un
país, se piense sólo en la deuda del estado, en la deuda pública. Entonces,
cuando hablamos de la deuda española, argentina o italiana, se tiende a pensar
en la deuda del reino de España o de las repúblicas argentina e italiana. Y eso
no es así. La deuda es la suma de la deuda pública y la deuda privada. En el
momento actual, por ejemplo, en España la deuda privada es muy superior a la
deuda pública. Hay otros países donde se invierte la relación. No todos los
países tienen la misma estructura de deuda. Lo que el Fondo Monetario hace,
simplemente, es sumar toda la deuda mundial, la pública y la privada. Y
resultan ser unos 150 billones de euros que vienen a equivaler a casi 160 veces
el PIB español, unas 157 o 158 veces. Y no debemos olvidar que España es una
economía que, aunque no sea, digamos, de fórmula uno, es potente. Hablamos de
la economía décima o décimoprimera del mundo. Hablamos de una deuda equivalente
a 160 veces la economía española, lo que es una barbaridad.
A.F.:
No sólo hablamos del volumen de la deuda sino de que en los últimos diez años,
creo recordar y si no corríjame, la deuda ha crecido un 60 por ciento.
D.M.R.:
Sí, sí, así es, en la última década la deuda se incrementó en torno a un 60 por
ciento, pese a que con la crisis algunos países amarraron sus tendencias a
endeudarse. De no haber sido así, el incremento habría sido mucho más alto.
A.F.:
No sé si el razonamiento es válido pero, ¿podemos pensar que a partir de los
recortes y ajustes muchas personas y muchas empresas acudieron a la deuda para
sostenerse, mantener la actividad o, simplemente sobrevivir?
D.M.R.:
Podríamos decir que sí, pero las cosas no sucedieron así, o no sucedieron
exactamente así. En principio, una familia o una empresa que están en apuros
tienen una gran propensión al endeudamiento, pero en tiempos de crisis
generalizada las entidades financieras no asumen riesgos y no dan préstamos y
créditos alegremente. Es decir, que aunque exista una tendencia natural al
endeudamiento, en la realidad no se produce de forma generalizada. Y los estados
hacen lo mismo con la deuda pública, aunque en este caso entran en juego otros
vectores políticos, geoestratégicos, militares… Un gran banco no trata igual a
una empresa media que a un estado. Y también la banca atiende, no sólo al
volumen, al total del préstamo o crédito que concede, sino a otras muchas
cosas. Especialmente mira, y más en malos tiempos, a las expectativas. Voy a
poner un ejemplo que puede ser muy simplón pero que es muy comprensible para un
oyente medio: tres familias que se endeudan en una misma cantidad. Una monta
con ese dinero una empresa. Esta familia, si ha calculado bien y trabaja bien,
en un tiempo más corto o más largo, según sea el ciclo de su producto, tendrá
beneficios además de hacer frente a sus deudas. Otra familia dedica ese
préstamo a enviar a sus hijos a Harvard, pongo por caso. También aquí hay, con
una relativamente alta probabilidad, unos beneficios a un plazo medio. Por
último, la tercera familia dedica el préstamo a comprar coches de superlujo
para todos sus miembros. El cálculo de riesgo del banco no es el mismo. No sé
que haría en los dos primeros casos pero en el tercero sí que tengo claro lo
que haría: no dar el dinero. ¿Qué quiero decir con esto? Que no sólo hay que
atender al volumen de la deuda sino dónde está colocada y cuáles son las
expectativas. Con la deuda pública pasa lo mismo: hay países que recurrieron a
la deuda para hacer inversiones productivas, como en su día Corea del Sur, y
otros, en la misma época, para consumo suntuario de sus oligarquías, como las
dictaduras latinoamericanas. A la vista están las diferencias, aunque en el
proceso de desarrollo hay más elementos que los financieros y, a veces, más
importantes, pero el ejemplo nos sirve, de forma simple, como el de las
familias. En suma, que no sólo hay que atender al volumen de la deuda. Y,
claro, los países más débiles lo pasan peor. En la Unión Europea Alemania
incumplió varias veces sus compromisos de deuda y de déficit y no pasó nada.
Claro, es que Alemania podría tener coyunturalmente problemas de liquidez, pero
no los tiene de solvencia. En general, los países europeos, aunque tengan
problemas, no dejan de contar con el paraguas de la Unión y una moneda única.
Aunque el euro no permite jugar con la política monetaria para solventar crisis
de competitividad a través de devaluaciones, porque tiene gestión única desde
el Banco Central Europeo, te salva ante determinadas coyunturas. Por todo esto
es por lo que no es fácil despachar en una frase las cosas. La situación no es
tan simple. Por eso el Fondo Monetario tiene una ventaja: es simple y
previsible. Yo no necesitaba leer el informe este último porque sabía
perfectamente lo que el FMI iba a decir, porque es lo de siempre. El Fondo
Monetario, en frase acuñada hace ya tiempo, nunca te va a meter un dedo en el
ojo, sino que siempre te va a meter dos dedos, uno en cada ojo. El Fondo es
previsible y siempre hace lo mismo: da cuatro datos alarmistas y acaba
exponiendo un paisaje menos negro. Por ejemplo, se alarma con la deuda mundial
y dice que el crecimiento seguirá siendo mayor del 3 por ciento en los próximos
tres años, que es bastante alto, aunque de ello tiren países como China que,
supongo yo, crecerá al 5 o al 6. El Fondo Monetario siempre hace lo mismo: de
los tres o cuatro escenarios posibles siempre se queda con el peor y le aplica
las medidas más reaccionarias. Si después el escenario es mejor pues no pasa
nada y si es peor oiremos a los economistas del Fondo diciendo eso de “ya lo
decíamos nosotros”. En definitiva, siempre hay que coger con pinzas las cosas
que dice el FMI y yo, generalmente, me las tomo con cierto humor. Le voy a
decir una cosa que es cierta: los informes del Fondo nunca los leo en la
biblioteca de casa o en el despacho de la universidad. Los leo en el bar,
tomando algo.
A.F.:
¿Qué importancia está teniendo el proteccionismo de Donald Trump y qué impacto
ha tenido en otras potencias económicas mundiales que, parece ser, se han
tenido que rearmar?
D.M.R.:
Trump lo que está organizando es el nuevo desorden mundial. Además, Trump no
sólo ha traído un problema económico, sino también un problema ideológico e
incluso ético. Hemos salido de una recesión, porque de la crisis no hemos
salido todavía, sin haber aprendido nada desde un punto de vista teórico. Nos
hemos dado cuenta de cómo fue la recesión, de su funcionamiento y hay un cierto
consenso en que hay que regular el sistema financiero. Sabemos que el mercado
financiero, la burbuja que todo el mundo conoce, es el gran culpable del
proceso recesivo, pero nos hemos quedado ahí. Así como de la crisis de los
treinta del siglo XX salimos con un paradigma nuevo como fue el keynesianismo,
ahora no hay nada, no hay una corriente nueva, una teoría económica
vivificante, un pensamiento o una escuela con bases diferentes. Hegel es un filósofo
por el que siento enorme antipatía pero era un pensador impresionante. Dijo
algo que yo repito muchas veces en clase: “lo único que aprendimos de la
historia es que no aprendemos nada de la historia”. ¿Qué están haciendo algunos
países, como Estados Unidos, que es lo principal del asunto?, pues volver al
proteccionismo. Estados Unidos está reaccionando como en la crisis de 1870, en
el siglo XIX. No hemos aprendido nada. Y Estados Unidos, de ahí la importancia
del asunto, sigue siendo el centro del capitalismo mundial y, frente a la
opinión de algunos tarambainas, lo va a seguir siendo unas cuantas décadas más,
salvo que en el Pacífico estalle una guerra entre Estados Unidos y China, que
yo doy por segura. Desde las guerras del Peloponeso, toda potencia en ascenso y
toda potencia en decadencia acabaron en choque bélico. Pero, de momento, no va
a suceder. Ese retorno al proteccionismo ha supuesto un desorden tremendo y un
descrédito de los organismos internacionales multilaterales y un descrédito
particularmente grave de la ONU. Y es que la ONU, mal que bien y con todos sus
defectos, con sus anacronismos como los derechos de veto en el Consejo de
Seguridad, no deja de ser el foro donde están sentados todos los países, más o
menos en pie de igualdad, aunque a veces sólo sea la igualdad para poder
levantar la voz y tener un altavoz. Ahora, con unos Estados Unidos
proteccionistas, rompiendo cualquier acuerdo multilateral y negociando siempre,
o intentándolo, bilateralmente, muchos países, los más débiles, se quedan
indefensos porque dejan de tener el respaldo de unas menoscabadas
organizaciones multilaterales. Y no sólo la ONU, sino el mismo Fondo Monetario
Internacional y la Organización Mundial de Comercio, aunque la OMC resiste
mejor. Pero nos enfrentamos a otro problema de cariz ideológico. Las teorías y
las posiciones contrarias a la globalización, que desde hace veinte años
informaron los planteamientos heterodoxos, radicales, socialistas… como
queramos decir, ahora son bandera de Trump, de Salvini, de Bolsonaro… Es decir,
que los planteamientos antiglobalizadores, que surgen como resistencia en los
países más débiles y en los movimientos de la izquierda en los países
desarrollados, los asumen y practican ahora los Estados Unidos. Yo esto ya lo
dije hace años en algunos foros y en grupos con los que trabajo, en Europa y en
Centroamérica. Llamativamente, en Centroamérica me entendieron bastante bien,
mientras que aquí, una izquierda que lleva sin hacer análisis desde hace
cuarenta años, me tildó de muchas cosas y me dejó de invitar a sus debates, por
criticar lo que siempre consideré una memez: la patochada de la
antiglobalización. Ya sólo me llaman algunas veces los de la CNT y los de
Podemos de Asturias. Y hay más cosas. Hace unos días, en la última reunión para
reformar el viejo Tratado de Libre Comercio de América del Norte, Estados
Unidos consiguió aprobar un artículo por el que cualquier socio (México,
Estados Unidos y Canadá) tiene derecho a veto sobre un acuerdo bilateral de
cualquiera de los otros dos con un país con economía de no mercado. Con eso Trump consigue que Canadá y México no firmen
nada con China que se desvíe de la guerra comercial que tiene Estados Unidos
con ese país. Declarar a China economía de no
mercado es bastante fácil. No sé como Canadá y México cayeron en esa
trampa.
A.F.:
Nos queda un minuto pero habrá otras ocasiones. ¿Qué podemos resumir de esta
noticia del Fondo Monetario?
D.M.R.:
Estamos viviendo los últimos coletazos de la recesión más importante desde los
años anteriores a la segunda guerra mundial. Podemos hablar de que las crisis
capitalistas son siempre una misma crisis, desde un punto de vista
históricoestructural, pero tenemos que abordarlas con su singularidad porque
los elementos centrales son distintos. Creo que hemos salido de la recesión
pero no de la crisis y creo también que habrá una recaída porque, como ya lo
expliqué en este programa alguna otra vez, esta crisis tiene forma de W.
A.F.:
Terminamos, profesor, y nos quedamos con la W, muy interesante y que sí es verdad
que lo comentamos aquí en un par de veces. David Rivas en La Buena Tarde, muchas gracias.
D.M.R.:
Un placer como siempre, Fonseca.
A.F.:
Nos quedamos con cosas por comentar pero eso tiene su parte buena: volveremos a
hablar con David Rivas en unos días.