"El verdadero problema es que la sociedad está anestesiada"
(Radio Capital, 30-1-2019)
Ramón Tamames: Entra en
el ruedo en este momento, con su pajarita, haciendo el paseíllo él solo, David
Rivas, con el sombrero en la mano saludando al respetable. David Rivas es profesor
titular de economía aplicada en la Universidad Autónoma de Madrid, en el
departamento que antiguamente fue mi cátedra, muy especializado en temas
ecológicos. Nos pareció muy oportuno que Rivas entrara a charlar con nosotros
sobre los asuntos del calentamiento global y del cambio climático, muy aireados
hace un mes por la reunión en Katowice, el 24 congreso del clima. David Rivas
es un hombre muy crítico de todo lo que hay que criticar. Yo le decía muchas
veces en la universidad que era la conciencia crítica de nuestro departamento.
También es reseñable decir que es asturiano, defensor de la cooficialidad de la
lengua asturiana, como ya la llamaba Jovellanos.
Enrique Linde: El bable.
R.T.: No, Jovellanos
habla del bable como un vulgarismo, pero él decía lengua asturiana y la
Academia actual, una idea también del ilustrado, se llama de la Lengua
Asturiana, de la que David Rivas es miembro desde hace más de veinte años. Él
habla muy bien el asturiano y escribe fantásticamente en esa lengua. Tiene un
libro sobre la historia industrial de Gijón sensacional, que debería traducir
al inglés, porque cualquier español culto lo puede leer, aunque pierda algún
que otro matiz. A mí el asturiano me es cercano porque mi abuelo Clemente era
un maestro sayagués y hablaba a veces en un castellano raro. Además, cuando lo
leo, me parece muy cercano al portugués pero con estructura francesa. Entiendo bastante
bien el portugués y el francés es mi segunda lengua desde niño. Bienvenido,
querido David. ¿Podría usted dar una explicación de su interés por la ecología?
David M. Rivas: Antes de
entrar en materia, un dato sobre lo anterior: Jovellanos, en 1791, cuando
planteó hacer un diccionario del asturiano, decía del mismo que era “llamado
comúnmente bable”, pero para él era lengua
asturiana y, desde luego, no un dialecto de ninguna otra lengua. Sobre lo
del medio ambiente o la naturaleza, hay en mi vida varias líneas que me llevan
a estas preocupaciones. La familia de mi padre es campesina, de la aristocracia
rural, y yo me crié en ese ambiente. Nací en Gijón y vivía allí pero cada fin
de semana, cada verano, cada navidad, me escapaba a casa de los tíos y los
primos de mi padre. Siempre me identifiqué más con la aldea que con la ciudad. De
hecho mi casa está en una aldea de veinte habitantes, aunque paso en Madrid
unos cuatro meses. Pero allí está mi mujer, mi familia, mi daimón particular. Me encantaba de niño llevar las vacas por los
caminos, bajar a pescar a la mar, meterme por sendas abandonadas en el monte, escuchar
las rapaces nocturnas… Y aprendí muchas cosas sobre la naturaleza, el tiempo,
los ciclos vitales… Cuando veo un agujero en la tierra sé qué animal lo hizo,
distingo si por una trocha pasó un jabalí o un corzo, esas cosas… Aprendí a
ordeñar, a segar, a injertar frutales… También soy de las últimas generaciones
que conocieron la tradición oral, los cuentos, los cantares, las leyendas… Yo
les debo mucho a los campesinos, a los aldeanos, incluso mucho de mi carácter. Luego,
cuando fui a la universidad, seguí fiel a esa visión del mundo. Hice la
especialidad de estructura económica y, dentro de ella, me apliqué mucho en
economía agraria y economía regional. Eso, estamos hablando de primeros
ochenta, me llevó al medio ambiente. Cuando leí mi tesina, sobre evaluaciones
económicas de los impactos ambientales, no había nadie que me la pudiera
dirigir ni tampoco era posible formar un tribunal que la pudiera juzgar. Al
final Carlos Berzosa se atrevió, por amistad, a dirigir aquello y se formó un
tribunal que no tenía ni idea presidido por Cotorruelo, que había sido ministro
de Franco. Me trataron muy bien, claro. No entendían nada. Después de un tiempo
en la Complutense me marché a la Autónoma y allí leí mi tesis doctoral sobre
las relaciones sistémicas entre economía y ecología. Fue la primer tesis sobre
esta materia en la universidad española, no el primer trabajo, no, pero sí la
primer tesis doctoral defendida ante un tribunal académico.
R.T.: Fernando González
Bernáldez, el gran ecólogo y maestro de todos nosotros, buen amigo de David
Rivas y mío, con el que compartimos discusiones, viajes, marchas ecológicas por
sierras y humedales, nos decía: “lo que hacéis estos economistas tan raros es
muy importante”. Este año le dieron el Nobel a Nordhaus. Lo hará muy bien, no
lo dudo, pero Rivas y yo trabajábamos en esto hace yá más de treinta años. Pero
éramos los de la estructura,
periféricos, en una Universidad Autónoma que tampoco nos tomó muy en serio.
D.M.R.: Así es. Hubo un
profesor de nuestra facultad que me paró la tesis durante unos meses porque no
le parecía científico que un
economista defendiera un paradigma extraeconómico. Al final todo salió bien y
conté con González Bernáldez en el tribunal, un verdadero lujo para un
economista. Yo soy, oficialmente, titular de economía aplicada, pero firmo
siempre como titular de estructura económica, la vieja disciplina de Sampedro,
de Velarde, de Cortiña, de Vidal Villa, de Perpiñá, de los más viejos como
Valentín Andrés Álvarez, los que enlazan con los liberales del XIX, y, evidentemente,
de Tamames. Pero no sólo es afirmar una lealtad a los orígenes, sino también la
reivindicación de una metodología, el método DIP, que yo aprendí en uno de mis libros de texto de segundo, Fundamentos de estructura económica.
Tenía entonces dieciocho años. El libro era de Tamames, a quien no conocí hasta
unos años más tarde. ¿Lo recuerda, profesor?
R.T.: D de descripción
relevante de los hechos; I de interpretación de la situación para,
dicho coloquialmente, saber quién manda; y P
de prospectiva, porque todo estudio
se hace pensando en el futuro.
D.M.R.: Muy marxiano: no
basta con interpretar, hay que cambiar el mundo.
R.T.: Es que hoy hasta se
ríen de Marx. No saben lo que dicen, no saben lo que hacen. Y muchas gracias
por la referencia, sobre todo porque la retiene usted desde cuando era un
estudiante muy joven. Eso es muy gratificante para mí como profesor.
E.L.: Yo quisiera hablar
de los bosques. Tenemos en España la mayor superficie arbórea de la historia
después de la gran deforestación provocada por la construcción naval del XVI.
Somos la principal mancha forestal de Europa.
R.T.: Por debajo de los
países escandinavos.
E.L.: Los bosques
españoles no están cuidados, lo que nos lleva a la tragedia de los incendios,
año tras año. Se repobló mucho en tiempos de Franco pero nunca se cuidó y,
además, se limitó a coníferas, muy vulnerables y poco productivas
biológicamente, sobre todo en el norte, en su tierra, profesor Rivas.
R.T.: La forestación de Franco,
que fue de cinco o seis millones de hectáreas, hay que verla como un fracaso
parcial. Eran coníferas, pinares sobre todo, sí, pero es que después estaba
prevista una repoblación de frondosas. Eso fue lo que no se hizo, seguramente
por intereses de los empresarios vinculados al régimen. El plan de Ceballos y
de Jiménez Embún, en plena guerra civil, en 1938, iba por otros derroteros.
D.M.R.: No mezclemos las
cosas. Linde tiene razón en las dos cuestiones que plantea pero es menester
matizar las dos. España es el primer país en masa forestal de Europa. Con
Portugal sería aún más relevante. Y sumando toda la Escandinavia, la península
ibérica sería el segundo. Pero en Escandinavia la biodiversidad es muy
reducida: el abedul puebla dos terceras partes del territorio y las coníferas
la restante. En cambio, la masa forestal de la península ibérica es menor pero
es mucho más importante ecológicamente. Si tú tienes en una jaula al último
ejemplar de una especie, tienes el cien por cien de esa especie, pero si yo
tengo en mi país tres mil especies, yo soy más valioso ecológicamente hablando.
No confundamos la estadística con el ecosistema. La península ibérica es la que
tiene mayor biodiversidad de Europa, sobre todo en los arcos
Asturias-León-Galicia y Andalucía-Extremadura. Y también hay que tener cuidado
con algunas estadísticas porque en muchas el viñedo se considera área forestal.
Por lo que hace a los incendios, el problema fundamental es la despoblación.
Los bosques arden en verano pero se cuidan en invierno. Nadie saca leña, no hay
ganado que elimine la hierba y el matorral. Es lo mismo que lo que estamos
viendo con las riadas y las lluvias de estos días. Yo viví de cerca algunos
casos, no sólo porque no pude salir de casa porque las carreteras estaban cortadas,
sino porque ví como vecinos perdían cuadras y alguno la casa. Los ríos y los
regueros se cuidan en verano, limpiándolos. Nadie lo hace porque no queda nadie
en los pueblos. Miren, les hablaré de algo muy simple. Yo caliento mi casa con
leña que corto en verano. Tengo dos hogares, uno en cada planta. No empleo
ninguna otra fuente para calefacción. Me abastezco de mi entorno, como mucho a
un par de kilómetros de casa. Y me sale gratis. Corto árboles muertos, árboles
que tapan caminos, árboles que obstaculizan cauces de agua, me llevo la leña
que queda en los montes tras una corta… En mi valle me acopio sobre todo de
eucalipto, laurel, avellano, castaño, algo de pino, cerezo, manzano, abedul,
sauco… Nunca corto árboles sanos, salvo los que cierran los caminos o tapan las
fuentes. Calculo que mantener caliente mi casa con otros sistemas me costaría
dos mil euros al año. Es un caserón enorme. Pues el coste es mi trabajo y el de
algún vecino que me ayuda. Y encima los demás vecinos me lo agradecen porque
les limpio los viales y los regatos. Eso sí, tal vez sea ilegal lo que hago,
porque las leyes están hechas para Chamartín o para Lavapiés. Es posible que lo
que hago pudiera ser sancionado. España funciona así.
R.T.: Acaba de poner
sobre la mesa uno de los grandes problemas: la despoblación. Ví hace unos días
unos mapas del INE sobre pueblos donde no nace un niño desde el año 2000. Es
impresionante lo de Castilla, lo de León, lo de Asturias, lo de Aragón… El 70
por ciento de la superficie de España alberga al 10 por ciento de la gente. Y
luego la aglomeración en Madrid, en Barcelona y en algunas otras ciudades
costeras. Le dedicaremos un programa especial a esto y está invitado el
profesor Rivas.
D.M.R.: Encantado, de
verdad, porque esta es una de mis mayores preocupaciones. Mire: en la aldea en
la que vivo, que está a 20 kilómetros de Gijón por la costa y a 30 de Oviedo
por el interior, no en Siberia, hemos perdido en dos años ocho habitantes. Y
éramos veinte.
José Núñez: Esto viene de
muy atrás y nunca formó parte de las preocupaciones políticas. Nunca hubo
política demográfica y territorial porque los factores ideológicos lo han
impedido.
R.T.: Nadie quiere volver
al campo, ni al pastoreo, ni a esa vida tan dura. Los jóvenes prefieren otras
cosas. Triscar con las cabras, ordeñarlas, hacer queso, los largos inviernos…
es duro, ¿para qué nos vamos a engañar?
E.L.: Y eso que tenemos
la PAC. Aunque muchos demagogos critican la PAC, si no hubiera existido el vacío
hubiera sido total.
D.M.R.: Me uno a la
observación de Linde: la Unión Europea ha permitido salvar el mundo rural. Y lo
digo yo, un asturiano. Las negociaciones del gobierno español en la entrada en
lo que hoy es la Unión despreciaron y maltrataron al sector primario del
noroeste. Pero, pese a ello, fuera de la Unión Europea, fuera de la PAC, hoy no
habría nada en el interior de Galicia y Asturias, ni en el norte de León. El
problema es España, la legislación española, que es aberrante. En el derecho anglosajón
hay una máxima: tratar de forma diferente
a lo que es diferente. En España es: sota,
caballo, rey, pagas tanto y tienes tanto. Algo tan simple como la normativa
de vivienda, pensada para pueblos concentrados o para ciudades, es inaplicable
en Galicia o en Asturias. La ley expulsa a la gente. La ley española es
agresiva, llega a ser humillante. Sé de qué hablo. Ustedes lo pueden llegar a entender
pero nosotros, los rurales, lo sufrimos día a día. Cuando un chaval de un
pueblo se casa no puede construir una vivienda porque las normas urbanísticas
son las de Oviedo, las de Valladolid o las de Compostela, copiadas del Madrid
jacobino. Y se marcha. Puede que todos los días vaya a cultivar o a cuidar el
ganado, pero sus hijos ya no están en el pueblo. Se cierra la escuela… Círculo
vicioso.
R.T.: Somos
incorregibles. Veníamos a hablar con David Rivas sobre el cambio climático.
¿Qué opina sobre el Acuerdo de París?, ¿nos lo creemos o vamos por detrás?,
¿llegaremos a los 2 grados por encima de la era preindustrial, teniendo en
cuenta que ya estamos en 1,2?
D.M.R.: La reunión de
Katowice fue un fracaso, sólo comparable al fiasco de Copenhague de 2009. Para
juzgar la virtud del Acuerdo de París hay que atender a dos cuestiones
diferentes. Sólo lo cumplieron 16 paises y, de ellos, sólo dos tienen peso:
Japón y Canadá. Los demás son pequeños, insulares y muy amenazados por el mar.
Luego hay una serie de países que, aunque no están cumpliendo, podríamos aplicarles
aquello de que progresan adecuadamente. Uno de ellos es España. España no es de
los grandes incumplidores aunque es incumplidor. Lo mismo podemos decir del
Reino Unido. Pero, claro, aquí deberíamos hacer un análisis estadístico fino de
regresión o de componentes principales para saber de qué estamos hablando.
España o Gran Bretaña, dentro del incumplimiento, ¿están actuando bien con sus
políticas ambientales o resulta que todo se debe a un proceso de
desindustrialización? En Asturias, por ejemplo, ríos que estaban prácticamente
muertos hace unos años hoy tienen truchas, pero ¿es por la política ambiental o
porque el cierre de las minas ha eliminado los lavaderos de carbón, que eran la
causa de la muerte?
R.T.: ¿No cree usted que
la ministra Ribera sí que tiene una visión de conjunto sobre el cambio
climático y que apuesta por una descarbonización sensata, aunque con muchas
críticas y controversias? A mí me parece que es de las mejores ministras que
hemos tenido.
D.M.R.: Yo no sé si es
una buena ministra pero ha dicho las verdades del barquero, saliendo a la
palestra diciendo lo que hay y cuál es el horizonte. Pero se está poniendo el
carro delante de los bueyes: España es pionera en vetar los motores de
combustión pero está a la cola de las ayudas a los coches ecoeficientes y a la
cola de I+D+i. Cuando hace un par de meses ví a la ministra en el Congreso
explicando las cosas me acordé de otros dos momentos, uno del telediario y otro
del cine. Yo estaba en COU cuando ví al ministro Villar Mir en las entonces
Cortes Españolas explicando qué pasaba en la economía española. No se paró en
barras ni en autocomplacencia, desnudando el modelo franquista, que hacía agua
por todas partes. Vino a decir “dejémonos de tonterías, esto es lo que hay, una
inflación galopante y no tenemos política anticíclica”. Mirabas a las caras de
los procuradores, orondos señores de bigotito, y veías su estupefacción.
También me acordé de aquella película en la que Yves Montand interpreta al
ministro de economía húngaro de finales de los sesenta. Explica en la duma el
desastre de la economía y un diputado le dice que eso no es lo que publica su
ministerio. Montand le responde que el primer deber de un comunista es no
creerse su propia propaganda.
R.T.: Jejejé… En esos
años yo estaba en el comité central.
D.M.R.: Bueno, un día
charlaremos de eso. Tal vez, profesor, fue usted leninista, pero más por
bonapartista que por marxista.
R.T.: Vaya, vaya…
D.M.R.: El caso es que la
ministra ha dicho lo que hay. No sé si la política que aplique mañana será
correcta, pero es que no hay otra posible. Puede que haya que hacer un
cronograma, con plazos, con períodos de transición diferentes por sectores y
por territorios… Pero querría hablar de los empresarios, que son pieza
fundamental de este nuevo modelo, de esta verdadera revolución. Leía hace unos
días unas declaraciones del presidente de la FADE, que es la CEOE de Asturias,
una comunidad con gran peso del carbón y de las centrales térmicas, en las que
decía que con esto de la descarbonización lo peor “estaba por llegar”. Un mes
antes, un directivo de Phillips decía que el desarrollo sostenible había dejado
de ser “un coste” para empezar a ser “una ventaja competitiva”. Ahí está la diferencia,
la que existe entre gente que sabe lo que se trae entre manos y los que no
saben nada.
R.T.: Es que algo está
cambiando. Trump nombró secretario de estado a un hombre de Exxon, la principal
petrolera, que cometió cientos de desmanes por medio mundo. Cuando Trump,
negacionista del cambio climático y fetichista del petróleo y del crecimiento,
decidió abandonar el Acuerdo de París, Exxon se alineó con los ecologistas y el
secretario de estado dimitió, aunque también lo hizo por otras cosas un tanto feas.
El caso es que las empresas, sobre todo las punteras, saben como nosotros que
el cambio climático está ahí y que estamos ante un horizonte de extrema
necesidad.
E.L.: Yo conozco a Teresa
Ribera y es muy competente, una mujer muy inteligente y con grandes
conocimientos en materia ambiental, área en la que lleva trabajando desde hace
más de una década. Pero se enfrenta a dos problemas: dispone de poco tiempo y
estas políticas requieren un gran pacto de estado. No puede apoyarse en su
partido y en sus actuales aliados, sino que requiere un acuerdo con Ciudadanos
y con el Partido Popular, que gobernarán dentro de poco si hay un relevo en la
Moncloa. Y me parece que Casado y Rivera no le van a dar aire al PSOE ni tan
siquiera en esto.
R.T.: Estuve en septiembre
u octubre en un desayuno de trabajo de Foro Nueva Economía con Teresa Ribera y
le pregunté que para cuándo una ley del clima, porque yo sabía que una comisión
estaba trabajando en ello desde hacía casi un año. Me dijo que para navidades.
Han pasado las navidades, pasará la semana santa y llegaremos a las elecciones
de mayo, que van a cambiar muchas cosas seguramente. Es que es muy compleja la
cosa. Están las minas, a punto de cerrar casi al completo, y las térmicas, pero
también las nucleares, que requieren un tratamiento particular por su
peligrosidad y su doble uso, porque aunque España no tiene el arma nuclear,
nuestras centrales forman parte de la estrategia militar europea, y más si se
apuesta por un ejército común.
J.N.: Es muy importante
lo que decía el profesor Rivas sobre las declaraciones del presidente de los
empresarios asturianos. Tratar el asunto desde un punto de vista negativo es un
desenfoque brutal y refleja muy poca talla y muy poco conocimiento. Estamos
ante una gran oportunidad, de hecho, ante una oportunidad única. España, una
vez cerradas las minas de carbón, que ya daban para poco, no tiene ningún
recurso energético que no sea el renovable. Es necesaria una estrategia nueva,
radicalmente distinta, apostando por las energías limpias, que, además, son una
fuente fantástica de creación de empleo, además de ser muy eficientes en
términos económicos, no sólo en términos físicos. No podemos seguir mirando
hacia atrás mientras caminas hacia el acantilado, sino que hay que empezar a
construir el puente. Es la gran oportunidad de Europa, no sólo de España. Pero
es que hay otras áreas a explorar. ¿Cuántos móviles van cada día a la basura,
con unos metales que podrían desaparecer en poco tiempo? Pero es necesario que
haya un gobierno en España y en Europa que piense a treinta años vista.
D.M.R.: Dicen que
Churchill dijo, aunque la frase es de Bismarck, que un político pensaba en las
próximas elecciones y un estadista en las próximas generaciones. Si creemos
todo lo que dicen que dijo Churchill, se debió pasar la vida componiendo
aforismos. Aquí, en Madrid, todo lo dijo Marañón.
R.T.: El caso es que el
calentamiento global va a más. ¿Cómo, profesor Rivas, sintetizaría este asunto?
D.M.R.: Me parece difícil
cumplir el objetivo de no llegar al incremento de 2 grados. Dudo mucho de que
en el cambio de siglo hayamos limitado el incremento a ese 1,2 que es el
objetivo de Kioto primero y de París después. Todas las proyecciones
estadísticas que yo manejo nos indican esto. Hay una posibilidad de revertir un
tanto la tendencia: que cambie la política china. Estamos viendo señales muy
notables a este respecto. Trump, no sé si consciente o inconscientemente,
también le ha dejado a China el liderazgo en la lucha contra el cambio
climático. China, una enorme potencia contaminante, sigue dentro del Acuerdo de
París. Ahora la partida la juegan una China comprometida pero con tecnología
aún atrasada y con políticas ambientales muy rudimentarias, y una Unión Europea
polifónica pero tecnológica y administrativamente muy bien articulada. China,
precisamente porque lo está sufriendo de una forma muy intensa y acelerada,
está tomando conciencia a más velocidad. Hay un dato que puede parecer
anecdótico: los niños de Pekín comienzan a creer que las estrellas no existen y
que son decorados del cine o efectos ópticos de los videojuegos, porque nunca
las han visto en su cielo.
J.N.: Hace un año dirigí
un estudio sobre energía solar y energía eólica y resultó que una empresa china
era la principal del mundo, pero con gran diferencia con respecto a la segunda.
China sabe dónde están las oportunidades del siglo XXI y no me extraña, como
usted dice, que trate de liderar el movimiento.
R.T.: La última vez que
estuve en China quise ver al ministro de medio ambiente. No pude porque esos
días se hacía cargo de la alcaldía de Pekín. Pekín es un desastre ambiental
pero parece que lo van resolviendo, lentamente, eso sí. Me reuní con directivos
de más bajo nivel del ministerio y me
dijeron esto: “hoy tenemos la bandera roja con cinco estrellas y en poco tiempo
tendremos la bandera verde con esas estrellas; y ustedes sólo se enterarán
cuando lo vean”. Están construyendo la muralla
verde, que es forestar parte del desierto de Gobi, dicen que en el 38
llegarán a emisiones cero, son una potencia en energía solar y eólica…
E.L.: A mí me preocupa la
política de las ciudades. No hay coordinación entre ellas ni con las políticas
europeas y, en nuestro caso, autonómicas y centrales. En Madrid nos tapa la boina de contaminación, como ve muy bien
cualquiera que venga desde Las Rozas o desde Torrelodones. ¿Qué hacer en un
mundo que va a ser el mundo de las ciudades?
D.M.R.: Los primeros
estudios sobre la boina los coordiné
yo siendo técnico del ayuntamiento. Estaba adscrito a grupos municipales y el
concejal al que me debía era Ramón Tamames.
R.T.: Como pueden
comprobar los oyentes, el profesor Rivas y yo llevamos una larga marcha juntos.
D.M.R.: Es verdad y yo lo
tengo como timbre de honor, que decían los viejos conservadores. Pero, yendo a
lo importante, resulta que han pasado treinta años y la boina sigue sobre Madrid. Es decir: en treinta años se hizo
poquísimo, por no decir nada. Yo sobre esto tengo una idea, o más bien una
percepción. Creo que los estados se están hundiendo mientras que las ciudades
cada vez son más potentes. Europa se va pareciendo cada vez más a la Italia
renacentista de las ciudades que a la Europa de las naciones tras la paz de
Westfalia. Vengamos a España: cada vez es más importante el peso de Madrid, de
Sevilla, de Barcelona, de Valencia, de Zaragoza, de Bilbao… Pesan más estas
ciudades que todo el resto de España. Eso tiene ventajas e inconvenientes pero,
en cuestiones ambientales, es bueno aunque contradictorio. Las grandes ciudades
producen muchos residuos y contaminación, pero en ellas la conciencia ambiental
es mucho más elevada.
E.L.: La conciencia, ese
es el problema.
D.M.R.: El otro día me
decía mi padre, que tiene 87 años, que recordaba mis comienzos en estas
cuestiones y cómo sus amigos, industriales, profesionales, magistrados, gente
de cultura y formación, pensaban que me había convertido en un alarmista, en un
apocalíptico de aquellos de los que hablaba Umberto Eco. Y añadía que habían
muerto casi todos ellos y que no pudieron llegar a ver que las cosas son peores
de lo que yo decía hace treinta años. Cuando empecé a trabajar en desarrollo
sostenible raro era el debate en el que no me preguntaran si había capacidad
para unas políticas como las que planteaba. Yo les contestaba que había
suficientes recursos técnicos y suficientes recursos económicos, pero que tal
vez no tuviéramos suficientes recursos éticos. Esta mañana dí mi clase de
doctorado, por tanto con estudiantes de cierto nivel, y los ví con un optimismo
fenomenal, frente a mi pesimismo. Y eso que yo soy de naturaleza optimista
desde niño. Me da la sensación de que hay una cierta anestesia social. Los que
empezamos en esta batalla hace tiempo, como yo, que me afilié a la Asociación Asturiana
d’Amigos de la Naturaleza en 1979 y a Friends of the Earth en 1980, nos fuimos
durmiendo. Al haber un ministerio de medio ambiente, consejerías y concejalías
de medio ambiente, pensamos que todo estaba resuelto. Eso no era verdad y, al
bajar el pistón, las cosas fueron a peor.
R.T.: Lo de la anestesia
es, lamentablemente, cierto y lo vemos en todos los ámbitos. El otro día
participé en una tertulia sobre estos temas y la gran preocupación era si se
iban a cerrar las centrales nucleares e incluso había quien defendía abrir más
para combatir el cambio climático. Eso es un disparate. Y como decía el
profesor Rivas, un disparate propio de una sociedad anestesiada.
D.M.R.: Esa anestesia es
propia de una sociedad cortoplacista. Vamos con el coche. Hay gran polémica en
Madrid: cerrar el centro, no lo cerrar, qué hacer con la M30, que los coches
sean eléctricos… A mí me parece todo muy bien. Pero es que para fabricar un
coche, sea eléctrico o de hidrocarburos, se consumen más recursos y se
contamina más que con el uso de ese coche durante diez años. El problema es que
nuestro modelo de movilidad es insostenible. Y aunque logremos la
electrificación del transporte y con una energía primaria limpia, aún nos
quedará saber qué hacemos con las baterías cuando acaben su vida útil o cómo
resolveremos la escasez de los metales necesarios para producirlas.
R.T.: Y no hablemos de lo
de los taxis en Madrid, que va ya una semana de huelga.
D.M.R.: De lock out más bien, seamos serios. Como
yo soy usuario del metro… Vamos un poco más apretados pero llego a todas partes
y en poco tiempo.
E.L.: Totalmente de
acuerdo: nuestro modelo es insostenible. Y me gusta mucho como lo plantea
usted, muy clarito. Y algo que me quedó en el tintero: en esas nueva red de
ciudades, ¿cómo quedan las áreas rurales? Se lo pregunto porque es usted un
gran defensor del mundo rural. De hecho optó por vivir en una aldea, en un
valle de la costa oriental asturiana. Me lo contó Tamames cuando preparábamos
el programa y hace unos minutos usted habló de ello.
D.M.R.: Mal lo tenemos
pero hay posibilidades. El príncipe Kropotkin, uno de mis autores de cabecera,
escribió a finales del XIX que las redes eléctricas y de comunicación pondrían
a las comunas rurales en pie de igualdad con las grandes metrópolis. ¡Lo dijo a
finales del XIX! Si somos capaces de encajar la tradición con la alta
tecnología vivir en una aldea como la mía es un verdadero privilegio. De las
ocho caserías vivas en tres hay empresas, dos ganaderas y una de agricultura
ecológica. A mí me gustaría unificar los lagares de sidra caseros para
comercializar un producto homogéneo con sello ecológico. Decía Tamames que
nadie quiere triscar con las cabras y las ovejas. Pues no tiene razón, al menos
no toda la razón. Hay personas que fueron expulsadas del campo por la falta de
servicios de salud para los viejos o de enseñanza para los niños y que van
todos los días a trabajar en su ganadería o en sus plantaciones. Por eso a
veces el sector agrario no cae estadísticamente pero sí se hunde la sociedad
rural. Ya hay gente que va al campo como quien va a la fábrica o la tienda.
Eso, además, suele llevar aparejados incrementos de intensividad, abandono de
algunas áreas y contaminación.
R.T.: Pero, ¿estamos a
tiempo de revertir las negras tendencias que nos muestran todas las
modelizaciones?
D.M.R.: Queda muy poco
tiempo y no quiero ser alarmista. Hace algo más de tres meses, en octubre, la
ONU emitió una alerta en la que decía que tenemos sólo doce años para frenar el
proceso. Según el informe, en 2030 las consecuencias más devastadoras empezarán
a producirse sin cuento: huracanes, inundaciones, migraciones masivas,
hambrunas… Los expertos de la ONU dicen que hay que tomar medidas sin
precedentes y tomarlas ya, desde modificar el modelo energético hasta reducir
el consumo de carne, en la idea de que la temperatura no suba más de 1,5
grados, tres décimas más del listón de 1,2 que siempre se había planteado.
R.T.: Recordará, profesor
Rivas, la hipótesis Gaia de Lovelock.
D.M.R.: Claro, la Tierra
como un ser inteligente.
R.T.: Luego escribió un
par de libros más y en el último daba a nuestra especie como desaparecida para
el año 50. También hay mucho tremendismo. Pero lo cierto es que ya hay
temperaturas de 50 grados en Nueva Delhi. No digamos lo que pueda pasar en lo
que en épocas coloniales llamaban el
África pagana. Es decir, aún con ese cierto tremendismo, ¿no queremos ver
lo que se nos viene encima? ¿O es que no sabemos nada, que no somos conscientes
de nada?
D.M.R.: Hay suficiente
conocimiento pero no queremos ver las cosas. Los humanos, por naturaleza,
tendemos a no preocuparnos por lo que no vemos muy cerca. Recordemos la
metáfora del nenúfar. Un nenúfar que está en un estanque duplica su tamaño cada
día y sabemos que lo ocupará por entero a los treinta días. ¿Cuándo cubrirá la
mitad del estanque?: pues el día 29. El día 26 sólo ocupará una dieciseisava
parte y nos parecerá estar lejos del fin. El día 27 sólo cubrirá una octava
parte. Aún parece poco, pero nos quedan dos días. ¿En qué día estamos del
proceso de cambio climático? Puede que cuando nos queramos dar cuenta sea
demasiado tarde. Estamos en una emergencia climática, aunque algunos no lo
quieran ver y sigan con políticas económicas cortoplacistas que nos llevan al
holocausto. Cuando ves algunas discusiones, lo mismo en los parlamentos que en
las empresas o que en los bares, estás viendo cómo una familia discute por la
vajilla en medio de una casa envuelta en llamas. Pero tal vez las cosas estén
cambiando porque la gente se está dando cuenta de que esos 2 grados o más de
subida los van a sufrir sus nietos. No hablamos de unas generaciones nebulosas
de un futuro de película, no. Hablamos de la vida de la niña que se sienta en
tus rodillas hoy, de tu nieta, que está viva y a la que quieres. Y esa niña,
con cuarenta años y con hijos, puede vivir un holocausto al que tú, su abuelo,
la has condenado.
R.T.: Yo estuve en la
cumbre de Río, con Ricardo Díez-Hochleitner, y ya allí se hablaba en esos
términos, aunque David Rivas lo expresa mucho mejor.
D.M.R.: Vidas paralelas,
Tamames. Yo también estaba allí, por Amigos de la Tierra. Usted en la sesión
oficial y yo en la paralela. La conciencia
crítica de la que hablaba al principio y que, de verdad, nunca traté de
serlo pero siempre le agradecí esa opinión.
R.T.: Muchas gracias,
profesor Rivas, amigo y camarada, y buenas noches. Veo que no lleva paraguas
pero a un tipo de la Asturias verde y de orbayu
no le asustará esta noche lluviosa.
D.M.R.: Buenas noches,
maestro. Buenas noches, amigos de Radio Capital.