"Las leyendas portuguesas tienen una mezcla de realidad y mito"


Alejandro Fonseca: Hablando de Portugal en este verano no podíamos dejar de recurrir a nuestro amigo, aunque economista, David Rivas. Era un habitual de aquella Casa portuguesa que teníamos hace un tiempo. ¿Qué tal, profesor? Buenas tardes.

David M. Rivas: Buenas tardes Fonseca, que hacía bastante tiempo que no hablaba con usted. 

A.F.: David Rivas es un hombre apasionado, muy interesado por casi todo en la vida y, particularmente, le gusta Portugal. Y hoy nos va a contar alguna que otra leyenda de ese país tan cercano y, aunque la cosa va cambiando, tan desconocido.

D.M.R.: Así es. Hace ya algunos meses hablamos de algunas leyendas portuguesas y, evidentemente, nos quedaron en el tintero otras muchas. Y me dije: ya que voy a volver a charlar con Alejandro Fonseca sobre Portugal, ¿qué mejor que volver a lo legendario? Seguimos refiriéndonos a leyendas de la alta edad media, generalmente fronterizas, del tiempo de guerras y paces entre cristianos y musulmanes. La primera que quiero traer es muy interesante.

A.F.: Pues vamos a ello.

D.M.R.: En la zona de Faro se encuentra el castillo de Aljezur, que es un lugar ocupado al menos desde la Edad de Bronce, fortificado  y utilizado durante los períodos romano e islámico y, después, por el reino de Portugal. Su función principal era controlar la Ribeira de Aljezur. Fue abandonado a finales del XV porque el río se convirtió en una ciénaga. Bajó mucho el nivel del agua, se desvió el río, y dejó de tener importancia estratégica. En el XIII el castillo fue tomado por los cristianos de Paio Peres Correia, reinando Sancho II. Y aquí surge la leyenda. Don Paio, don Pelayo diríamos nosotros, envió exploradores para sondear el terreno y las costumbres de la gente del pueblo, con el fin de trazar su plan de asalto. Siempre las leyendas nos hablan de que los protagonistas, en este caso los cristianos, son menos que los enemigos y, por tanto, tienen que ingeniárselas muy bien. El caso es que se encontraron con una mora de gran belleza, algo normal también en las leyendas, que se llamaba Maria Aires, que les informó de que los lugareños acostumbraban a bañarse en la playa de Amoreira en la madrugada del 24 de junio, la noche del solsticio, el san Juan cristiano.

A.F.: La noche de las hogueras.

D.M.R.: Sí, claro. En Asturias era costumbre, y se está recuperando en algunas zonas, lo de revolcarse por los prados cubiertos de rocío, bañarse en los ríos, los lagos o la mar.

A.F.: Es verdad.

D.M.R.: Paio Peres dispuso que sus hombres se escondieran al atardecer del 23 entre la vegetación del valle para atacar el pueblo y el castillo mientras los moros estaban bañándose. Iniciaron el asalto pero una niña, que era nieta de una anciana encargada de vigilar esa noche con una campana encima de la cisterna para avisar si pasaba algo, observó que la vegetación se movía de un modo extraño. La vieja salió de casa y le pareció que aquello era algo normal, que no pasaba nada, que era la brisa. Se metieron en casa sin ningún miedo y, de pronto, los cristianos tiraron la puerta y entraron violentamente. La niña trató de tocar la campana pero no pudo hacerlo, cayendo atravesada por una espada. Cuando los asaltantes dominaron todo el lugar, dándose cuenta de lo de la campana, la tocaron. Los moros volvieron al pueblo pero muy pocos iban armados y cayeron en la mortal trampa de Paio Peres. Los guerreros de Sancho II tomaron el pueblo y los vencidos fueron muertos o esclavizados, como era lo normal en la época. El noble, don Paio, quiso conocer a María Aires, la joven que le diera la clave para la victoria y se enamoró perdidamente de ella. La mora rechazó al caballero pero éste la dejó libre y la colmó de honores, ordenando que le construyeran una casa cerca del pueblo, una zona que, aún hoy, se llama Mareares, por María Aires. Toponímicamente no tiene sentido, ¿verdad?, pero esa es la historia tradicional.

A.F.: Una leyenda que tiene su importancia para la historia de Portugal.

D.M.R.: Las leyendas portuguesas, como son relativamente modernas, tienen siempre una mezcla de realidad y de mito. No es como las leyendas muy antiguas, que pueden ser sólo simbólicas o religiosas. Paio Peres es un hombre que existió de verdad y el castillo de Aljezur sigue en pie. Por eso las leyendas portuguesas tienen ese sabor extraordinario: ¿dónde empieza y acaba la historia, dónde el mito? Es algo que también pasa con la leyenda de El Cid, pero no con Roldán o con Arturo. A mí, personalmente, me gusta más El Cid que Roldán. Lo de Arturo tiene otras claves: el grial y todo eso. Y no olvidemos a nuestro gran mito, el héroe asturiano, Bernardo del Carpio, que es un tanto artúrico pero muy portugués.

A.F.: No deja de ser una forma de comunicar los hechos históricos.

D.M.R.: Sí, creo que sí. Pero la segunda leyenda que quiero contar es más mítica, mucho más increíble, pero muy arquetípica. Se trata de una historia que cuentan en la zona de Cascais. Hay una roca en el mar con un gran ojo, un gran agujero en el que las olas golpean con fuerza incluso cuando hay bonanza. Cuentan que en un castillo de la zona vivía un mago que se enamoró de una niña. Como era demasiado joven para casarse, temiendo que otro hombre reparara en su belleza, la encerró en una torre hasta que pudiera casarse con ella. Confinada la niña, el mago encomendó la vigilancia de la torre a un caballero, prohibiéndole que la viera, que no la viera nunca. El mago era un hombre muy celoso. El caballero cumplió con su misión y nunca vio a la niña. Pero un día el mago le llamó para hablar y el caballero vio a la niña, que ya era una mujer. Nada más verla, se enamoró de ella, y ella de él. Muy pronto se hicieron amantes. Una noche huyeron a caballo hacia la mar, refugiándose en una roca a la espera de que un pescador los sacara en barca y los llevara hacia el norte, hacia las costas de, cuentan, Adefonso. Yo supongo que habla la leyenda del reino de Asturias. Pero el mago, que era mago, se dio cuenta y utilizó sus poderes, desencadenando una galerna tremenda. Las olas chocaron violentamente contra la roca, abriendo un gran agujero que, como una enorme boca, se tragó a los enamorados. El agujero nunca se cerró y la gente comenzó entonces a llamarlo Boca do Inferno. Y así hasta hoy.

A.F.: Leyendas, historias, pero donde el amor parece ser el protagonista.

D.M.R.: Estamos en la época de la noble caballería. Yo, si tuviera que dar un nombre a ese par de siglos, le daría el de Leonor de Aquitania, una mujer que me fascina dese hace mucho tiempo. ¡No sabe, Fonseca, la emoción que tuve cuando me planté delante de su sepulcro! Allí estaba Europa y allí estaba, voy a decir una estupidez, la ilustración, el renacimiento e incluso la república.

A.F.: Tenemos tiempo para otra historia.

D.M.R.: Esta tiene un poco de leyenda pero bastante de historia. Es difícil discernir. Se trata de Brites de Almeida, la panadera de Aljubarrota. Esta mujer es una figura entre la historia y la leyenda, cuyo nombre está asociado a la victoria de los portugueses sobre los castellanos en 1385, apoyados los primeros por ingleses y los segundos por franceses. Parece ser que, leyenda aparte, Brites de Almeida existió. No está claro donde naciera, pero lo más probable es que lo hiciera en Faro hacia 1350, en el seno de una familia humilde que tenía una taberna. Era corpulenta y fea, lo que la llevó a no ser desposada y a sobrevivir por sí misma, siendo intrépida y valiente, y también violenta y dada a la pendencia. También se cuenta que tenía seis dedos en cada mano. Con 26 años vende la taberna y se echa al mundo. Cuentan que mató en duelo de espada a un pretendiente que la incomodaba. También se dice que, por sus pleitos con la justicia, trató de huir a Andalucía en un bajel desde el Algarve, siendo atrapada por piratas argelinos y vendida como esclava a un señor de Mauritania. Consiguió escapar de la esclavitud y volvió a Portugal. Vestida de hombre, trabajó como arriera. Envuelta en otro delito de sangre dio con los huesos en la cárcel de Lisboa, de donde se fugó llevándose por delante a tres carceleros. Al final acabó poniendo una panadería en Aljubarrota. Allí estaba cuando tuvo lugar la batalla que selló el destino y la independencia de Portugal. Tras la derrota, siete soldados castellanos se escondieron en la panadería de Brites, ya que ésta andaba cerca del frente hostigando por la retaguardia a los invasores con las partidas que habían formado los aldeanos. Al volver, vio que la puerta estaba cerrada, cuando la había dejado abierta. Entró y encontró a los siete castellanos escondidos en el horno y, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, los mató a golpes con la pala del horno.

A.F.: ¡Qué mujer tan decidida! 

D.M.R.: A´partir de aquí la cosa se dispara. De Brites de Almeida se cuenta que, entre los de la panadería, los de la batalla y los de días posteriores cuando la huída, mató a más de cien castellanos. Posiblemente sea un poco exagerada la cosa.

A.F.: Impresionante.

D.M.R.: Seguramente Brites de Almeida es la mujer más reconocida de Portugal, sólo por debajo de Inés de Castro. Yo soy más de otras, pero las cosas son así.

A.F.: Nos quedan unos minutos. ¿Hay alguna otra historia?

D.M.R.: Podemos detenernos en otra leyenda que a mí, personalmente, me gusta poco. Isabel de Aragón, esposa del rey Denis, el mítico rey portugués, era muy piadosa y, a escondidas de su marido, llevaba comida y dinero a los pobres y a los presos. Un día el rey la sorprendió en las galerías de los calabozos del castillo. Ella llevaba pan bajo las sayas. El monarca la sacudió y cayeron al suelo rosas rojas, las flores que, tradicionalmente, representan la pasión de Cristo. Hoy a esta reina aragonesa la reconoce la Iglesia como santa Isabel de Portugal. Pero es que lo mismo se cuenta de santa Isabel de Hungría. Ya son dos isabelas. Pero podemos ir más atrás en la historia. Lo mismo se cuenta de santa Casilda, una andalusí hija del emir de Toledo y que podría haber vivido entre los siglos X y XI. Llevaba comida a los cristianos presos en el alcázar de su padre y la historia es la misma que la húngara y la portuguesa. Por cierto, Casilda es la patrona de las mujeres infértiles y de las mujeres con enfermedades ginecológicas.

A.F.: Aquí acabamos esta excursión por las leyendas de Portugal. Y gracias a nuestro amigo, el profesor David Rivas, que sabe de tantas cosas.

D.M.R.: Moito obrigado.

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