"Este acuerdo nos lleva a algo más que al mero refuerzo de la integración económica"
Alejandro
Fonseca: Nos vamos a hablar con David Rivas.
Monchi
Álvarez: ¡Hombre, con David Rivas!
A.F.:
Atención Asturias, que tenemos al otro lado del teléfono a un miembro del
Consejo Asturiano del Movimiento Europeo, que preside Leopoldo Tolivar. Es europeísta,
economista y de los que no piden permiso para hablar.
M.A.:
Y nos cae fenomenal.
A.F.:
A pesar de ser un tipo muy listo y de codearse con gente muy sabia, aún así nos
coge el teléfono. David Rivas, buenas tardes.
M.A.:
Acaba de colgar.
A.F.:
Tanto provocarlo, que al final nos colgó el teléfono. Sí lo había hecho antes.
Es un problema de conexión. Lo juramos: David Rivas estaba en línea. David
Rivas es profesor porque, como él mismo nos señaló en un programa reciente, eso
imprime carácter y nunca se deja de ser. Eso sí, jubilado ya, no da clase en
instituciones oficiales, pero sí participa en muchas cosas y aquí sigue
impartiendo clases de economía, explicando lo que pasa e incluso lo que puede
suceder. David Rivas, ¿qué tal?, buenas tardes.
David
M. Rivas: Hola, buenas tardes, Fonseca.
A.F.:
Hablábamos hace unos minutos con Mario Bango de ese acuerdo, dicen que
histórico, de la Unión Europea, a partir del cual España recibirá millones de
euros. Europa se endeuda, cambia su política económica de un modo radical.
D.M.R.:
Se trata, verdaderamente, de un hito histórico. Es la primera vez en su
historia que la Unión Europea mutualiza su deuda para llegar a un acuerdo y
hacer frente a una situación muy enrevesada. Nunca se había tomado una decisión
como esta desde el nacimiento de la Unión, entonces Mercado Común. Por otra
parte, el volumen de los fondos comprometidos no tiene parangón con ninguna
decisión anterior, si excluimos la tradicional política agraria. Y, por último,
yo resaltaría algo sorprendente. Pensaba estos días atrás que se llegaría a un
acuerdo con cierta celeridad porque las circunstancias apremiaban pero no creí
que las cosas iban a transcurrir con tanta rapidez. Para hacernos una idea,
cuando la crisis del euro de hace casi dos décadas no se alcanzó un acuerdo
hasta dos años después de iniciarse la negociación; y cuando los rescates del
2010 el proceso duró seis meses. Estamos hablando de 750.000 millones de euros,
de los que 310.000 se corresponden con créditos y 440.000 con deuda
mutualizada. Además, no lo olvidemos, la Unión ha decidido, en sólo un año,
subir su presupuesto desde 390.000 millones a 500.000, casi un ochenta por
ciento de una sola tacada.
M.A.:
Pero dicen que, además del endeudamiento, también este acuerdo refuerza la
unión de los países miembros.
A.F.:
Acabamos de perder de nuevo la línea. A punto estaba de explicarnos Rivas cuán
bueno es este acuerdo para la integración. Venimos hablando en el programa
desde hace unos días sobre estas cosas y decía Víctor Guillot que Europa se
jugaba su futuro, cosa que también decía Ernesto Ekaizer, y que Europa no
estaba, como muchas veces nos quieren hacer creer, salvando a España, sino
salvándose a sí misma en conjunto. ¿Lo ve así el profesor Rivas?
D.M.R.:
Supongo que la mala conexión se debe a que en la aldea hoy tenemos una tarde de
niebla bastante densa y ya se sabe cómo funcionan en Asturias la telefonía
rural, internet y estas cosas. Opino lo mismo que Ekaizer y Guillot, como
seguro que piensa la mayoría de los analistas, sean de la disciplina que sean.
El papel de Angela Merkel estos días refleja muy bien lo que estaba y está sucediendo,
y lo hizo con gestos significativos cargados de simbolismo. Merkel decidió no
salir de la historia como la enterradora del proyecto europeo, consciente como
es de que fue la culpable del desastre de las políticas de ajuste de hace una
década. Decidió poner toda la carne en el asador y presentarse como la gran
valedora de la integración política, porque este acuerdo nos lleva a un paso
más allá de la integración económica. Otro detalle es que en su discurso, que
siempre es muy concreto, poco apasionado y nada dado a florituras
historicistas, citó a Adenauer, el hombre que asumió la responsabilidad
histórica de Alemania y cargó con la herencia del nazismo, impulsando la idea
europea con aquella frase de “quiero una Alemania europea y no una Europa
alemana”. Por si fuera poco, rompiendo su costumbre, Merkel estuvo sentada casi
todo el tiempo al lado del primer ministro español, con lo que emitía un
mensaje claro de cuál era su posición y que la iba a mantener hasta el final.
M.A.:
Los gestos simbólicos son muy importantes.
A.F.:
¿Están tan medidos esos gestos?
D.M.R.:
Están medidos al milímetro y, evidentemente, quien midió fue Angela Merkel, no
Pedro Sánchez, que seguramente fue el primer sorprendido por el gesto.
M.A.
Hablemos del papel de los Países Bajos y de España.
D.M.R.:
España sale muy bien parada, aunque podría haber salido algo mejor, como
pretendía el gobierno, pero la financiación masiva de deuda es la que pedían
España e Italia, aunque con un veinte por ciento menos de volumen. España
obtiene 140.000 millones de euros, de los que 68.000 se corresponden a figuras
crediticias y 72.000 a transferencias de deuda. Para hacernos una idea de lo
que significa, esos 72.000 millones son bastantes más que los que se dedicaron
al rescate bancario de 2008-2010, que, además. eran créditos, con los que el
reino los ha pagado o los está pagando. Además, 140.000 millones de euros
representan el once por ciento del PIB español, que es una verdadera
barbaridad, una magnitud impensable hace tres meses. Pedro Sánchez demostró
inteligencia, seguramente no siendo fiel a su carácter, no poniéndose estupendo
como hace casi siempre. Por ejemplo, renunció a un perfil propio y a ir de
líder junto con Italia, prefiriendo refugiarse en Alemania. Hay otro triunfo de
la delegación española: en el documento aprobado no hay referencia alguna al
sistema de pensiones ni a la reforma laboral, que eran dos de los caballos de
batalla de Holanda hace tres días. Todo el mundo sabe que nuestro sistema de
pensiones necesita una reforma, aunque sólo sea por el cambio tan brutal de la
pirámide demográfica, pero es muy importante que no se refleje en el acuerdo
europeo. Es decir que, aunque sea evidente que el sistema necesita una reforma,
eso no condicione la deuda mutualizada de la Unión ni dependa de las decisiones
de un par de países. Ahora bien, creo que el acuerdo tiene dos consecuencias
evidentes. La primera es que el programa del gobierno español se hace inviable.
Una vez aprobada la renta mínima, poco espacio queda para otras medidas
presentes en el programa electoral del PSOE y, sobre todo, en el de Podemos,
que impliquen incrementar el gasto público ordinario. No creo que disminuya el
gasto público, pero tampoco se incrementará más allá de las subidas
porcentuales de salarios y pensiones y alguna cosa más. El gasto público
español, además, se encuentra en la media de la Unión Europea, no es algo
disparatado. Lo que necesita, eso sí, es una mejora en su gestión. De hecho,
ese gasto público, concretamente el de sanidad, es el que ha permitido a España
enfrentar con cierto éxito la pandemia que vivimos, siendo el país con mayor
número de afectados de Europa. Y particularmente exitoso fue el uso de ese
gasto en comunidades como Asturias. Pero la segunda consecuencia es que también
se hacen inviables los programas del Partido Popular y de Ciudadanos, en el
sentido de que aparecerían como una enorme disfunción y una irresponsabilidad
plantear bajadas de impuestos. En suma, los programas de máximos, por así decirlo, de la coalición PSOE-Podemos y de la
oposición de las derechas, los veremos aparcados. Y eso llevará a que el
horizonte de la aprobación de los presupuestos para 2021 se despeja, saliendo
de la situación tan anómala que significaría prorrogar de nuevo los
presupuestos de Cristóbal Montoro.
A.F.:
Con esos presupuestos seguimos, unos presupuestos, no ya de otras legislaturas,
sino de otros tiempos.
D.M.R.:
Es que cada vez que sale Montoro en la televisión vemos como se descojona,
directamente.
A.F.:
No es de extrañar.
D.M.R.:
Por lo que respecta a los países tacaños,
porque lo de frugales me parece un
recochineo, Holanda no ha salido muy mal parada porque han aprobado los cheques, siguiendo un tanto el viejo
modelo británico de hace décadas. Hablamos de 50.000 millones de euros anuales,
de los que Holanda recibirá 1.600 y Alemania 3.600. Pero sí le han dado un
cierto toque a Holanda, también a Irlanda. La Unión Europea parece dispuesta a
poner sobre la mesa algo que es evidente desde hace años: que hay que empezar a
plantearse una fiscalidad común.
M.A.:
Es que son paraísos fiscales dentro de la Unión Europea.
D.M.R.:
Eso siempre fue evidente pero es que ahora, tras este acuerdo, aparece en toda
su problemática. Mutualizar la deuda significa, en cierto modo, unificar el
gasto público, mientras que el ingreso tiene enormes disparidades. Esa
situación, a medio-largo plazo sería insostenible. Y eso llevará a ir acotando
hasta su desaparición las ficciones y las trampas financieras y fiscales
holandesas e irlandesas. El caso de Holanda es una anomalía desde el principio:
fue el país más beneficiado por el plan
Marshall de la posguerra, permitiéndosele además un sistema fiscal
falseado, lleno de trampas e impropio de una democracia. Holanda, Finlandia y
Austria no salieron mal paradas pero no consiguieron imponer sus criterios de
condicionalidad. No habrá un derecho de veto, como era de esperar por otra
parte, sino que se mantendrá la toma de decisiones por mayoría cualificada. También
la vigilancia se relaja en comparación con los rescates de hace diez años: ni
habrá troika, ni hombres de negro ni nada similar al memorándum de rescate. Esta figura, poco conocida por el gran
público, tuvo su importancia, por cuanto eran largos informes globales para
poner sobre la mesa todos los males de un país, cosa que pretendían Austria,
Holanda y Finlandia, aunque Finlandia aflojó pronto el puño. Ahora el
seguimiento se hará año por año, transferencia por transferencia y país por
país, lo que permite mayor flexibilidad y agobia menos a los países con problemas.
Y, por último, si hay alguna discrepancia se abriría una investigación
concreta, para la partida de que se trate y no para todas las gestiones y
decisiones de un país. Ahora bien, esperemos que España e Italia demuestren que
son dignas de esa confianza porque, tirando de la historia, ciertas reticencias
de los países del norte tienen alguna justificación.
A.F.:
Pero estamos hablando de tres países que, ni por producto, ni por población, ni
por otra circunstancia, tienen peso en la Unión Europea.
D.M.R.:
Holanda, por ir al caso más claro, quiso echarles un pulso a Alemania y a
Francia, especialmente a Alemania, sólo que, utilizando la jerga popular, le
daba patadas a Alemania en el culo de Italia. Hay países pequeños pero ricos,
como son estos tres, que temen que el reajuste tras el brexit lleve al eje Berlín-París a prestar más atención al eje
Lisboa-Madrid- Roma que a los del norte. No hay que olvidar que Angela Merkel,
aparte de querer pasar a la historia como la salvadora de la Unión, teme que el
hundimiento de Italia y España, no digamos ya si además se desestabiliza
Francia, arrastre a la eurozona y con ella a la propia Alemania. El pulso fue
con Alemania, no con España, Portugal o Italia, y lo ganaron hasta cierto punto.
Rutte puede presentase a las elecciones con la seguridad de que no va a sufrir
un gran coste.
A.F.:
Estas buenas noticias de hoy, ¿no se podrán convertir en malas cuando se
empiecen a negociar las partidas? Decía usted que no habrá condiciones pero…
D.M.R.:
No, no, condiciones va a haber, como parece razonable por otra parte. Lo que
quería Holanda era que las condiciones fueran a priori, no según los procesos de aplicación y, además, con un
sistema de votación que implicaba el derecho a veto. A mí preocupa poco este
asunto, entre otras cosas porque el año que viene y el siguiente ningún país de
los tacaños tendrá proceso electoral
interno, que sí lo tiene ahora. Además, las líneas de actuación, si las cosas
se hacen medianamente bien, serán líneas de interés para todos los miembros de
la Unión Europea, no exclusivos de un país o de otro: cambio climático,
digitalización, despoblación, reforma industrial, modelo alimentario, destinos
turísticos maduros… Lo que sí me parece preocupante es que seguimos en una
pandemia y que no sabemos cómo y por dónde se va a extender, si remitirá, si
tendremos una vacuna… ¿Qué pasará si dentro de seis meses hay que declarar el
estado de alarma otra vez en España o en Italia? ¿Y si lo hay que declarar en
Finlandia o en Luxemburgo, para los que no está prevista gran cantidad de
transferencias porque, no lo olvidemos, este acuerdo es para contrarrestar los
efectos económicos de la covid? Ese es, para mí, la variable de este
endemoniado logaritmo que introduce incertidumbre. Yo siempre confié en lo que antiguamente
se conocía como genio europeo. Vengo
diciendo, ya desde la crisis anterior, cuando defender a la Unión Europea era
muy difícil muchas veces, que sabríamos salir adelante. Europa ha vuelto a
hacer de la necesidad virtud y ha reaccionado de esta forma actual a la covid,
al brexit y a los disparates de
Trump, pensando incluso en que pueda ganar las elecciones. Europa sólo tiene
dos opciones: el hundimiento o convertirse de una vez en una verdadera potencia
totalmente integrada. Ha dado el paso de la deuda mutualizada, apunta a una
única fiscalidad, ya tiene moneda… Nos quedan los asuntos exteriores, la
diplomacia y la defensa. Hoy Europa está hablando con una sola voz, cosa que
llevaba treinta años sin hacer. El hundimiento de la Unión no le interesa a
ninguno de sus miembros. Ganarán unos más que otros, pero ninguno pierde por
pertenecer a ella.
A.F.:
También tendremos que ver cómo reaccionan los mercados, que parece que se lo
han tomado muy bien.
D.M.R.:
Los mercados lo toman bien porque las empresas están conformes. Nuestro
problema actual es de demanda, lo que nos lleva a una falta de liquidez. No hay
problemas de capacidad productiva, ni de cualificación de la mano de obra, ni
de nada parecido. Sabemos que, de tener un discreto éxito este acuerdo y
siempre que la pandemia no vuelva a episodios como los que vivimos, que eso no
lo sabemos, la recuperación puede llegar ya en el primer trimestre de 2021 o
incluso a finales de este año. Estas medidas inyectan liquidez y, además, como
la mayoría no son crediticias, no tensan los mercados de capitales, de forma
que los intereses se mantendrán bajos pero sin riesgo de deflación, un riesgo
que llevamos bordeando los últimos tres años. Luego las medidas serán más
eficaces o menos, más eficientes o menos, pero sin liquidez las empresas no
sobreviven. Hoy no estamos ante un problema de solvencia, como sucedió en
2008-2010, sino de algo tan simple como que el cierre de la economía por la
pandemia dejó sin dinero a los ciudadanos, sin trabajo a muchos que estaban en
sectores sin problemas económicos, sin compradores a las empresas, sin
inversión al sector público, que todo lo tuvo que llevar a gasto…
A.F.:
David Rivas, muchas gracias y un abrazo.
D.M.R.:
Un abrazo y hasta la próxima.