"Bajatierra era un anarquista de pluma y pistola"


(RPA, 10-9-2019)


Monchi Álvarez: Segunda hora de La buena tarde con el objetivo de darnos una vuelta por la historia, rodeados de amigos. Y con una historiadora como Arantza Margolles.

Arantza Margolles: Más bien que pretende ser historiadora.

M.A.: Además Arantza Margolles tiene que presentar a un amigo del programa.

A.M.: Llevar las gafas de un hombre que dio la vida por querer cambiar el mundo da una visión especial, creo yo, a los sucesos que han ido conformando nuestra historia. Hoy vamos a dar una vuelta por ella con David Rivas que, durante no pocos años, estudió las cosas con las viejas lentes de Mauro Bajatierra. Hoy hablaremos de aquel panadero anarquista que fue fusilado en 1939 por quienes vinieron a sepultar sus sueños libertarios. David Rivas, buena tarde.

David M. Rivas: Buena tarde.

A.M.: Hoy hablaremos de utopía porque de eso se trata cuando nos referimos a Bajatierra. ¿O también era realidad?

D.M.R.: La utopía tiene que ver mucho con la realidad porque se trata de lo que no existe pero que puede llegar a existir. Otra cosa es la quimera, que ni existe ni puede existir. Usted comentaba antes que no era historiadora sino que pretendía ser historiadora. Nietzsche decía que somos lo que queremos ser, que en la voluntad de poder está el poder mismo. Bajatierra es un personaje poco conocido. Me parece que sólo hay una biografía suya, escrita hace pocos años por Julián Vadillo. Yo lo conozco. Es un historiador joven, puede que no tenga aún cuarenta años o tal vez cuarenta y muy pocos. La biografía de Bajatierra presenta sombras incluso en lo más elemental, porque hay dudas de cuándo nació y de cómo murió. Están en controversia los dos momentos más importantes de una vida: el nacimiento y la muerte. La mayor parte de los investigadores consideran que nació el 8 de julio de 1884 pero hay algunos que retrasan la fecha al mismo día pero de 1889. Es un lustro, que no es poco. Que nace en Madrid sí que es un dato incuestionable. Sobre su muerte también hay discusión. Él se niega a abandonar la ciudad cuando entran las tropas de Franco. Él habla de respetar la resistencia, de ser leal al pueblo de Madrid, que había aguantado tres años de asedio. El caso es que se queda en su propio domicilio, en un barrio llamado La Guindalera, precisamente por donde entran los primeros soldados fascistas, en el primer desfile de la victoria. No se trata del desfile oficial, el de las fotos que todos conocemos, que fue el primero de abril. Este desfile tiene lugar el 28 de marzo. Se reúne en su casa con cuatro compañeros y deciden morir matando. Engrasan las pistolas, se pertrechan de toda la munición que pueden llevar encima y salen a la calle. Atacan a plena luz del día a las columnas de Franco, matan y hieren a unos cuantos hombres y, lógicamente, las cosas acaban como era de esperar: los cinco anarquistas resultan muertos. A partir de aquí hay dos versiones de la muerte de Bajatierra. La versión más aceptada es que lo acribillan en el portal de su propia casa. Hay algún autor que escribe que es llevado a un juicio sumarísimo y lo fusilan el 2 de abril. A mí me parece mucho más probable la primera versión. Si hubiera ido a un juicio, por más que fuera una farsa sin garantía ninguna, estamos hablando de la jurisdicción militar. Es decir, habría un juez, un fiscal que llevaría la acusación, un abogado aunque no quisiera o no pudiera hacer nada en su defensa, una sentencia firmada, un pelotón de ejecución dirigido, cuando menos, por un suboficial, tres o cuatro folios y un acta de defunción, en definitiva.

M.A.: Bajatierra era panadero, hablaba francés y alemán, escribió obras de teatro, cuentos para niños… ¿Representaba al ideal anarquista?

D.M.R.: En cierto modo, sí. Recuerdo que en este mismo programa, hablando de Eleuterio Quintanilla, ya nos referíamos a estas cuestiones. Bajatierra pertenece a una familia con cierta ilustración y acomodada. Él no era panadero en un sentido de categoría laboral, sino que era propietario de una panadería, lo que en el Madrid de la época no era poca cosa. La panadería era de su padre y él la heredó. No era un hombre rico pero tampoco era un proletario. En aquel momento no hay prácticamente clase media, por lo que los Bajatierra eran más bien de la clase pudiente. Su madre había muerto muy joven, la pierde cuando era muy pequeño. Aunque él es anarquista desde que toma conciencia política, pertenecía a la UGT. Es verdad que la CNT no se funda hasta 1910 y su primer congreso lo celebra en 1911, por lo que no sabemos qué hubiera hecho de haber existido años antes. Pero lo cierto es que la UGT era el sindicato en el que se encuadran todos los obreros de las panaderías de Madrid, que empleaban un nombre precioso. No eran el sindicato de panadería, como diríamos hoy, sino el gremio de las artes blancas, por el color de la harina. Lo llamativo es que Bajatierra era el único propietario que pertenecía a un sindicato, junto con los trabajadores de su tahona, de su obrador. Viaja mucho por Europa, entre otras razones porque escapa muchas veces de la policía, aunque pasa quince años en la cárcel en períodos distintos, no quince años seguidos. Se exilia a Francia cuando la dictadura de Primo de Rivera y regresa a Madrid cuando se proclama la república. Como decía usted, habla muy bien el francés y domina bastante el alemán. Es un hombre muy instruído. Es un periodista de fuste. Lo más conocido de él es el conjunto de crónicas que escribe durante el asedio a Madrid y su prosa es pulcra. Además, aunque escribe de parte porque es un militante sin reserva, es un anarquista comprometido con una causa, es muy objetivo en las crónicas. Podemos seguir los sucesos de aquel Madrid asediado y bombardeado con credibilidad, no con la prevención que tendríamos ante artículos meramente propagandistas. Tiene cierto paralelismo con aquellos anarquistas anteriores, como Lorenzo, Salvochea, Mella, el mismo Quintanilla, aunque no pertenece a la misma corriente táctica. Quintanilla, por ejemplo, es un hombre de estudio y reflexión, mientras que Bajatierra es eso pero también un hombre de acción. Bajatierra es un anarquista de pluma y pistola, mientras que los otros eran sólamente de pluma. También comparte con todos ellos el hecho de ser masón. El documento de iniciación es conocido, fechado en Madrid el 10 de octubre de 1916 en la logia La Cantoniana, del rito escocés antiguo y aceptado. También fue miembro de la logia Plus Ultra, en Francia, en la que se cree que alcanzó el grado de maestro.

A.M.: Era de acción, sí. De hecho en 1921 llega a estar encarcelado por el asesinato de Dato.

D.M.R.: Ya lo habían acusado de participar en un atentado contra Alfonso XIII, no el de Mateo Morral, el del día de la boda del rey, sino de otro anterior. La acusación y el arresto por el asesinato de Dato no se sustancia por participar en el atentado propiamente dicho, sino por ser quien consigue las armas con las que se realiza el magnicidio. De lo mismo lo acusaron cuando el atentado contra el rey. Al final, no hubo pruebas y fue absuelto en los dos casos. Eso me lleva a pensar en dos opciones: o no estaba implicado o era un hombre muy listo. Es más, en el año 22, con una CNT en la clandestinidad, se celebra un plenario, no un congreso como a veces se dice, en Zaragoza. Un plenario es de federaciones y un congreso es de militantes. Pues Bajatierra, utilizando uno de los seudónimos que utilizaba en prensa, se presenta ante el gobernador civil de Zaragoza y consigue que le alquile un local para celebrar un congreso o algo similar sobre literatura francesa. Con ese subterfugio la CNT celebra su plenario, uno de los más importantes de su historia porque es cuando el sindicato abandona la Internacional, rompiendo definitivamente con los marxistas y pidiendo el ingreso en la AIT. Y hubo más: la CNT abandona el apoliticismo que la definía hasta entonces, lo que abrirá vías distintas que van a llevar a los anarquistas incluso a votar en 1936 y a participar en el gobierno republicano de 1937. Y aquí podemos recordar de nuevo a Mella y a Quintanilla, representantes fundamentales del anarquismo gallego y asturiano: la minoría kropotkiniana impone sus tesis frente a la mayoría bakuninista o, dicho de mejor manera, los bakuninistas entienden y asumen la postura minoritaria. Ese cambio dice mucho de la organización y de sus formas de discutir y decidir.

M.A.: Antes contaba Arantza Margolles que las gafas de Mauro Bajatierra acabaron siendo las de David Rivas, que las usó durante unos cuantos años. ¿Cómo llegaron a sus manos las gafas del panadero periodista?

D.M.R.: Antón Fuertes, del que tienen referencias por ser uno de los primeros componentes de Conceyu d’Asturies de Madrid, puso en alquiler un piso de su familia en el barrio de Salamanca y nos pidió a unos cuantos amigos que lo ayudáramos a vaciarlo. En esa limpieza dimos con un paquete con las gafas de este hombre y una serie de cartas y documentos anteriores a la guerra civil y de los años de guerra. Fuertes, que provenía del PCE, en un rasgo de humor y sabiendo que me hacía una gran merced me dijo: “como son las lentes de un anarquista, te las regalo”. En aquel momento yo sólo sabía que Mauro Bajatierra había existido y conocía alguna de sus crónicas madrileñas de guerra, pero nada más. Entonces me empecé a interesar por el personaje, pero que conste que no soy, ni mucho menos, un experto en su vida ni en su obra.

M.A.: Pero empezó usted a investigar.

D.M.R.: Tanto como a investigar no. Empecé a leer cosas suyas y algún artículo sobre él. Entonces su biógrafo, Julián Vadillo, sería todavía un niño. Los documentos y las cartas de aquel paquete del piso de Antón Fuertes no me parecieron de gran interés pero cabía la posibilidad de que en un archivo más grande cobraran sentido, como pasa con los puzles. Se los entregué a la Fundación Anselmo Lorenzo, la fundación de estudios de la CNT. Las gafas me las quedé, las llevé al óptico y les pusieron unos lentes de mi graduación. Las usé cinco o seis años, cuando era secretario del Ateneo de Madrid. Curiosamente las llevo en las fotografías que tengo con Juan Carlos I, el nieto del rey contra el que, es posible, atentara Mauro Bajatierra. Un día rompió el puente y no hubo arreglo. Según me dijo el técnico, mirando el tipo de carey era una montura de los años 80 o 90 del siglo XIX. Las tengo guardadas en lo que en casa llamamos el arca eslovena, que está al lado de la chimenea, un arca de castaño con escenas polícromas de caza realizada en Liubliana en 1867.

M.A.: Es una historia muy interesante: las gafas de Mauro Bajatierra recuperadas por David Rivas y, a través de ese objeto, se abre una investigación.

D.M.R.: No, como le dije, sólo me acerqué a un personaje del que no sabía casi nada.

A.M.: Se suele hablar de la justicia poética pero también podría haber una historia poética.

D.M.R.: Cuando le enseñé las gafas a mi abuelo, él me habló de Bajatierra. Había sido de la CNT y de la FAI y suscriptor del periódico Acción Libertaria, que editaban en Gijón Ricardo Mella y Eleuterio Quintanilla. En ese periódico se publicaban crónicas de Bajatierra y mi abuelo sí que sabía de él, aunque, al menos que recordara, no lo había conocido.

A.M.: Antes comentaba que Bajatierra se había pasado media vida escapando de la policía y buscando refugio en Europa. Estaba acostumbrado a huir y, además, era un hombre hábil. Sin embargo se queda en Madrid cuando entran las tropas sublevadas. ¿Por qué?

D.M.R.: Eso no lo sé. Vadillo insinúa que fue una reacción ética de quedarse en la ciudad que había resistido tres años. Puede ser. No sería el primer caso de una persona que reacciona así. También es posible que estuviera ya cansado, siendo ya bastante mayor para la época. En 1939 tenía 55 años, 50 si aceptamos su otra fecha supuesta de nacimiento. Tal vez no quiso volver a salir hacia el exilio. Tal vez, como buen periodista y conocedor de Alemania, sospechaba lo que se avecinaba en Europa y no quería pasar por otra. Puede ser esta razón, lo que explicaría su decisión de atacar a los soldados de Franco, que era realmente un suicidio. También tenía a su mujer, que se llamaba Julia Agudo, que murió el 4 de diciembre de 1969 en Madrid, sin haber tenido problemas, salvo la vigilancia a la que seguramente la someterían, al menos en los 40 y 50. Pues tal vez lo hizo por ella. O se trata de una mezcla de muchas cosas. No lo sé.

A.M.: Claro, las posibles razones son muchas, aunque la de quedarse porque estaba harto y llevarse por delante a unos cuantos antes de acabar parece muy plausible.

D.M.R.: Opino como usted, me parece muy plausible. Cambiando de registro, hay una cosa muy llamativa en la biografía de Mauro Bajatierra: su segundo apellido es Morán, su madre se apellidaba Morán, y su gran amigo desde muy joven se llamaba Pedro Vallina, que fueron los dos activos militantes del Centro Federal. Este centro madrileño estaba en la calle Aguilera. El caso es que tanto Morán como Vallina son apellidos asturianos, concretamente del área central de Asturias. Pero es que, repasando su obra, nos encontramos con alguna cosa llamativa. Él no tiene ninguna obra larga. Escribe en revistas, lo mismo crónicas que relatos cortos y obras dramáticas de un acto, siempre con finalidad de instrucción para obreros. También, como decía Monchi Álvarez al principio, escribe cuentos para niños, siguiendo la tradición pedagógica anarquista, tan preocupada por la educación desde sus primeros autores. Pero tiene tres novelas cortas o cuentos largos con títulos sorprendentes. Uno es La justicia de los montañeses, ambientado en un paisaje que podría muy bien ser la montaña central asturiana. Otro es La rapaza del Pradal, ambientado en El Pradal, que está en Ricáu, en el concejo de Quirós. Y el otro es El pitu de Peñerudes, que está en el concejo de Morcín, donde el turruxón. Pero es que, siendo como son textos en español, aparece en el título términos como la rapaza o como el pitu. Además participa en mítines con José María Martínez varias veces, en tiempos en los que viajar desde Madrid no es muy sencillo, destacando uno multitudinario en Avilés.

M.A: Con David Rivas siempre abrimos hipótesis pero siempre con fundamento. Muchas gracias y buena tarde.

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