"Para los portugueses el 25 de abril es la fecha más importante de su historia"


Alfonso Rosales: Tercer programa que dedicamos al aniversario de la revolución portuguesa y hoy tenemos con nosotros al profesor David Rivas, que pasa por estos micrófonos alguna que otra vez. Está jubilado de la Universidad Autónoma de Madrid, después de cuarenta años dando clase de estructura económica y unos veinte de desarrollo sostenible. Es un gran conocedor de Portugal y ya estuvo con nosotros un par de veces para hablar de nuestro vecino del oeste. Conectamos con él por teléfono. Buenas noches, profesor. ¿Qué tal por Asturias?

David M. Rivas: Buenas noches, amigo. Aquí hace bastante frío y llueve. Abril es un mes muy complicado en Asturias, como septiembre, irregular. Vas en manga corta y sombrero panamá por la mañana y con abrigo y paraguas por la tarde. De los dos meses se dice que "o llevan los puentes o secan las fuentes". A mí me gustan mucho abril y septiembre. Son mis meses preferidos.

A.R.: Son cincuenta años desde la revolución de los claveles. ¿Por qué se produce?, ¿por qué Portugal, con la dictadura de origen fascista más antigua del mundo, de repente, tal parece que inesperadamente, da ese paso?

D.M.R.: Los movimientos sociales, especialmente estos tan contundentes y rápidos, no suelen tener una única causa, ni siquiera dos o tres, sino un amplio complejo de causas concatenadas. Evidentemente, el detonante es la guerra colonial, una guerra insensata y condenada al fracaso en la que morían por cientos soldados de leva, chavales del pueblo que eran llevados al matadero de África. Eran campesinos del interior y del sur y también obreros de Oporto, Lisboa o Setúbal. Llegaban a Belem cadáveres  todos los días, les daban a las familias unos cientos de escudos y los enterraban de noche por medio Portugal. Era cosa sabida pero no se hablaba de ello, ni mucho menos se publicaba nada. Los militares que se sublevan son, básicamente, capitanes jóvenes, hartos de ver desangrarse a sus hombres en Angola, Mozambique y Guinea durante trece años. Venían de las colonias, de combatir, de luchar contra pueblos que, con toda razón y justicia, querían ser independientes. Eran conscientes de que aquello no iba a ninguna parte y de que el régimen salazarista, ahora en manos de Marcelo Caetano, estaba en un callejón sin salida y que Estados Unidos y Europa no iban a ayudar militarmente, pero tampoco iban a poner contra las cuerdas al gobierno. Además, muchos de ellos estaban muy relacionados con la Unión Soviética y con Cuba, que apoyaban a los movimientos independentistas, en un marco de guerra fría. Bueno, fría en Europa, pero bien caliente en América, África y Asia. Algo había que hacer y decidieron hacerlo. Los capitanes de abril tenían una ventaja que aprovecharon: el generalato era conocido por su incompetencia y corrupción, mientras que ellos eran venerados por sus soldados porque habían luchado con ellos, habían sangrado con ellos. La mayoría de los alzados eran de caballería, es decir, que mandaban divisiones de carros de combate, que tenían la principal base en Santarem, a sólo ochenta kilómetros de Lisboa, lo que, en una época en la que las comunicaciones son rudimentarias, teléfono, telégrafo y poco más, les permitió actuar sorpresivamente. Pero no creamos que fue una acción improvisada, ni mucho menos. El Movimiento de las Fuerzas Armadas preparó cuarenta acciones con enorme precisión, diseñadas por un gran estratega como era Otelo Saraiva de Carvalho, entonces comandante de artillería y que utilizaba el nombre de Óscar, un acrónimo de su propio nombre.

A.R.: La situación económica también era complicada.

D.M.R.: La última década de la dictadura había sido muy buena económicamente. Los datos de crecimiento eran impresionantes, muy por encima de los españoles, y eso que se hablaba del milagro español. Portugal crecía a tasas má altas que Alemania y que Estados Unidos. Pero era el país más desigual de la Europa occidental, mucho más que España y bastante más que Grecia. Hay un dato que explica muy bien la situación: la tasa de mortalidad infantil en 1970 era del siete por ciento. Esa ratio no la tenía ningún país de Europa, ni la Europa capitalista ni la Europa comunista. No sé, tal vez se diera en Albania. Es un procentaje sólo superado en África y en Asia, porque incluso en América sólo unos pocos países estaban en esa situación. Y llegó la crisis de 1973, que golpeó duramente a Portugal porque tenía un sector público muy débil y una economía muy abierta. De hecho, sólo eran de titularidad pública una caja de ahorros y el ferrocarril. Entonces cayeron drásticamente aquellas tasas de finales de los sesenta. El descontento aumentó y los comunistas, que eran muy fuertes en el campo del sur, en Alentejo y Algarve, y también en Oporto y Setúbal, algo menos en Lisboa y Coimbra y más escasos en el norte, y que eran el partido occidental más fiel a Moscú, que no habían seguido la línea de los italianos, los franceses y los españoles, se hicieron aún más fuertes. Y se hicieron también fuertes en el ejército, especialmente entre los militares jóvenes de África. Pero, además, aunque los capitanes alzados eran de izquierdas y mayoritariamente comunistas, había un descontento general, incluso en sectores conservadores, un descontento que ya venía de cuando el asesinato de Humberto Delgado, el general sin miedo, cometido por la Pide, la policía política, en Badajoz en 1965. La mismísima María Pía de Sajonia-Coburgo, la última heredera de la casa de Braganza y a la que los legitimistas llamaban María III, se manifestó en favor de la sublevación. El cóctel estaba servido. Todo el país se echó a la calle. Hai una frase muy conocida de Scott-Heron: "la revolución no va a ser televisada, la revolución no te la van a traer a casa". Eso pasó en Portugal, especialmente en Lisboa.

A.R.: ¿Cuál fue el impacto de la revolución portuguesa?

D.M.R.: ¿Me pregunta por lo que viví o me pide un análisis serio y razonado?

A.R.: Las dos cosas.

D.M.R.: Yo tenía en abril de 1974 dieciséis años y, aunque ya empezaba a preocuparme por las cosas, sabía poco y vivía en una dictadura. Pero el impacto de lo de Portugal fue grande. Le voy a contar una cosa que explica bastante. Entonces yo no sabía La internacional. Los únicos himnos revolucionarios o subversivos que conocía eran A las barricadas y Santa Bárbara y posiblemente no los sabía enteros. Bueno, también conocía La marsellesa. Sin embargo, aprendí muy pronto Grândola, tal vez tampoco entera. Para un chaval joven que empieza a comprender las cosas y que busca vías, al año siguiente ya fuí a la universidad, la revolución portuguesa marcó un antes y un después. Tenga en cuenta que, sin conocer mucho, con bastante ignorancia, supe de la ejecución de Puig Antich, por ejemplo, y, sobre todo, del golpe de Chile. Había sido un año antes. De Puig Antich, que fue un crimen de marzo de 1974, un mes antes de lo de Portugal, me habló un jesuita de mi colegio y de Allende ya supe mucho más. Además tenía de vecina a una niña chilena, un poco más pequeña que yo, que era de una familia exiliada. Era una cosa llamativa: exiliados chilenos en la Asturias de Franco. No sé por qué habían llegado a aquí. Era gente mui discreta y no se relacionaba mucho pero tenían algo de confianza con mis padres. Yo recuerdo a mi padre siempre atento a que estuvieran bien. Supongo que era una solidaridad de derrotados, aunque ni ellos ni nosotros pasábamos necesidades. Y yo iba a la playa con la niña, que se llamaba Laura. Aún la recuerdo. Era muy guapa.

A.R.: Es muy interesante lo que cuenta, aunque sea muy personal y con la mentalidad de un adolescente.

D.M.R.: La vida cotidiana, tu vida, es muy interesante, especialmente si sabes contextualizarla y meterla en el marco general, en este caso en el impacto o las repercusiones de una revolución como la portuguesa. El impacto en todo el mundo es enorme y, sobre todo, en Europa. Portugal mostraba un camino hacia la democracia, el mismo que Allende había abierto en Chile y que había sido brutalmente cortado por unos generales rastreros y traidores, como los felones de España cuarenta años antes. Pero la gran diferencia es que en Portugal no hubo marcha atrás. Con una determinación firme y sin derramar una gota de sangre, unos militares izquierdistas derribaron una dictadura de cuarenta y ocho años, dando nacimiento a un país nuevo y, especial y poéticamente, a una ciudad maravillosa como es Lisboa. ¡Es tan bella Lisboa! La recuerdo de entonces, de niño, y vuelvo a ella siempre que puedo, a vagar por sus cuestas y colinas, por las estrecheces de Alfama, por los cafés y las tabernas. Es una pena que esté tan gentrificada. Decía ayer Lidia Jorge en un periódico, y tiene razón, que en abril hubo un auténtico exorcismo en las calles de Lisboa. El mundo quedó sorprendido y la mayoría de la gente de ese mundo fascinada. Recuerdo una canción de Georges Moustaki: "a aquellos que ya no creen/que verán cumplido su ideal,/decidles que un clavel rojo/ha florecido en Portugal". Pero es que, además, aquellos intrépidos capitanes, por utilizar la expresión de Kipling, ni querían imponerse a tiros ni querían tomar el poder. Lo de Portugal fue una sublevación o una revolución, tomemos el término que más nos guste, que no pretendía ocupar el poder sino devolver la voz a la gente, al pueblo, a los portugueses. Los que nacieron en un régimen de libertades, más perfecto o más imperfecto, como es el caso de la mayoría de los españoles, no saben lo que es vivir bajo una dictadura. Yo no padecí el franquismo más que tangencialmente o por el recuerdo en casa de un abuelo fusilado, un soldado fiel a su pueblo y leal a su gobierno, un militar que conocía lo que era un juramento, y otro abuelo y parientes represaliados. Pero aún recuerdo, con memoria de niño, lo que es la falta de libertad. Los derechos que hoy parecen elementales no son un regalo. Fueron una conquista de años y años, de sangre y terror, obra de la heroicidad de miles y miles de hombres y mujeres que no tienen sus nombres en libros ni en placas. Y, como no lo saben, tal vez piensan que todo es obra de personajes providenciales. A mí me gusta mucho la serie La transición, la que dirigió Victoria Prego, pero me irrita un poco: todo parece que fue fruto de diez o doce prohombres en cenáculos madrileños y que en nada influyeron los trabajadores, los estudiantes, los profesores, los profesionales, algunos curas y algunos militares, los periodistas...

A.R.: La revolución portuguesa, ¿influyó mucho en la evolución de la izquierda europea?

D.M.R.: Sí, influyó notablemente y muy especialmente en España o, más bien en el exilio español. Los exiliados republicanos creen, ingenuamente, que Lisboa es el preámbulo de lo que puede pasar en Madrid. En general, la izquierda europea había salido de los mayos, de 1968, mui trastornada. La Unión Soviética abominó de los sucesos de París y de California, machacó a húngaros y checos, gritó anatema frente a los comunistas italianos, un poco menos con los españoles y menos aún con los franceses. Sí apoyó a los portugueses pero pronto vio que aquello no iba por donde Moscú pretendía. No es baladí que en esos años se recuperen figuras como Rosa Luxemburg o Gramsci, también la escuela de Francfort, y fueran cayendo en el ostracismo Althussser o Sartre. Pero hay también una vuelta de los teóricos anarquistas, Kropotkin fundamentalmente, pero también Bakunin o Malatesta. Marx comienza a ser leído de otra manera, no tan religiosa como antes, y Lenin queda para panfletos editados en vietnamita.

A.R.: ¿Vietnamita?

D.M.R.: Es usted muy joven. Era una multicopista similar a la que usaba el Vietcong. Era muy rudimentaria, con un procedimiento de impresión parecido a la serigrafía. Yo llegué a utilizarla, para imprimir panfletos y hojas volanderas. Desaparecieron a finales de los setenta. Aún las encuentras en el mercado. Por 150 o 200 euros puede usted comprar una en buen estado.

A.R.: Decía usted antes, cuando hablaba de la serie La transición, que sí la conozco aunque sea joven, que hubo algunos militares que tuvieron su participación en esos años. Supongo que se refiere a la Unión Militar Democrática.

D.M.R.: Vamos a ver: ser joven no es un delito y no conocer la vietnamita no es ninguna cuestión inhabilitante. 

A.R.: ¡Jajaja...!

D.M.R.: La UMD es una organización mucho más importante de lo que se piensa. No era muy grande y, como en Portugal el MFA, estaba compuesta por capitanes y comandantes. No hay generales ni coroneles, que son leales al régimen en Portugal y en España. Pero hay dos diferencias. La primera es que en Portugal son más y la segunda es que están en una guerra colonial que no tiene sentido. Siendo más y siendo mandos de tropas que están combatiendo, que son jefes pero tambien hombres que sufren con sus soldados, la obediencia de la milicia la tenían bastante asegurada. Los soldados, llevados a África a la fuerza y mal preparados, confiaban en sus capitanes. Cuando se ordenaba atacar o resistir los capitanes atacaban o resistían. Los generales estaban bailando en los salones de Lisboa y jugando en el casino de Estoril. Además, la dictadura española tenía sus orígenes en la guerra. Franco había ganado una guerra y el estado descansaba en las bayonetas. La dictadura de Salazar era civil y los militares, incluso los generales fascistas, no lo tenían como su jefe natural, consideración que sí tenía Franco. Y luego estaba la guerra colonial. Franco, el chusquero, resultó ser más listo que Salazar, el intelectual. Se apuntó a la descolonización pactada tras el desastre de la guerra de Ifni y tuvo una gran visión en temas como el de Cuba. Cuando Castro pasa de nacionalista a comunista porque la Unión Soviética es su único apoyo, Franco le da una orden a su ministro Castiella: "con Cuba lo que sea, menos romper". Por todo eso la democracia española tropezó con muchos obstáculos, siendo una democracia vigilada y tutelada. En muchos extremos no es una democracia, es una democracia de bajísima calidad. La democracia portuguesa, en cambio, que viene directamente del 25 de abril, es una de las democracias de más alta calidad del mundo, entre otras cosas porque la dictadura, que era civil y no muy clerical, no dejó ni restos en cuestión de semanas.

A.R.: La UMD fue muy perseguida.

D.M.R.: Sí. Yo no sé mucho de su evolución, más allá de lo que sabe cualquiera que se preocupe de estas cosas. Lo que sí es verdad es que fueron expulsados del ejército, no sé si todos sus integrantes, y que no fueron beneficiados por una amnistía que incluyó incluso a reconocidos torturadores y políticos implicados en crímenes, porque no otra cosa fueron las dos ejecuciones de 1974 y las cinco de 1975. La UMD era un movimiento muy limitado pero, como los rebeldes portugueses, eran capitanes y comandantes, con mando directo en tropa, y los hechos de Portugal pusieron muy nerviosos a los franquistas, tanto civiles como militares. Los miembos de la UMD eran conscientes de que no cabía un movimiento como el portugués porque Franco está firmemente asentado en la cúpula desde la guerra civil. A lo que aspiran, especialmente tras el 25 de abril, es a mojar la pólvora, en palabras de uno de ellos, Fortes, es decir, trabajar para que en el ejército español no tomen la iniciativa los generales más cerriles.

A.R.: ¿Era tan monolítico el ejército?

D.M.R.: En lo básico sí, entendiendo por básico la unidad de España, la obediencia a Franco, la victoria de 1939 y alguna cuestión más. Se especuló alguna vez, especialmente tras la revolución portuguesa, con la posición del general Díez-Alegría, sobre todo tras su viaje, según él privado, a la Rumanía de Ceaucescu, que era, curiosamente, el gran valedor de Carrillo en aquel momento. De hecho, yo recuerdo caricaturas del general que lo representaban con monóculo, que era característico del general Spínola, que no pertenecía al MFA y era bastante de derechas, pero que asumió provisionalmente la jefatura del estado tras el 25 de abril. Luego trató de dar pasos atrás, pero esa es otra historia. La cosa empezó en 1970. Ese año murió Muñoz Grandes, seguramente el general más carismático y apreciado por el ejército desde ya la guerra. Carrero Blanco coloca como jefe del alto estado mayor a Díez-Alegría, con la encomienda de modernizar las fuerzas armadas y pergeñar un ministerio de defensa, anulando el poder de los tres ministros militares. Entonces había ministerios de marina, de aire y de ejército. Carrero y Díez-Alegría trataban de crear un único ministerio de defensa al estilo del de los países del entorno. En cierto modo se trataba también de mojar la pólvora. En 1973 muere en atentado Carrero Blanco y lo que se llamaba el búnker presionó y presionó hasta que Franco cesó al general asturiano.

A.R.: ¿Es cierto que los militares sublevados temían una intervención del ejército español?

D.M.R.: No lo sé. Es verdad que el Pacto Ibérico firmado por Franco y Salazar incluía el auxilio mutuo, no sólo en caso de agresión exterior, sino también de insurrección interna. Es decir, Franco podría haber ordenado una intervención apelando al pacto. Parece ser que hubo discusión y dudas al respecto, aunque este asunto nunca se confirmó. Ningún historiador ni analista afirma nada categóricamente. No obstante, si algo caracterizó a Franco durante toda su vida fue la prudencia. Nada más le quedaba a España de su viejo imperio que Sahara y las cosas ya pintaban en bastos. Y, precisamente, el ejemplo de Portugal y sus colonias llevaban al dictador a recelar de aventuras fuera de sus fronteras y, más aún, en un estado europeo como Portugal que, además, era miembro de la OTAN desde 1949. ¡A ver si Franco activaba el acuerdo de defensa con Salazar y el nuevo gobierno de Spínola activaba el acuerdo de defensa atlántico! ¡A ver si la OTAN intervenía en España y todo lo previsto, por ejemplo la monarquía, saltaba por los aires! 

A.R.: Decía antes que aprendió la canción Grândola a poco de tener lugar la revolución y que incluso la cantaba cuando no sabía la letra de La internacional. La verdad es que pocas canciones tuvieron la fuerza en todo el mundo como la que tuvo Grândola.

D.M.R.: Sí, es cierto. Tal vez sólo Bella ciao, la canción de los partisanos italianos, es comparable a la portuguesa. La canción es de José Afonso, Zeca, y fue la consigna para el alzamiento, en principio desde Rádio Renascença. Pero luego sonaba por todas partes y muchas veces en la voz de Amália Rodrigues, la gran fadista. Incluso se llegó a decir, no sé si será verdad o leyenda, que ella, la gran mimada del salazarismo, era seguidora del Partido Comunista e incluso que le pasaba dinero."En cada esquina un amigo,/en cada rostro igualdad,/el pueblo es quien manda/dentro de tí, ¡oh ciudad!". Aunque la verdad es que, en la noche del 24, la alerta la dio por la radio la canción E depois do adeus, la que Portugal había presentado en Eurovisión, muy popular aunque quedó la última, con tres votos, dos de España y uno de Suiza. Con esa canción se armaron los soldados y calentaron motores los blindados. Un par de horas después, yá día 25, sonó Grândola: era la orden para salir de los cuarteles y tomar Lisboa. 

A.R.: Y el clavel rojo al que cantaba Moustaki, como usted recordaba.

D.M.R.: El clavel no estaba en el programa. Fue una casualidad. Todo empezó en la Rua do Carmo, cuando una camarera que iba a celebrar su cumpleaños en el restaurante en el que trabajaba caminaba con una cesta de flores para dar a los clientes habituales. Se llamaba Celeste Caeiro. En la calle se encontró con los tanques y con columnas de soldados y uno de ellos le pidió un pitillo. Pero la mujer no era fumadora y, como gesto amigable, le dio una flor, un clavel rojo que metió en la boca del fusil del soldado. Aquello empezó a extenderse y las floristerias y mercados de Lisboa se vaciaron de claveles rojos y el reparto fue masivo. Seguramente la camarera y el soldado nunca pensaron que iban a dar nombre al alzamiento como revolución de los claveles.

A.R.: Hai un amplio anecdotario de la madrugada y la mañana de aquel 25 de abril.

D.M.R.: Es abundante y refleja bastante bien el carácter de aquella revolución. Yo recuerdo dos o tres episodios mui chocantes. Cuando la columna de blindados, con unos trescientos soldados, que saliera de Santarem y que manda Salgueiro Maia, un hombre fundamental y muy maltratado por los políticos portugueses posteriores, llega a Lisboa, se encuentra con un semáforo en rojo. Y el conductor del primer vehículo se detiene. Es el civismo tan propio de los portugueses. El capitán se baja del coche y, con un cagamiento, grita: "¡la revolución no se para en los semáforos!". Hay otra bien interesante y que, seguramente, hizo posible el triunfo de los sublevados. A primeras horas de la mañana, en el Terreiro do Paço, un general de brigada se sube a un tanque y le ordena al cabo que dispare contra los insurgentes. El cabo era José Alves da Costa, de una aldea del norte llamada Balasar. El cabo sabe que los rebeldes son sus jefes directos, los que lucharon con él en África, héroes de guerra y comprometidos con las clases populares, hombres por los que siente un enorme respeto. Además hay tambien soldados rasos y muchos civiles. El general lo apremia, le apunta con su pistola a la cabeza y le dice que o dispara o le pega un tiro. Alves da Costa consiguió tranquilizar al general, se metió en el tanque, cerró la escotilla y no disparó. Estuvieron encerrados, él y sus hombres, varias horas, con el tanque parado. Su decisión significó el triunfo de una revolución incruenta. Si llega a disparar tal vez hubiera sido el comienzo de una guerra civil.

A.R.: ¿No es muy exagerado pensar eso?

D.M.R.: Puede que sí pero piense esto: si un tanque dispara contra los capitanes, los soldados y los civiles, ¿qué haría el tanque de enfrente? ¿Y que haría la población, hasta entonces muy comedida, que rodeaba los edificios gubernamentales y policiales? ¿Hubiera sido tan civilizada como fue o hubiera habido un baño de sangre? ¿Alguien pensó que el atentado de un nacionalista bosnio a un archiduque iba a provocar la gran guerra, la primera mundial?

A.R.: Es cierto. Puede que tenga razón.

D.M.R.: También pudo torcerse la cosa si la fragata Gago Coutinho, fondeada en el Tajo, hubiera obedecido la orden de disparar. Pero a los marinos, incluyendo a los oficiales, que no estaban en el complot, les pareció una barbaridad cañonear Lisboa y no lo hicieron. 

A.R. Todo pudo ser distinto.

D.M.R.: A mí me gusta particularmente, porque es de un surrealismo muy portugués, propio de Saramago, la historieta de Costa Neves. La revolución de abril fue exclusivamente llevada a cabo por fuerzas del ejército de tierra. La armada y el ejército del aire no participaron. Pero un ingeniero aeronáutico con rango de comandante, José Manuel Costa Neves, fue el que ocupó Radio Clube Português, la emisora que emitió todos los comunicadaos de los sublevados durante ese día. Pues resulta que dejó dos pistolas en su coche y también dejó las llaves dentro. O sea, que iba a asaltar una emisora desarmado. Tuvo que pedir ayuda a un policía para forzar la puerta del vehículo, un policía leal al gobierno dictatorial. Poco después ese policía fue detenido por la milicia insurgente y encerrado en un habitáculo de la propia emisora. El comandante Costa decía todavía hace unos pocos años que siempre sintió remordimiento por no haber ayudado o, al menos, pedir disculpas, al policía que le permitió sacar las armas del coche y tomar los estudios.

A.R.: ¡Qué historia!

D.M.R.: Episodios de una revolución de verdad y de un pueblo educado y servicial, un pueblo de campesinos y navegantes.

A.R.: También tiene interés el arresto y evacuación de Caetano, del dictador.

D.M.R.: Los capitanes tenían un enorme interés en que no hubiera venganzas ni ajustes de cuentas y se cuidaron mucho de que la masa popular, los ciudadanos, que se iban exaltando según pasaban las horas, tomaran la justicia por su mano. Bastantes de los oficiales eran comunistas pero también eran muy conscientes de dónde estaba Portugal, en el occidente de Europa y dentro de la OTAN. Tampoco querían dar una baza a Franco para convertirse en el garante de ese occidente si ellos metían la pata. Sabían que desde Moscú los apoyarían, puede que con dinero y asesoramiento, pero, desde luego, no militarmente. Pero es que, además, las fuerzas navales de la OTAN estaban de maniobras en Portugal, con decenas de barcos. Concretamente, en el estuario se encontraba el portaaviones estadounidense Forrestal, una fortaleza flotante con decenas de helicópteros y aviones. Una revolución cruenta con el apoyo de la Unión Soviética, fuera real o imaginaria, hubiera sido un escenario terrible. El caso es que fueron las tropas de caballería de Salgueiro Maia las que asedian el cuartel del Largo do Carmo, las mismas que reciben el primer clavel de manos de una camarera, el cuartel donde se encuentra Caetano. El asedio, con apenas cuatro tiros, duró horas. Cuando ya atardecía Caetano se rindió y cedió el poder a Spínola, entregándose al capitán Maia. Y sólo dijo tres palabras: "é a vida". El capitán puso a Caetano bajo la custodia de un sargento llamado Manuel Corredeira da Silva, con la advertencia tajante de que respondería con su vida por la del dictador. Dentro de un blindado sacaron a Caetano y, como cuenta Corredeira, el tanque, que pesaba toneladas, se movía "como un junco" por el balanceo provocado por decenas de brazos de manifestantes que gritaban consignas contra el primer ministro y contra el fascismo. Tardaron horas en llegar al puesto de mando. Desde allí el capitán Maia llevó a Caetano, sin un solo rasguño, a un aeródromo, a un avión con destino a Madeira. De allí viajaría a los pocos días a Brasil, junto a unos cuantos de sus colaboradores, y murió en Río de Janeiro en 1980, en el mayor de los olvidos.

A.R.: Suele pensarse que desde el 25 de abril a la consolidación de la democracia fue un camino de rosas, pero eso no es cierto.

D.M.R: El transito político no fue fácil, Hubo una transición con más problemas de los que piensa la gente. Las elecciones de 1975 dejaron muy claro que los portugueses no optaban por un modelo comunista, lo que llevó a un minigolpe izquierdista que inició lo que llamaron proceso revolucionario en curso. Después se dieron dos intentos de golpes de estado desde la derecha. El primero radicalizó a las izquierdas y el segundo fue parado básicamente por los militares comunistas, que recuperaron protagonismo. Y estaban en un período constituyente. La izquierda planteó claramente un modelo socialista o de transición al socialismo y se produjo una gran confusión. Portugal entró en una recesión brutal, estuvo casi diez años sin crecer o decreciendo, suma de la crisis internacional y de la desconfianza en el país por parte del mercado y de las instituciones internacionales. Como habían visto muy bien los sublevados cuando decidieron no llevar al paredón a los dirigentes fascistas, Portugal no pertenecía al área soviética, tenía una economía muy abierta, su ámbito geográfico e histórico era la democracia liberal, donde sólo España era una anomalía. Pero los intentos de golpe por parte de la derecha más cerril radicalizó a esos militares. También el gobierno revolucionario era inexperto, constituido básicamente por soldados muy jóvenes, y tuvo que improvisar demasiadas cosas. Además, los capitanes de abril yá eran generales, diputados, dirigentes políticos y cargos civiles, lo que les daba gran relumbre pero no algo tan fundamental como el mando en tropa. Sólo Salgueiro Maia no aceptó cargos y dignidades y se mantuvo en el ejército, cosa que hizo hasta el final de su vida. Yá le dije que es un hombre excepcional de la revolución y maltratado después por la república por la que luchó. Al final los socialistas de Soares, la socialdemocracia, se impuso, tras la intervención del ya general Ramalho Eanes. La constitución de abril de 1976 responde al arquetipo de constitución liberal, aunque con notables cuestiones colectivistas, algunas incluso de raiz anarquista.

A.R.: La transición española fue muy distinta.

D.M.R.: Es que lo de Portugal, aunque no diera en un modelo socialista, no fue una transición, sino una revolución. En Portugal el salazarismo fue arrancado de raiz y los constituyentes tuvieron plena autonomía y establecieron un estado de derecho republicano, que procedía de un alzamiento militar incruento. Por su parte, en España se hizo una transición desde un régimen que aún hoy sigue pesando, procedente de una guerra muy cruel y de una posguerra de cuarenta años quizás más cruel todavía. Los cambios se programaron desde el seno del régimen autoritario, con una vigilancia del ejército y que se desmontó poco a poco. Pero todavía hoy la mitad del parlamento sigue negándose a cosas tan razonables como sacar a los asesinados por Franco de las cunetas y las fosas comunes. Eso en Portugal sería impensable, aparte de que la dictadura portuguesa, en términos de crueldad, fue un juego de niños comparada con la española. La transición española comienza con la ley de sucesión, cuando Franco opta por la monarquía, que al final da la corona a Juan Carlos. Dentro de unos cuantos años, cuando 1939-1975 sea una gota en el mar de la historia, se escribirá que Franco, apoyado por Hitler y por Mussolini, provocó una guerra para volver a entronizar a los borbones. De Portugal nadie escribirá cosa parecida.

A.R.: ¿Qué queda en Portugal de aquel 25 de abril?

D.M.R.: Mucho. Para la inmensa mayoría de los portugueses, casi un 70 por ciento,  el 25 de abril de 1974 es la fecha más importante de su historia, por delante de todos lo hechos que hace cincuenta años eran los más importantes hitos nacionales, como la victoria de Aljubarrota, el reinado de Alfonso Henriques, la independencia de España tras el reinado de los austrias, la implantación de la república o la llegada de Vasco de Gama a la India. Ningún acontecimiento histórico mueve tanto a los portugueses como la revolución de los claveles. Yo, que me muevo por ambientes muy distintos, nunca dí con nadie que no hable con orgullo del 25 de abril. La gran mayoría de los estadounidenses venera el 4 de julio, como los franceses hacen con el 14 de julio. Volvamos a la comparación que hacíamos antes: ¿quién celebra en España, salvo las instituciones, el 6 de diciembre? Es que los franceses, los norteamericanos y los portugueses saben muy bien que esas fechas fueron un logro propio, un triunfo del pueblo, mientras que los españoles saben también muy bien que lo suyo es otra cosa. ¿Conoce usted algún canto, poemario, cantata, novela, dedicados al 6 de diciembre y a la constitución de 1978? Por cierto, siguiendo con las comparaciones, un 80 por ciento de los portugueses de hoy consideran que la revolución fue muy benevolente con los fascistas y que deberían haber sido juzgados por sus crímenes.

A.R.: Pero, pese a todo eso, la ultraderecha está experimentando un enorme auge en Portugal.

D.M.R.: Como en toda Europa. Es muy significativo, como ya vimos en Francia, la geografía del voto. Los comunistas eran dominantes en Algarve, Alentejo, Setúbal, Oporto, precisamente donde los neofascistas sacan ahora más votos. En Algarve arrasaron. Lisboa era más socialista y la cosa queda empatada. El norte era socialista y liberal y lo sigue siendo. De hecho, en Minho los de Chega no sacaron ni un representante y en Miranda de Douro y Tres os Montes sólo uno. Pero su líder, André Ventura, minusvalora el simbolismo de abril, pero no se le ocurre ni por asomos criticar su legitimidad, mientras, volvemos a la comparación, en España está pasando lo que está pasando con el régimen de Franco, no desde  los fascistas, sino desde el partido mayoritario de la drecha, teóricamente democrático. Yo nunca me encontré en Portugal y, le repito, lo conozco muy bien, con nadie que manifestara nostalgia o simpatía por el régimen de Salazar. Es más, en este aniversario y precisamente por el auge de los neofascistas, el 25 de abril se presenta, en Portugal y en toda Europa, como una gran referencia democrática. 

A.R.: Muchas gracias, profesor Rivas, por su aportacion, como siempre interesante y valiosa. Buenas noches.  

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