"A través de Soares podemos ver la historia de Portugal"


 

Alejandro Fonseca: A esa casa portuguesa nos va a llevar ahora David Rivas, que es un guía excepcional, Monchi Álvarez.

Monchi Álvarez: Así es. David Rivas, ¿qué tal?, buenas tardes.

David M. Rivas: Buenas tardes, amigos, buenas tardes.

M.A.: Si le preguntamos por un personaje político portugués, muy conocido también en España y en otros sitios y le vamos diciendo años, ¿daría con él?

D.M.R.: Veamos.

M.A.: 1974: él estaba allí; 1975: él estaba allí; 1976: él estaba allí; 1986: él estaba allí; 1995: él estaba allí; 1996: él estaba allí...

D.M.R.: ¡Hombre!, Mario Soares. Y estaba allí ya antes de 1974.

M.A: Jejejé... Vamos a hablar de Mario Soares.

D.M.R.: Mario Soares es un tipo muy intersante y no sólo por sí mismo, por su individualidad, sino porque es, posiblemente, de toda la historia contemporánea europea, la persona que más se identifica con su país. Quiero decir con esto que siguiendo la biografía de Soares puedes seguir en paralelo la historia de Portugal. Es un hombre que nace en Lisboa en 1924 y muere en la misma ciudad en 2017. Son 92 años, prácticamente todo el siglo XX portugués. Ese siglo está atravesado por varias figuras pero, ciñéndonos a lo político, sólamente Soares aparece en casi todos los momentos, yá desde los últimos cuarenta, cuando es estudiante en la universidad. Sólo el propio Salazar llena un espacio de tiempo tan grande en el siglo. Eso nos permite seguir la historia del país a través de la peripecia vital de un hombre, al margen de nuestra opinión sobre él, sobre su ideología y opción partidista, al margen de que nos sea más o menos simpático. Es lo mismo que podríamos hacer con la historia de la España del XX: podríamos verla siguiendo la vida de Franco, a través de los ojos de un hijo de la reacción decimonónica que implanta un régimen fascista en los cuarenta y que va evolucionando durante treinta años o más. Él nace en una familia de cierto peso político. Su padre, Joâo Lopes Soares, que había sido cura antes de casarse, era pedagogo y fue ministro de colonias durante la primera república. Luego, tras el golpe militar, se iba a convertir en un significado enemigo del salazarismo. Es decir, Mario Soares ya mama de niño un claro antifascismo. A finales de los cuarenta entra en la universidad y se licencia en historia y filosofía. Unos años más tarde se va a licenciar en derecho. Como abogado fue defensor de perseguidos políticos, entre ellos de Álvaro Cunhal y de Octávio Pato. También fue el letrado de la familia de Humberto Delgado en el proceso por el asesinato en España del general a manos de agentes de la Pide, la policía política de la dictadura. Y también participa en la querella dinástica de los Braganza, representando precisamente a María Pía de Sajonia-Coburgo, la princesa que apoyó a Humberto Delgado cuando éste se exilia a Argelia, dándole dinero y ofreciéndole como residencia su palacio en Roma para que instale allí una especie de "embajada" antisalazarista. Hablamos de esto en una ocasión, de la figura del general Delgado, del DRIL, de toda aquella rocambolesca historia. Supongo que lo recordarán y, seguramente, también lo recuerden algunos oyentes.

M.A.: O sea, que ya de muy joven estaba en un montón de sitios, como decía yo haciendo un chiste.

D.M.R.: Estamos hablando de casi veinte años antes de la revolución de los claveles y ya era uno de los más conocidos opositores al estado novo, siendo arrestado muchas veces y, al final, deportado a Santo Tomé y Príncipe. Un tiempo después se exilia a Francia, donde trabajó en varias universidades. No encontramos ningún personaje así en el caso español porque los grandes opositores a Franco han ido muriendo o envejeciendo en el exilio, como Prieto, Federica Montseny, Madariaga, Sánchez Albornoz, Negrín, la Pasionaria... Los de una edad media, como Carrillo, estaban también fuera y los más jóvenes, como Felipe González, eran muy jóvenes y no tuvieron importancia hasta casi la muerte del dictador, doblada ya la mitad de los setenta. En cambio, Mario Soares presenta un perfil completamente distinto.

M.A.: Estamos hablando de uno de los hombres con más peso en la historia de Portugal.

D.M.R.: Es uno de los fundadores del Partido Socialista, que tiene lugar en Alemania en abril de 1973, justo cuando la izquierda comienza, por decir algo, a refundarse, y a hacerlo particularmente en el sur de Europa, tras décadas de dictadura en España y Portugal y la imposibilidad de que los comunistas lleguen al poder en Italia, pero en los tres países con partidos comunistas muy potentes, aunque con características distintas en cada caso. Los socialistas portugueses se organizan, con Soares al frente, ya en el marco programático del SPD, bajo la protección de Willy Brandt y, posteriormente, de Helmut Schmidt. Ahí si hay un encuentro con el PSOE, pero éste aún tiene una vieja guardia, una UGT con fuerte presencia en zonas y sectores, la margen izquierda del Nervión y las cuencas mineras asturianas, por ejemplo, y unos dirigentes jóvenes sin tradición ni ideario. En este contexto, Soares es un hombre importante de la izquierda europea en general, del socialismo y la socialdemocracia, en esos años finales de la guerra fría, de recesión económica y de la consolidación de lo que iba a ser la Unión Europea.

M.A.: Y llega el 25 de abril.

D.M.R.: Soares estaba exiliado en París cuando el levantamiento revolucionario y no llega a Lisboa hasta el 1 de mayo de 1974, un Primero de Mayo. Allí, en el puerto, lo reciben miles de personas. Entre aquella multitud destacaba la presencia de Álvaro Cunhal.´La relación personal entre ambos era buena y, en definitiva, el líder comunista le debía al socialista el no haber salido demasiado mal parado de sus procesos ante los tribunales salazaristas. Pero la tensión entre los partidos era grande, como venía siendo históricamente desde los años veinte y treinta. Hay una imagen, un verdadero icono de la revolución portuguesa, que es el paseo de ambos dirigentes cogidos del brazo, subiendo las calles de la baixa pombalina y la actual avenida de la Libertad, da Liberdade, entre gritos de unidad. Soares entra en el gobierno provisional y ocupa la importante cartera de asuntos exteriores, lo que le permite hacerse aún más fuerte ante Europa y ante los Estados Unidos. El distanciamiento se extrema en ese año, durante el llamado PREC, el proceso revolucionario en curso, cuando los socialistas pugnan por unas elecciones a una asamblea constituyente, en consonancia con las democracias liberales, y los comunistas por una transición al socialismo y el mantenimiento de los órganos cívico-militares de abril. Hubo elecciones y Soares y el PSP las ganaron, quedando Cunhal y el PCP como tercera fuerza, por detrás de la derecha. Aquí si hay un cierto paralelismo con España un poco después, cuando el PSOE casi gana las elecciones y el PCE queda como tercera fuerza parlamentaria. En Portugal sufre una gran derrota el partido que había dirigido la sublevación y marcado los primeros años y en España el partido de la resistencia contra Franco durante más de dos décadas. La asamblea resultante es la que redacta la constitución portuguesa de 1976. En ese momento, triunfante, Soares pasa, paradójicamente, por una de sus peores vicisitudes: impulsor desde el principio de la independencia de las colonias, decide, con muy poca visión, abandonar Timor Oriental, dejando vía libre a Indonesia, que invadió la antigua colonia, provocando casi un exterminio, con más de un cuarto de millón de timorenses muertos, ciudadanos portugueses en última instancia.

A.F.: También Soares fue un partidario ferviente del ingreso de Portugal en la Unión Europea.

D.M.R.: Ese es un punto muy importante. Soares es uno de los líderes de la izquierda más europeísta, lo cual no era una característica muy propia de esa izquierda en el sur de Europa. En plena guerra fría y con una izquierda más comunista que socialdemócrata tanto en Portugal como en España, incluso podríamos hablar de una Italia integrada en lo que hoy es la Unión Europea, las reticencias ante la integración eran muchas. Aún hoy sobreviven tics sobre aquello de "la Europa de los mercaderes y los oligopolios", con lo que no es difícil imaginar el discurso en los años cincuenta, sesenta y setenta. Soares jugó siempre la baza de la integración europea. Contaba con la ventaja de que Portugal era una sociedad y una economía más abierta que la española, siempre con vinculación al Reino Unido, de cuya mano participó, en plena dictadura, en la fundación de la Asociación Europea de Libre Comercio. Esta organización no exigía requisitos políticos, funcionamiento democrático interno en cada país, pero la España de Franco no logró ni siquiera esa invitación. Sin embargo, la posición comunista portuguesa era mucho más hostil a Europa de lo que iba a ser más tarde la de los comunistas españoles, que, aunque con disensiones, apostaron por la integración. La adhesión a las entonces Comunidades Europeas de los dos países ibéricos se produjo el 12 de julio de 1986, siendo Mario Soares primer ministro de Portugal.

A.F.: Estamos hablando, David Rivas, de esos líderes de verdad, que son estadistas, no porque se consideraran así ellos mismos sino porque fueron reconocidos como tales por gentes muy distintas. En cambio ahora muchos lo intentan pero pocos nos logran convencer con argumentos.

D.M.R.: Es cierto. Hay una sensación, bastante fundamentada, creo yo, de que no tenemos líderes. Evidentemente, estamos hablando de políticos que marcaron una época y que encarnaron los deseos, las esperanzas, los anhelos de mucha gente. Han desaparecido las élites, entendiendo ese concepto con criterios de ejemplaridad, no de simple superioridad social, que eso será la casta, el señoritismo, la pandilla, pero, desde luego, no la élite. Y es necesario hablar en estos términos, con estos referentes, y no simplemente haciendo una identificación entre importancia e influencia. Si no realizáramos esa diferenciación nos tendríamos que enfrentar a la realidad de que la Europa del XX es la Europa de Hitler o la España del XX la del general Franco y, evidentemente, Portugal sería el de Salazar. En España o en Asturias, por hablar de lo que mejor conocemos, tendríamos que remontarnos a la república para encontrar a esas personas públicas, a esos políticos. Y ahora la cosa es tan zafia que ya nos parecen grandes los gestores de la transición, que mayoritariamente eran bastante mediocres. Hablamos de personas en las que sus virtudes han eclipsado a sus defectos, que tambien los tienen, ¿cómo no?, y que así han entrado en la memoria. Soares es uno de esos personajes, un hombre al que la historia dejará, ha dejado ya, en buen lugar. Pero, aparte de sus virtudes y carácter, estos hombres son productos de una época. La época de Soares y de otros anteriores o cohetáneos, como pueden ser Churchill o Roosevelt, Monnet o Adenauer, Kennedy o Palme, Schuman o De Gasperi, obligaba a que sólo personas con determinadas características pudieran enfrentarse a los problemas. Hablo de un tiempo que va de la segunda guerra hasta hoy y dentro de nuestro modelo socioeconómico y cultural, para evitar ucronías o momentos revolucionarios, aunque existen también grandes líderes con un perfil mixto, por decirlo de alguna forma, como pueden ser Allende o Mandela. Es muy difícil discernir entre qué se debe al caballo de la historia y qué al jinete que lo monta. Las personas comunes, la gente normal, ven con cierta facilidad las virtudes de otras personas, por motivos obvios, pero comprender los procesos sociales, las transformaciones económicas estructurales, los cambios culturales, no es tan sencillo sin un análisis más profundo. Es decir: los ciudadanos no siempre ven su propio papel en los procesos. En cambio, los grandes líderes, no sólo son conscientes de su función, sino también de los procesos sociales. El ejemplo histórico más visual es el de un Napoleón cabalgando, con la idea de un imperio en la punta de su espada pero sabiendo desde el principio que su caballo iba abonando con revolución los campos de Europa. Estos líderes de los que hablamos tomaron las riendas con decisión y eso hoy no lo vemos. Tal vez lo más parecido que conocemos es Angela Merkel o, desde otro punto de vista, Delors, pero a considerable distancia. 

A.F.: David Rivas y la historia, esta vez reciente, de Portugal, vista a través del acercamiento a una figura como la de Mario Soares, una historia que traspasa las fronteras portuguesas para influir en España y, en general, en Europa.

D.M.R.: Yo recuerdo, de cuando mis años de estudiante, que corría un chascarrillo que decía, con admiración, que "en Portugal, Soares", añadiendo con displicencia que "y en España, Suárez".

A.F.: Jejejé... Con todos ustedes, David Rivas. Muchas gracias.

M.A.: Muchas gracias, profesor Rivas.

D.M.R.: A ustedes. Un abrazo.


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