"En Portugal se han repartido las mejoras económicas más equitativamente"



Alejandro Fonseca: Un martes más para acercarnos a Portugal con Monchi Álvarez. 

Monchi Álvarez: Aquí estoy de nuevo, Fonseca.

A.F.: Y otro día con un colaborador habitual del programa como es David Rivas. Buenas tardes.

M.A.: Hola, David Rivas, ¿qué tal?

David M. Rivas: Buenas tardes, amigos.

M.A.: Por fín vamos hablar con David Rivas de economía, porque, siendo profesor de esa materia, con él hemos hablado, así que yo recuerde a bote pronto, de fútbol, de vinos, de la transición, de las tradiciones british, de las radios libres, del Conseyu Soberanu, de los republicanos en la guerra mundial... Y hoy vamos a hablar de dos de sus pasiones, de dos cuestiones de las que sabe mucho: de economía y de Portugal.

A.F.: Así es, nos vamos a Portugal y a su economía. Bueno, en realidad las dos últimas charlas las hemos tenido sobre la evolución de Portugal desde la revolución de los claveles y los cambios económicos que introdujo en sus primeros años, pero hoy vamos a hacerlo de la economía actual, que será en parte consecuencia de aquellos cambios.

D.M.R.: Sí, sí, vamos a hablar de eso, de un momento como el actual, que es muy interesante, en el que asistimos a una situación muy peculiar en el contexto de la Unión Europea. Incluso algunos se refieren a este momento como al milagro portugués. A mí no me gusta mucho utilizar el término milagro para referirnos a momentos de rápido crecimiento o de asentamiento de un modelo de desarrollo, pero es un término que ha tenido éxito y que se emplea con frecuencia y con cierta alegría conceptual. 

M.A.: ¿Se acuerda el profesor Rivas de cuando se hablaba de aquel milagro que impulsaba Rodrigo Rato?

D.M.R.: Sí, claro, ¿cómo no? Creo que sobre eso charlamos en alguna otra ocasión.

M.A.: ¡Menudo milagro que resultó aquello!

D,M,R.: Fue algo tremendo, con más episodios judiciales que económicos. Pero ese no es el caso de Portugal. El caso portugués es muy interesante, muy llamativo, por cuanto comienza su salto económico ya a mitad de la pasada recesión. Hasta el año 2005 Portugal crecía, más o menos, al mismo ritmo que la Unión Europea, con un desempleo algo mayor, del orden del 10 por ciento frente a un 7 de media en la Unión. Entre ese 2005 y 2012 las cosas empeoran: sigue creciendo en paralelo al resto de Europa pero llega en 2013 a un paro del 17 por ciento frente a una media del 12. Actualmente, el crecimiento portugués es algo mayor que el de la Unión y el desempleo se sitúa en un 6 por ciento, por debajo del 8 que tiene la Unión como media. En poco tiempo, apenas nueve años, el desempleo cayó en nueve puntos, del 17 al 6. Por otra parte, su déficit comercial es muy bajo, situándose en un 0,5 por ciento, cuando en el 2010, ayer como aquel que dice, era del 11. También en ese decenio disminuyó su deuda pública, desde un 133 por ciento del PIB a un 120. Y nos queda otro dato muy llamativo: devolvió el rescate del FMI anticipadamente, lo que lleva a un descenso de las ratios de riesgo-país y a una apreciación de su deuda soberana en el mercado internacional, sólo por debajo de Alemania, es decir, ofreciendo confianza en el exterior. Todo ello nos lleva a contemplar un cambio impresionante, especialmente si tenemos en cuenta el peso de Portugal en Europa y en el mundo. Convencionalmente, la potencia de un país se mide a través de cuatro indicadores: su extensión, su población, su renta y su poder militar. Portugal es un país pequeño y con poca potencia militar, mientras que ocupa el puesto 68 en el mundo por población y el 30 en cuanto a PIB. Es decir, dentro de los privilegiados del mundo es de segunda división

A.F.: Un cambio importante al que no quiere definir como milagro porque, evidentemente, no hay milagros en economía, aunque se utilice el término, como señalaba usted antes. Aún se habla del milagro alemán, por ejemplo.

M.A.: Pero siempre hay claves para entender estos milagros entre comillas.

D.M.R.: Las claves son varias, muchas a veces y no siempre muy identificables, pero algunas son bien visibles y explicables. En Portugal, como en cualquier otro país o en cualquier otra evolución económica, en este caso positiva, hay elementos determinantes, coadyuvantes o casuales. Hay que tener en cuenta que Portugal, desde la revolución del 74 y la constitución del 76, nunca tuvo un crecimiento equilibrado. Hubo años de crecimiento y otros de estancamiento, con una recesión al principio y otra más tarde, ésta ya común al resto del mundo, la de 2008, pero siempre con enormes desequilibrios. Para torcer esa tendencia, que parecía estructural, se unieron circunstancias internas y externas. Por lo que respecta a las claves internas, resultó fundamental la política aplicada por el gobierno izquierdista que preside António Costa, una política lo suficientemente inteligente como para subir las pensiones, bajar los impuestos, pagar con solvencia sus deudas y reducir el déficit comercial, pese a encontrarse con la pandemia del covid en medio del mandato. Pero también influyó positivamente la política de contención que llevó a cabo el anterior gobierno, el de la derecha, presidido por Passos Coelho. Este gobierno impulsó una moderación de los salarios y de los niveles de beneficios empresariales, lo que se tradujo, entre otras cosas, en un aumento de las exportaciones. Eso permitió un mayor margen de maniobra a Costa, porque el fortalecimiento de la exportación que hereda, si siempre es importante, lo es aún más en el caso de una economía muy abierta, que es el caso de Portugal en el contexto de la Unión Europea. Pero también hay claves externas, como por ejemplo, el crecimiento de sus principales socios comerciales, que son España y Alemania, cuyas demandas tiran de la economía portuguesa. España, especialmente con la crisis turística forzada por la recesión y por la pandemia cuando las cosas parecían recuperarse, incrementa las importaciones a medida que sigue creciendo, aunque crezca a menores ritmos. Y Alemania, aunque renquea un poco, sigue siendo la locomotora económica de la Unión. Por último, Portugal se ve beneficiada por la política monetaria expansiva del Banco Central Europeo, que, abandonando criterios de una austeridad absurda, como aconsejábamos desde los inicios de la recesión muchos economistas, por más que a extramuros del stablishment, compró bonos portugueses, unos bonos más atractivos que otros por las políticas de dos gobiernos de signo contrario pero que resultaron complementarias. Sumando todos estos elementos podemos explicar, grosso modo porque así lo tenemos que hacer para explicar con cierta claridad y con los pocos minutos de un espacio de radio, ese cambio que, si no es un milagro, podríamos tildarlo de o pequeno milagre.

A.F.: Muchas veces se han utilizado esas frases de "no somos Grecia, no somos Portugal", aunque en algunas cosas podríamos aprender de otros, tal vez de ellos. ¿Cuál es la situación actual desde un punto de vista social, la que vive la gente?

D.M.R.: Portugal, para mí esto es muy importante, ha socializado las mejoras económicas en mayor medida que otros países, teniendo en cuenta de nuevo que hablamos de una economía reducida y de un país que no es rico, que, entre los desarrollados y en la Unión Europea, es un país medio tirando hacia abajo. Portugal es un ejemplo de que es posible crecer abandonando las políticas de extrema austeridad en las que embarcó a los europeos la intransigencia alemana de los primeros años de la recesión. La desigualdad en Portugal hoy está en niveles mínimos, cuando era un país atrozmente desigual hace menos de cincuenta años. De hecho, su actual índice de Gini, que mide la concentración de la renta, es de los mejores de Europa junto con los países nórdicos, tras seguir un modelo contrario al seguido en España, Grecia, Italia y algunos países del viejo bloque comunista, en los que el crecimiento lleva aparejado un incremento de la desigualdad. Es un modelo que ahora llaman inclusivo, con esa terminología propia de una neolengua a veces bastante incomprensible. Ha habido mejoras económicas y esas mejoras se han repartido más equitativamente. Volvemos a algo que ya comenté: tanto la derecha como la izquierda estabilizaron la economía, con prioridades distintas en algunos puntos pero con un horizonte común. La izquierda subió las pensiones, lo que es una de las políticas más eficaces de equidad; pero la derecha, que había moderado el crecimiento de las rentas laborales, hizo lo mismo con las rentas del capital. La suma de ambas políticas lleva a una sociedad más igualitaria y, por tanto, también más solidaria. Eso permitiría más tarde una mayor cooperación entre las fuerzas políticas cuando el país se enfrenta a la pandemia. Todos recordamos la postura de la oposición conservadora de apoyo al gobierno para salir lo mejor posible del enorme embrollo en el que está el país y el mundo entero. También es de señalar que la corrupción no existe como fenómeno generalizado aunque, supongo, habrá casos de corrupción porque es algo consustancial a la parte oscura de la naturaleza humana. Eso da confianza hacia el exterior, hacia los inversores extranjeros o hacia los compradores de deuda, pero también es muy importante en el interior: cuando un gobierno exige sacrificios a la ciudadanía, ésta los acepta mejor cuando piensa que se gestiona honradamente. Es eso de "usted me pide que me apriete el cinturón pero, al menos, sé que no es para llevárselo muerto usted y sus amigos". Volviendo a algunos indicadores que ya dí hace unos minutos, observamos que Portugal está en el puesto 30 del mundo por PIB pero en el 24, seis puestos más arriba, por renta per cápita.

A.F.: Y ahora vamos a lo difícil, a imaginar el futuro. ¿Cuáles son las perspectivas de la economía portuguesa?

D.M.R.: Eso es bastante más difícil y, además, yo no soy un experto en modelos proyectivos, pero algo puedo vislumbrar sin equivocarme mucho. Las perspectivas son buenas pero hay algunos nubarrones en el horizonte. La pandemia está teniendo sus impactos, como es lógico. La producción ha caído en un 4 por ciento y este año 21 no pinta tan bien como se esperaba. De hecho, esa caída ha sido de casi un 14 por ciento en el primer semestre, lo que podrá llevar a una retracción del crecimiento del PIB, creo yo, del 1,5 por ciento. No hablo de una caída del PIB, sino de su tasa de crecimiento, algo que vulgarmente suele confundirse o malinterpretarse cuano nos dan las cifras. Ese 1,5 no es una brutalidad pero es una señal de posible ruptura de la línea ascendente. Eso proviene, fundamentalmente, de los desequilibrios del sector servicios, particularmente de todo lo relacionado con el turismo. El funcionamiento de este sector es parecido al de España, con desajustes y bolsas de precariedad, traducible en que, con un 70 por ciento del empleo total, aporta un 65 al PIB. En Portugal hay un boom turístico muy importante, incluso bajo los efectos de la covid, lo que también se traslada a una elevada demanda exterior de segundas residencias, particularmente de ciudadanos británicos. Eso explica, al menos en parte, el menor acoso del gobierno del Reino Unido a Portugal durante la pandemia, poniendo menos impedimentos a la movilidad de lo que hacía con otros países, algunos en mejor situación sanitaria que Portugal. Estas circunstancias podría llevar al país a algo que conocemos bien: a la aparición de una burbuja inmobiliaria. A ello podría unirse que el aumento del empleo no vaya acompañado por el aumento de la productividad, lo que iniciaría un círculo vicioso. Por lo que respecta al largo plazo, Portugal unirá su futuro al de la Unión Europea, como el resto de los países miembros, porque ese largo plazo es el que vendrá definido por la homogeneización de las políticas laboral y fiscal, por la descarbonización, por todos los programas y planes europeos e internacionales, por todas esas cuestiones, incluídas las relaciones exteriores y la defensa, que, no sólo recaen en la Unión, sino que es la única opción de futuro para los portugueses y para todos nosotros.

A.F.: Es David Rivas en su repaso al hoy de Portugal, concretamente de sus políticas económicas actuales y para el futuro. Muchísimas gracias, profesor.

M.A.: Un abrazo.

D.M.R.: Un abrazo a los dos.


 

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