"La guerra guaranítica tuvo una gran transcendencia histórica"


 

Alejandro Fonseca: Entramos, Monchi Álvarez, en esos minutos que dedicamos a Portugal cada semana y lo hacemos hoy con un buen contertulio, habitual en esta hora lusa, David Rivas, economista y, pese a ello, amigo. Buenas tardes, profesor.

David M. Rivas: Buenas tardes, Monchi Álvarez y Alejandro Fonseca.

Monchi Álvarez: Esperen y escuchen atentamente.

A.F.: Genialidad de Ennio Morricone con esta banda sonora de la película La misión, con Robert de Niro y... no recuerdo el otro nombre...

M.A.: Jeremy Irons.

A.F.: ¡Qué grandes los dos! Una gran película que nos lleva a esa parte de la historia y a un episodio en el que España no fue la única protagonista.

D.M.R.: Es una película emocionante, esta de Roland Joffé. Por cierto; el tercer protagonista importante es Liam Neeson. No deja de ser una película, no puede abarcar toda la historia, y, por tanto, tiene que entrar en reduccionismos, pero refleja bastante bien lo que estaba sucediendo en aquellas tierras. Todo proviene del Tratado de Tordesillas, de 1494, en el que España y Portugal se reparten el mundo por medio de una raya trazada de polo a polo a 370 leguas de las islas de Cabo Verde. Eso dividía Sudamérica en dos. Pero esa división artificial es particularmente complicada en el Amazonas. Cuando conoces esas regiones ves que los ríos cambian y que en abril se expanden hacia el sur y en septiembre hacia el norte. Y hablamos del Amazonas y de otros cientos de ríos, por no decir miles. Las tribus de la zona eran cazadoras y recolectoras, se movían mucho, no como las sociedades del altiplano, que eran estantes, algunas incluso urbanas. También su población era mucho más grande de lo que creían los españoles y los portugueses. Hablamos de un territorio, el de la película, de Misiones Orientales, de unos 500.000 kilómetros cuadrados, es decir, lo mismo que la suma de España y Portugal. En ese territorio había siete pueblos y cinco reducciones, además de miles de comunidades que seguían en la selva, es decir, un territorio difícil de controlar por la metrópoli desde Lisboa y Madrid. El detonante de lo que se iba a conocer como guerra guaranítica es la pugna por la ciudad Colonia del Sacramento. Era un enclave estratégico en la orilla izquierda del río de La Plata que había pasado muchas veces de manos portuguesas a españolas y de españolas a portuguesas. Era una ciudad muy importante para España porque desde Colonia se controlaba toda la cuenca baja del río, que llevaba al mar del Plata y al Atlántico. Los austrias la mantuvieron casi siempre en su poder, derrotando a los portugueses en todas las batallas y asedios durante más de un siglo. Pero la llegada de los borbones significó un cambio. Los borbones, monaguillos de la corona francesa, dejaron de presionar. Francia tenía todo su interés en Europa y, si acaso, en las Antillas y en Norteamérica,`pero muy poco en Sudamérica. Además, Versalles quería evitar conflictos con Portugal y con el hábil marqués de Pombal, muy cercano a Inglaterra. El caso es que España deja aquellas tierras un poco de la mano de Dios, nunca mejor dicho cuando andaban por medio los jesuitas. El caso es que Fernando VI decide entregar Colonia a los portugueses, en otra jugada de Pombal, uno de los hombres más inteligentes y maquiavélicos de la Europa de su tiempo.

M.A.: ¿Y los jesuitas, a los que acaba de mencionar?

D.M.R.: Río Uruguay arriba, cerca de sus fuentes, los jesuitas llevaban trabajando desde principios del siglo XVII, tal vez desde finales del XVI. Habían creado las reducciones, una especie de proyecto utópico con los guaraníes. Tenían una estructura muy racional agrícola y ganadera, escuelas de música, imprenta... Habían traducido los libros sagrados judeocristianos al guaraní, lo mismo que habían recopilado las leyendas y cuentos orales de los indios, escribiéndolos en guaraní, en español y en latín, porque habían, previamente, creado una gramática guaraní. Incluso tenían una estructura militar para autodefensa. Hay que tener en cuenta que bastantes jesuitas, empezando por su fundador, Ignacio de Loyola, habían sido militares. A eso se añadía como atractivo para los indios que ya Isabel la Católica había prohibido la esclavitud y los malos tratos, cosa que amplió Juana la Loca ordenando una misma justicia penal para indios y españoles, leyes que ratificó Felipe II. Por el contrario, nada de eso regía para los guaraníes del territorio bajo soberanía portuguesa. Por eso las reducciones jesuíticas crecieron y eran muy prósperas, lo mismo que los pueblos cercanos. En este ambiente, los bandeirantes, españoles y portugueses, que cazaban indios para venderlos en el mercado de esclavos de Sao Paulo, se encontraron en frente a los jesuitas. Eso la película lo refleja bastante bien. Recuerden aquella frase de "he visto jesuitas más arriba de las cataratas", como si hubieran dado con el yeti. Eran una orden muy fuerte, la milicia del papa y protegidos por los austrias. Hubo muchos enfrentamientos armados entre bandeirantes y guaraníes, participando en ocasiones los propios jesuitas, que se saldaron casi siempre con la derrota de los esclavistas.

A.F.: Pero todo cambió con el tiempo.

D.M.R.: El cambio llega con el Tratado de Madrid de 1750. Es cuando Fernando VI entrega Colonia a Portugal y, con ella, toda la orilla izquierda del Uruguay. Y aquí se produce lo que ahora se llama un efecto colateral: aguas arriba, en el alto Uruguay, muchos kilómetros más arriba, estaban las misiones jesuíticas. Al estar en la margen izquierda, caen en territorio portugués. Aquí nos encontramos con una paradoja: desde al menos 1609, que es el primer dato fehaciente, hay presencia de los jesuitas en esa región. Eso quiere decir que la orden y los guaraníes habían sido el baluarte frente a la penetración portuguesa durante siglo y medio. La historia, todas las historias, es apasionante y enrevesada. Los jesuitas lo hicieron para hacer realidad su particular ciudad de Dios y los guaraníes porque les gustaba, porque les interesaba o, simplemente, para no ser esclavizados, pero el caso es que servían indirectamente a la corona española. También refleja el asunto este los despropósitos en los que cae un gobierno cuando no sabe nada de los territorios sobre los que legisla. Eso pasaba entonces y sigue pasando. De hecho, cuando un ilustrado como José Joaquín de Viana, gobernador de Montevideo y uno de los jefes del ejército hispanoluso, al entrar en San Miguel, al ver su desarrollo y su orden social, dice: "¿y este es uno de los pueblos que nos ordenan entregar a los portugueses?, esa gente de Madrid se ha vuelto loca".

M.A.: La película lo refleja bien, particularmente en el personaje del representante de la iglesia.

D.M.R.: La película, que seguro que casi todos los oyentes la han visto, refleja bien las cosas. Es una película excelente, maravillosa. Pero también edulcora algunas cosas en su marcada simpatía por los jesuitas. Hace mucho hincapié en lo de la cultura, la música, la libertad, el trato igualitario. Pero también es cierto que los jesuitas habían convertido a unos indios muy belicosos y desconfiados, no sólo en cristianos, sino también en trabajadores hábiles y muy disciplinados. La habilidad y la disciplina laboral, esencial para el triunfo de la comunidad, los hacía excelentes esclavos para los hacendados portugueses de Brasil. Los bandeirantes preferían cazar indios de las reducciones que de la selva. Los de las reducciones habían sido domesticados por los jesuitas, mientras que los cazadores y recolectores eran muy malos de tratar. Los jesuitas, creyendo fielmente en el papa y en el rey de España, seguramente nunca pensaron que estaban adiestrando esclavos si las cosas cambiaban. Y cambiaron. El papa estaba dispuesto a acabar con su utopismo selvático y el rey ya no se debía a la tradición de la reina católica de Castilla, sino a la casa francesa de Borbón. Los guaraníes, además, eran más baratos que los africanos y más resistentes. No sufrían las enfermedades propias de la región y, como llevaban dos siglos en contacto con europeos, también estaban bastante inmunizados a las enfermedades de los conquistadores. Los negros, en cambio, hacían un largo viaje con unos cuantos intermediarios, por lo que eran más caros, y, aunque, en principio, eran más fuertes, sufrían más las enfermedades americanas y europeas. Lo que sí refleja muy bien la película es el enfrentamiento, que vemos aún en la actualidad, tanto en Europa como, sobre todo en América Latina, entre las dos almas que tienen los jesuitas: de un lado el misticismo y de otro la acción. Se sigue apreciando esa dicotomía incluso en este papa actual y muy bien en toda la evolución de la teología de la liberación. Yo me eduqué con ellos, cuando educaban ellos, y conozco bien esas dos almas. Hoy sus colegios son prácticamente academias concertadas con profesores que nunca pasaron un proceso estricto de selección y que, muchos de ellos, no fueron capaces de aprobar una oposición a la escuela pública.

A.F.: Y ese enfrentamiento entre el modo que tienen de ver las cosas los jesuitas con lo que llamaríamos iglesia normal, un modo distinto de ver la fe.

D.M.R.: Desde el principio los jesuitas fueron una orden muy crítica porque era culta, ilustrada, renacentista. Pero, a la vez, tenían un voto particular de obediencia al papa, su famoso cuarto voto. Eso condicionó su historia; mientras que eran la vanguardia aperturista, la que estudió y entendió la cultura china, por ejemplo, la más cercana a los judíos incluso durante el nazismo..., a un tiempo eran la milicia del papa, fuera el papa un ilustrado o un  tarado. No es algo nuevo en la historia: ya les pasó lo mismo a otras órdenes anteriores desde la edad media. Eso lleva a los jesuitas a grandes contradicciones. Yo lo he visto en mi trabajo en América en estas últimas tres décadas.

A.F.: Volvamos al hilo de la historia. España entrega a Portugal el alto Uruguay, que el profesor Rivas conoce.

D.M.R.: Sí, y viendo lo que queda de las misiones, aunque yo conozco mejor las de Bolivia, se da uno cuenta de lo que tuvo que ser aquello. Los jesuitas reciben pronto las noticias que les envía su general, fíjense en la denominación del superior, y lo comunican a los pueblos y a las reducciones. Y los guaraníes se arman y se sublevan. Puede que, como nos cuenta la película, los trasuntos de Neeson y De Niro los instruyeran, pero el levantamiento es indígena, con líderes propios. La respuesta de Madrid y de Lisboa es enviar tropas y, particularmente, artillería. Como les decía, hay grandes caudillos guaraníes, reconocidos como hábiles estrategas por portugueses y españoles, como José Sipé, tal vez el mejor formado. Muerto en combate, le sustituye Nicolás Ñanguirú, el más recordado. Ñánguirú significa flecha del diablo, que también murió en batalla. Salvando las distancias, serían, respectivamente, como Toro Sentado y Caballo Loco. Se calcula que en esa guerra murieron diez mil guaraníes, lo que da idea de que aquello no fue cosa menor. Al perder, los guaraníes practicaron una estrategia de tierra quemada, no dejando nada aprovechable para los vencedores, se refugiaron en la selva con sus hermanos tribales y escondieron las armas. Tenían incluso cañones, construídos por ellos mismos con las directrices de jesuítas que sabían del oficio. De hecho, con esas armas y con las suyas tradicionales, hostigaron durante años a los españoles y, sobre todo, a los portugueses, a los que odiaban más por ser esclavistas.

A.F.: ¿Cuáles fueron las consecuencias de esa guerra? ¿O quedó la cosa en una escaramuza más arriba de unas cataratas?

D.M.R.: Poco después de aquello los españoles destruyeron Colonia del Sacramento y Carlos III, con el Tratado de El Pardo, recuperó el alto Uruguay para España, pero ya nada quedaba. Las consecuencias son varias y mucho más importantes de lo que se piensa. La llamada guerra guaranítica tuvo una gran transcendencia histórica. Los guaraníes volvieron a la selva y se mantuvieron hasta el siglo XX al margen de la sociedad colonial y postcolonial. España y Portugal iniciaron su decadencia, se empobrecieron y dejaron abierto el mar del Plata a la nueva potencia, Inglaterra, que a punto estuvo varias veces de hacerse con Montevideo y con Buenos Aires. Los jesuitas fueron expulsados de Portugal, poco después de España y disueltos como orden por Clemente XIV. La Iglesia perdió a su principal milicia y retrocedió en su modernización y en su ilustración. Y también perdimos, como humanidad, muchos registros escritos de la cultura guaraní y de muchas otras culturas amazónicas, porque ardieron en las bibliotecas de las misiones.

A.F.: No tenemos más tiempo, profesor Rivas, pero habrá más tardes para seguir charlando.

D.M.R.: Un abrazo para los dos y un saludo a los oyentes.


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