"Para Humberto Delgado sólo un levantamiento militar podía derribar la dictadura"
Alejandro Fonseca: Es economista pero no
sólo economista, Monchi Álvarez.
Monchi Álvarez: Es economista, es
humanista, es repunante… el repunante mayor, el presidente de los repunantes del país astur, y amigo del
programa. Y, por cierto, enamorado de Portugal desde que era niño, cuando
corría por las calles de Lisboa.
A.F.: David, Rivas, ¿qué tal?, buenas
tardes.
David M. Rivas: Buenas tardes, Alejandro
Fonseca.
M.A.: A mí no me saluda, ¿verdad?
D.M.R.: Es que siempre empieza usted con
tanto repunante que ya me empieza a
mosquear la cosa.
M.A.: Como tiene que ser.
A.F.: Es algo que les pasa normalmente a
los repunantes. Miremos a Portugal,
profesor.
M.A.: Además traemos hoy al estudio a un
personaje muy interesante. Casi podríamos meternos en una película de espías.
D.M.R.: Vamos a hablar durante unos
minutos del general Humberto Delgado, un personaje, como dice, bien
interesante. De hecho, hay una película sobre su vida, del año 2011 o 2012, de
Bruno de Almeida, que se titula Operaçao
Outono. No es una gran película desde un punto de vista artístico y
técnico, pero sí de interés y que permitió a las generaciones más nuevas de
portugueses conocer la figura de este militar.
M.A.: ¿Y qué podemos decir de este
hombre, al que llamaban el general sin
miedo?
D.M.R.: Sus detractores lo llamaban el general sin juicio. Para entender las
cosas hay que situarse en el Portugal de finales de los años cincuenta. El
modelo de la dictadura, tan vieja como el fascismo italiano y bastante más
nueva que el nazismo y el franquismo, estaba caducado. Era un modelo de
crecimiento, un modelo económico, muy desequilibrado. Se trataba de un fascismo
que trataba de mantener la tradición de economía abierta que siempre había
tenido Portugal, muy reforzado tras las guerras napoleónicas. Es sabido por
todo el mundo que Portugal era una parte importante del libre comercio
británico y que Lisboa siempre tuvo una estrecha relación con Londres. El mismo
David Ricardo, en sus Principios de
economía política y tributación, para exponer el modelo teórico de comercio
internacional toma como ejemplo el intercambio de valor entre las economías
portuguesa y británica. Después de la segunda guerra mundial también abrió su
comercio a Estados Unidos. Además, es el único estado fascista que conserva un
imperio ultramarino. Y ese imperio provocaba un problema añadido, por cuanto la
crisis política colonial era cada vez más grave. La situación de Angola y
Mozambique ya era insostenible. Sólamente las pequeñas colonias de Asia estaban
tranquilas, muy ejemplarizables en el caso de Macao. Era algo lógico: frente a
una China comunista cada vez más amenazante y en el medio de un mundo
subdesarrollado, aquellos pequeños núcleos portugueses eran un paraíso de
estabilidad y de prosperidad. Es el día de hoy que en Macao, como en Hong Kong,
en las manifestaciones contra el gobierno chino se ven banderas de las viejas
metrópolis como símbolos identitarios. Y
ya no hay británicos ni portugueses, sino naturales del país. En cambio, en
África, en Mozambique y en Angola, las cosas eran muy distintas. En pocos años
Portugal se ve empantanada en una guerra total y, a la postre, imposible de
ganar, con una enorme sangría económica para un país con pocos recursos, por no
decir que era, sencillamente, pobre. Y, desde luego, aquello suponía una
tragedia humanitaria, tanto entre los africanos como entre los portugueses, fundamentalmente
entre el campesinado, la base demográfica del país y, por tanto, la clase que
ponía los muertos en una aventura imperial del gobierno fascista.
A.F.: Y entonces comienza también el
descontento militar que contribuye al ascenso de hombres como el general
Delgado.
D.M.R.: No es tan temprana la reacción
de los militares. Hay descontento en los cuarteles pero apenas hay una mínima
oposición, muy pequeña, al régimen. El inicio del cambio lo va a provocar el
propio sistema político salazarista. Como todo el mundo sabe, los modelos
español y portugués se parecían mucho, pero también tenían notables
diferencias. Tenían en común la persecución de cualquier disidencia en su
propio seno y una brutal represión a toda oposición organizada externa, fuera
sindical, política e incluso clerical. Pero también había interesantes
diferencias. En España hay una caricatura de democracia en los municipios,
cuyos consistorios son votados por un sistema de tercios: un tercio de los
concejales era elegido por los cabezas de familia, un tercio por las corporaciones
y un tercio por los sindicatos verticales. Se dieron casos curiosos que, sin
oponerse al régimen, pusieron en marcha programas un tanto reformistas, pero
los alcaldes eran nombrados por el gobierno y el control real lo ejercían los
gobernadores civiles provinciales. En Portugal es el presidente de la república
el que se sometía a elecciones, aunque siempre se presentaba un hombre del
régimen. Además, ante cualquier eventualidad, el poder real lo tenía el primer
ministro, que siempre era Salazar. El caso es que en 1958 aparece, como
siempre, un candidato oficialista, que era el almirante Americo Thomaz, el cual
iba a ganar las elecciones sin salir de la cama. Pero resulta que se presenta
también un general prestigioso, que es Humberto da Silva Delgado. Era el hombre
que había creado la moderna fuerza aérea portuguesa, que había fundado la TAP,
la compañía aérea comercial de bandera, y que había sido agregado militar de la
embajada en Washington. Estamos hablando de un personaje con gran prestigio,
tanto en los ámbitos militares como, en general, en todo el país.
M.A.: Un personaje de fuste.
D.M.R.: Efectivamente y, además con una
historia muy curiosa desde su juventud hasta esos días. Había nacido en 1906,
por lo que tenía 51 años cuando se presenta a esas elecciones, y es uno de los
militares que participa en el golpe de mayo de 1926, uno de los jóvenes
oficiales que derriban la república liberal y que dan paso a una dictadura
castrense que, poco después, desembocó en el Estado Novo, una experiencia
fascista dirigida por Antonio de Oliveira Salazar. Es un hombre partidario del
ideario corporativista y, sobre todo, un furibundo anticomunista. Y, al
contrario que Salazar, que siempre mantuvo reticencias y distancias, Delgado
nunca ocultó la enorme admiración que tenía por Hitler. De hecho, tiene
escritos sobre Hitler que son tan laudatorias que no lo hubieran llevado a Nürenberg,
si la historia del final de la guerra hubiera sido otra, porque sólo era cuestión
de opinión. Otra cosa le hubiera sucedido al español Serrano Súñer, criminal de
guerra y de paz y cómplice de genocidio. La evolución de Delgado es muy
llamativa, sobre todo porque se produjo en muy pocos años. No es la de los
franquistas reconvertidos, que echaron veinte o treinta años en recorrer el
camino, sino que hablamos de cinco o seis. Tal vez se decepcionó con aquella
ideología de la rápida victoria y de la superioridad fascistas. Su cambio se
inicia cuando participa representando a Portugal en los acuerdos secretos con
Gran Bretaña para tratar de la instalación de bases militares en las Azores, en
los albores de lo que luego iba a ser la OTAN. Puede que le pasara lo que les
pasó a algunos militares españoles en los años ochenta, cuando empezaron a tratar
con otro tipo de militares, como los británicos, los norteamericanos, los
franceses… Después, en 1951 y 1952, es procurador de la Cámara Corporativa,
como se llamaban los diputados y el parlamento de la dictadura, donde ya
sorprende a muchos por sus posiciones, las de un hombre tenido hasta entonces
por un esencialista del régimen. En 1953 es enviado como jefe de la misión
militar portuguesa en Washington y allí se consuma el cambio. Asume los
principios democráticos, estudia la historia de los Estados Unidos y se
entusiasma con ella, y comprende que el ejército debe estar subordinado al
poder civil, siempre y cuando, ese poder sea legítimo, es decir, elegido por el
pueblo. Es entonces cuando empieza a tener contactos con la oposición al
salazarismo.
M.A.: Y formó el Directorio
Revolucionario Ibérico de Liberación, que era un grupo armado formado por
antisalazaristas y antifranquistas.
D.M.R.: Sí, pero ese es un paso que da
después de las elecciones. El asunto del DRIL es muy interesante, aunque no
tuvo la importancia de otros grupos armados. Si escribiéramos la historia de
los movimientos armados europeos, el DRIL tendría dos o tres párrafos y poco
más. Quedaría como una pálida sombra al lado del IRA y de la ETA, y muy por
detrás de las Brigadas Rojas y de la Fracción del Ejército Rojo, el grupo de
Baader y Meinhof, e incluso del FRAP. También quedaría por detrás de sus
contemporáneos los anarquistas GARI y MIL y algunos posteriores como la FIGA. Y
desde luego, a enorme distancia de los grupos guerrilleros socialistas,
comunistas y anarquistas de la posguerra española.
M.A.: Pero llama la atención que alguien
que hablaba tan bien de Hitler forme, pocos años después un directorio
revolucionario.
D.M.R.: Permítanme seguir el hilo
conductor histórico. Delgado, ante la ruina social y económica de Portugal,
decide presentarse a las elecciones. La oposición portuguesa, incluídos los
socialistas, se agrupó en torno a su figura. Los mítines de Humberto Delgado
eran multitudinarios. Cuando yo era niño, hablo de los primeros setenta, veinte
años después, oía hablar de los miles y miles de personas que asistían, pese a
los impedimentos que ponía el gobierno, que no siempre eran simples avisos o
advertencias. La cosa subió mucho de temperatura cuando hizo unas declaraciones
que reprodujo la prensa de medio mundo, recordando que el presidente de la
república tenía la potestad legal de destituir al primer ministro, afirmando
que, de llegar al cargo, pensaba destituir a Salazar. Eso puso ya en guardia
hasta a los más tibios componentes del régimen. El fraude electoral fue
impresionante pero, aún así, Delgado logró el 24 por ciento de los votos.
Salazar actuó rápidamente y ordenó a la policía política, la PIDE, que
controlara todos los movimientos del general y éste se vio forzado al exilio,
primero en Brasil, después un breve período en Italia y Francia, para acabar
estableciéndose en Argelia. Es entonces cuando empieza a pergeñar la idea que
desembocará en la constitución del DRIL. Él llega al convencimiento de que sólo
un levantamiento militar podía derribar a la dictadura y entiende que es
necesaria una fuerza política, también violenta si es preciso, que prefigure un
gobierno civil o, al menos, cívico-militar de carácter provisional. Estamos
hablando de muy pocos años antes de la revolución de los claveles. Estamos
hablando de un momento en el que los que iban a ser los capitanes de abril
estaban en la academia. Los Eanes, Salgueiro, Saraiva de Carvalho, eran entonces
cadetes o tenientes recién salidos de la academia, sin mando efectivo sobre
tropa. No hay altos oficiales con los que contar, como no los iba a haber en
abril de 1974, cuando tienen que recurrir a un hombre esquinado y conservador,
aunque de talante liberal y casi seguro que masón, como era el general Spínola.
Humberto Delgado, con ese planteamiento, buscó alianzas interiores y exteriores
e hizo un llamamiento al ejército para que no colaborara en las atrocidades que
el gobierno cometía, tanto en la metrópoli como en las colonias. Esa es la base
de lo que sería después el DRIL. Y aquí surge una de esas paradojas tan
frecuentes y tan poco estudiadas. La historia está llena de grandes paradojas y
la historia de Portugal particularmente, por su propia formación como nación.
tal vez muy por encima de la media. Se encuentra con una aliada que seguramente
no esperaba, la condesa María Pía de Sajonia-Coburgo, que era la última
representante viva de la casa de Braganza, la dinastía asturlusa que logra la
primer independencia de Portugal. Esta princesa, que así se la conocía entonces
entre los portugueses, ayudó a Delgado económicamente, permitiéndole una vida
medianamente cómoda en Argel. Es más, María Pía de Braganza le ofrece una de
sus propiedades en Roma para que tenga allí su residencia, en la idea de que, viviendo
en Europa, las democracias se vieran más obligadas a posicionarse contra la
dictadura salazarista y a apoyar la lucha del general disidente.
M.A.: ¡Qué curioso!
D.M.R.: ¡Claro que es algo muy
llamativo! Un militar golpista que elogia a Hitler en su día, que se
reconvierte a demócrata en muy poco tiempo, que acaudilla lo que podría ser una
sublevación militar desde posiciones izquierdistas, de una izquierda no
comunista estrictamente hablando pero sí radical, y ahora apoyado con dinero y
con todas sus relaciones internacionales por una Sajonia-Coburgo.
M.A.: ¿Qué es exactamente el DRIL y qué
pretende?
D.M.R.: El DRIL es una organización
clandestina que pretende derribar a las dos dictaduras de la península, los dos
únicos regímenes fascistas que siguen vivos tras el final de la guerra en 1945.
La idea es impulsar desde fuera una reacción militar porque piensan que no es
posible un levantamiento popular, que sólo existe la posibilidad de éxito si hay
un pronunciamiento castrense, un cuartelazo. Humberto Delgado y otros
dirigentes portugueses chocan por esta estrategia con los españoles del DRIL
porque piensan que en Portugal sí es posible una reacción militar contra
Salazar pero la ven del todo imposible en España contra Franco. La razón estaba
de parte de los portugueses porque, en el fondo, Portugal era un régimen
fascista pero no una dictadura militar. Salazar es un civil, un catedrático de
derecho, sin lealtades personales en el ejército y sin haber vencido en una
guerra. Franco es todo lo contrario, es un hombre que cuenta, especialmente,
con la lealtad de los militares. Además, en España el ejército es omnipresente
y sus mandos, al menos hipotéticamente, tienen el poder. Eso no era cierto y la
oligarquía financiera y terrateniente es más poderosa en España que en
Portugal, y los mandos militares y los populistas de Falange no eran sino
marionetas patéticas. Además, el régimen portugués siempre había tenido un
punto anticlerical frente a los meapilas españoles, con lo que la iglesia,
aunque ya en un proceso de desapego tras el concilio, seguía avalando
ideológicamente a Franco. El caso es que Humberto Delgado no cree que la
posibilidad que se abre en Portugal sea posible en España.
A.F.: Eso dejaba en muy mala posición al
DRIL español.
D.M.R.: La verdad es que, aunque
hablamos de los españoles del DRIL, lo cierto es que, aunque había catalanes, madrileños,
valencianos… casi todos eran gallegos.
M.A.: Son los de la fusión, son los
primos…
D.M.R.: Hay dos grupos gallegos en el
DRIL que son los que más militantes aportan a la organización. El más
importante es la Federación de Mocedades Galeguistas y el otro es la UCEANGA,
que tal parecería un movimiento de Mozambique, siglas que responden (siempre lo
apunto porque es complicado no alterar las palabras) con Unión de Combatientes
Españoles Antifranquistas Nacionalistas Gallegos, compuesto, casi en su
totalidad, por residentes en Venezuela. El principal dirigente de estos grupos
gallegos del DRIL era Jorge de Soutomaior, un antiguo militante del Partido
Comunista de España que había sido en su día comandante de la marina
republicana. ¿Qué era el DRIL? Es una organización muy difícil de catalogar. En
primer lugar, tuvo una vida efímera, desde 1959 a 1964, y, además, estaba formado
por comunistas, republicanos, socialistas, nacionalistas, anarquistas… Estaba
muy influido por la revolución cubana, concretamente por el guevarismo. De
hecho, algunos miembros del DRIL acabaron combatiendo mano a mano con el Che en
Bolivia. Tuvieron poca actividad pero sonada en 1961. Pusieron bombas en el
ayuntamiento de Madrid, en la sede del Movimiento Nacional, también en Madrid,
y en el tren correo Madrid-Barcelona. No hubo víctimas, no hubo sangre, pero el
único detenido fue ejecutado el 8 de marzo por el régimen franquista, con muy
pocas garantías en el proceso, como es de suponer. Más resonancia tuvieron las
bombas en estaciones ferroviarias de Bilbao y San Sebastián. En esta última
ciudad, en la estación de Amara, murió una niña de 22 meses que se llamaba
Begoña Urroz. El DRIL revindicó el atentado, lamentando que hubiera una víctima
y, especialmente, que hubiera sido una niña de 22 meses. Sin embargo, siendo
Lluch ministro, se atribuyó el atentado a ETA. Habían pasado muchos años y ahí
estaba la reivindicación del DRIL. Un poco después, siendo Bono presidente del
Congreso, se declaró unánimemente el 27 de junio, fecha del atentado, como día de las víctimas del terrorismo,
afirmando que se trataba del primer atentado mortal de ETA. Contra toda
evidencia la cosa siguió adelante, aunque lo cierto es que el primer atentado
mortal de ETA sigue siendo el del guardia de tráfico Pardinas, que ni siquiera
fue una acción preparada de antemano. Pero aquí funcionan las cosas como
funcionan. La acción más importante y espectacular del DRIL fue el secuestro en
medio del Atlántico del barco Santa María, que cubría la línea
Caracas-Lisboa-Vigo. Pretendían llamar la atención de la opinión internacional
y, muy especialmente, obligar a posicionarse sobre los gobiernos de Franco y de
Salazar a Brasil y a Venezuela. Fue una operación rocambolesca y acabaron
entregando el barco porque se vieron solos, sin apoyo de ningún gobierno, salvo
una tímida declaración llegada de La Habana. El último comunicado del DRIL es
de noviembre de 1964. La realidad es que se trataba de una organización de muy
complicada supervivencia. Era un grupo hispanoportugués frente a dos realidades
muy distintas, con grandes disensiones ideológicas internas, perseguido por dos
dictaduras brutales y con escasa base popular, por no decir ninguna. También
influye en su desaparición las presiones que el PCE ejerce sobre Fidel Castro
para que deje de apoyarlo. Castro siempre había ayudado al DRIL, sobre todo
porque compartían su visión anticolonialista. No hay que olvidar que Cuba apoyó
a los movimientos independentistas de Angola y Mozambique desde el principio.
Por eso Castro tenía como enemigo al régimen de Salazar pero no al de Franco,
con el que mantenía cordiales relaciones. El PCE ya tenía muy avanzada su
estrategia de reconciliación nacional
que, unos años después, pese a la palabrería de la ruptura, iba a llevar a la
reforma política y a una democracia salida de la modificación del franquismo.
Con todo esto, el DRIL se muere por simple consunción.
M.A.: Tuvo David Rivas una relación
indirecta con el DRIL. Cuéntenos cómo fue aquello.
D.M.R.: Fue una astracanada propia de la
paranoia policial. La última vez que pasé por la DGS fue el 17 de diciembre de
1979. Me tuvieron allí tres días bajo la ley antiterrorista. Eran los días de
la última gran huelga estudiantil, contra la promulgación de la ley de
autonomía universitaria de la UCD, que se saldó con el asesinato de dos
estudiantes en Madrid, en la glorieta de Embajadores. Uno de ellos, Emilio
Martínez, era de Cangas del Narcea. Yo estaba en el Comité de Resistencia de la
Complutense, un grupo fuera del control del PCE. El caso es que, en uno de los
interrogatorios, me preguntaron por el DRIL. ¡Estábamos a veinte días de 1980!
Aquello era absurdo. Pues la clave estaba en que el padre de un compañero mío
pertenecía al directorio y residía en Francia. Se apellidaba González-Mata pero
no recuerdo su nombre. Y sí, lo conocía. Había estado una vez con él y con su
hijo en un café de Madrid, creo que en el Comercial de la glorieta de Bilbao.
También sabía que había sido miembro del DRIL. Su hermano Luis era miembro de
los servicios secretos españoles y tenía en Francia como nombre clave el de
Cisne. De hecho, publicó un libro a finales de los setenta titulado Cisne. Yo fui espía de Franco, en el que
aborda, entre otras cosas, el asesinato de Humberto Delgado. Los dos hermanos
se encontraron en París y el del DRIL dormía en el metro sobre un jergón que
siempre llevaba consigo: era una colchoneta rellena de millones de francos
procedentes de un atraco para financiar a la organización. Nunca tocó ni un
franco para ir a un hotel. Lo cuenta Cisne en su libro. Otro capítulo para la
película de espías de Monchi Álvarez sobre Humberto Delgado y el DRIL.
M.A.: Y llegamos al asesinato de
Humberto Delgado, que tiene lugar en España.
D.M.R.: El principio del fin del general
Delgado ya arranca en 1961. Consigue reunir a varios altos mandos militares,
entre ellos el ministro de defensa, para preparar un golpe de estado. Eso nos
indica con claridad cómo estaba de carcomida la dictadura portuguesa, con el
mismísimo ministro de defensa, Botelho Moniz, participando en los preparativos.
El golpe fracasa, precisamente porque, como decía antes, no hay oficiales
intermedios, capitanes, que tuvieran mando efectivo en la tropa. De hecho, ni
siquiera salen soldados a la calle. Tres años después, ya con el DRIL a pleno
funcionamiento, Humberto Delgado se reúne en París con supuestos
antisalazaristas para preparar una nueva intentona, pero resultan ser agentes
del gobierno. Ese era otro de los problemas de aquellos grupos de los sesenta:
tenían infiltrados por todas partes. Llegó a haber arrestos de grupos y de
comandos, no sólo del DRIL sino también de otras organizaciones, en las que la
mitad de los detenidos resultaron ser policías. El caso es que acuerdan un
encuentro en Villanueva del Fresno, a orillas del río Olivenza, un lugar
frecuentado por contrabandistas, en la provincia de Badajoz, muy cerca de la
frontera portuguesa, y allí asesinan al general y a su secretaria, Arajaryr
Moreira de Campos, que era brasileña. Arrojan los cuerpos a una fosa natural,
envueltos en cal y ácido, y los cubren con tierra. Los cadáveres aparecen dos o
tres meses después, encontrados por unos pastores cuyos mastines escarban la
zanja, y los trasladan al cementerio del pueblo. Rápidamente son identificados
y la prensa se hace eco del asunto. Yo conocí, siendo jovencito, con 15 o 16
años, a uno de de los que participaron en un primer momento. Era Enrique
Rangel, amigo de mi padre, un pequeño empresario de instalaciones eléctricas de
Badajoz. En aquellos días era alférez de milicias universitarias y, aunque no
tuvo un papel importante, sabía mucho del caso porque era el oficial del
ejército que estaba presente en el lugar. Por eso el asesinato del general
Delgado es para mí algo muy cercano, porque lo oyes de alguien que estaba allí
y cuando eres adolescente, con los oídos muy abiertos y la imaginación despierta.
Por cierto, Rangel me regaló cuando yo volvía a Lisboa, el libro de Chamizo El miajón de los castúos, unas rapsodias
en el asturiano de Extremadura. El cadáver de Humberto Delgado, junto con el de
la secretaria, es enterrado en una tumba de Villanueva del Fresno hasta que,
tras la revolución de los claveles, lo trasladan al Panteón Nacional de
Portugal. Nada se sustanció del crimen, ni en España ni en Portugal. Sin
embargo, el comisario de policía español que llevó la investigación la
completó, aportando todo lujo de detalles, con nombres, circunstancias, fechas…
Los hechos estaban más que probados. Por su parte, el juez de Olivenza abrió la
instrucción y se mostró dispuesto a llevar adelante el proceso por doble
asesinato. Es decir, la policía y la judicatura cumplieron escrupulosamente con
sus funciones. Pero todo fue suspendido por órdenes del gobierno, parece ser
que, directamente, desde El Pardo. Ya en los ochenta Portugal pidió la
extradición del autor material, que era conocido precisamente por la
investigación policial española de 1965, pero la Audiencia Nacional de una
España con ya una década de democracia, la denegó. El autor material era el
portugués Casimiro Monteiro, agente de la PIDE y que había sido voluntario en
la División Azul en la campaña de Rusia, siguió viviendo en España y, ya con
muchos años, iría a morir a Portugal, a Cascais.
A.F.: En unos tiempos no se investigó
por unas razones obvias y en otros no sé por qué razones.
D.M.R.: Creo que por razones también obvias.
A.F.: Muchas gracias, profesor Rivas,
economista, humanista y amigo del programa. Un abrazo.
D.M.R.: Y repunante. Un abrazo a Monchi Álvarez.
M.A.: Un abrazo.