"La reforma de la PAC es un avance de enorme importancia"


 

Alejandro Fonseca: Se la conoce como PAC. Es la política agrícola común, creada en Europa en 1962, una de las bases fundamentales de la actual Unión Europea y uno de los nervios que mantienen viva a la misma Unión. En los últimos días ha tenido unas modificaciones que pretenden reforzar la sostenibilidad, los aspectos ambientales. Vamos a comentar con nuestro amigo y economista David Rivas los pormenores de esta nueva PAC. Buenas tardes, profesor.

David M. Rivas: Buena tarde, amigo Fonseca.

A.F.: Hablamos de uno de los elementos más importantes de la Unión.

D.M.R.: Es una pieza básica de nuestra configuración. Siempre hay que saber de dónde venimos, de dónde procedemos y de cómo y por qué se hicieron las cosas. Cuando nace la Unión Europea, entonces un simple mercado común, sólo cuenta con una política unitaria, totalmente integrada, con cesión completa de competencias por parte de los seis miembros que la conforman. Esa política es la agrícola. Tenía tres objetivos. Por una parte se trataba de que los campesinos tuvieran una renta como la media de los obreros industriales. La segunda intención era la de mantener una cierta seguridad alimentaria, en aquella Europa que salía de los escombros de la mayor catástrofe bélica de su historia. Y el objetivo tercero era que los precios de los alimentos fueran bajos, para permitir también salir de la hambruna que estaba en el horizonte todavía en 1957. Y así se vino trabajando hasta hace unos años. Tras la reunión de Cork, que fue hace veinte años, más o menos, se dio un salto importante en la PAC, introduciendo objetivos ambientales y criterios de sustentabilidad, que luego se verían reforzados por la posición de la Unión Europea, la más avanzada del mundo, en torno al protocolo de Kioto y a los acuerdos de París. Una nueva PAC, aunque todavía con defectos, es una apuesta de futuro, no sólo para Europa, sino para la supervivencia misma de nuestra especie.

A.F.: Parece ser que Europa marcha en esa dirección, aplicando fondos para una agricultura sostenible ecológicamente.

D.M.R.: Es un avance muy importante pero tampoco es para echar las campanas al vuelo. Estas reformas que vemos ahora suponen un cambio de fondo. Además, fueron aprobadas por una mayoría aplastante, con el único voto contrario de Lituania y la abstención de Letonia, Bulgaria y Rumanía. Yo no quisiera menospreciar a ningún país, siendo como soy asturiano, hijo de una nación pequeña y minorizada, pero estamos hablando de cuatro países estadística y políticamente de muy bajo peso. Esta reforma tiene un problema, y es cosa paradójica, porque no atiende a la rentabilidad de las explotaciones. No obstante, a mí me parece una buena reforma. Fueron dos años de negociaciones, unas negociaciones muy duras. Sin ir más lejos, los acuerdos sobre los fondos para hacer frente a la covid, con la mutualización de la deuda, que es un salto cualitativo sensacional para Europa, los tomaron en 48 horas. Pues aquí hablamos de dos años. El modelo agropecuario europeo es muy complicado. Cuando eran nueve o doce socios todo era sencillo: Francia marcaba las directrices e Italia las matizaba. Ahora no es así. Hay una agricultura, ganadería más bien, nórdica, un este con un campesinado de bajas rentas, una España polarizada entre un mundo olivarero y cerealístico y otro ganadero, forestal y pesquero, y otras casuísticas varias. Y estos acuerdos nos llevan al año 2027, entrando ya en un medio plazo, casi un largo plazo.

A.F.: También creo que es importante, profesor, que esta reforma favorece a las pequeñas explotaciones, mientras que antes era lo contrario o, al menos, esa era la sensación que teníamos.

D.M.R.: A mi juicio, eso es de lo más importante de esta nueva PAC. Hasta ahora el agricultor no cobraba por kilogramos o por litros sino por extensión. Se premiaban las hectáreas. De esta forma, la casa de Alba, los Domeq, el grupo Ebro (con las marcas Sos, La Fallera, Brillante, La Cigala), Mercadona, el grupo García Carrión (los de Don Simón), eran los más beneficiados de la generosidad europea. Un propietario de cien cabezas de toros de lidia podía recibir diez veces más fondos que un propietario de cien cabezas de casina porque tenía muchas más hectáreas. Esto ahora se ha modificado, no del todo pero sustancialmente. Los eurócratas se han dado cuenta de que el pequeño productor contribuye a la seguridad alimentaria, conserva el medio ambiente mucho mejor, mantiene el paisaje, que es un recurso económico de importancia creciente. Es el agricultor-paisajista-jardinero. Yo sé muy bien que esto de ser los jardineros del rural no les gusta mucho a los campesinos. Vivo entre ellos y sé que están un tanto hartos de que vengan a hacerles fotos mientras trabajan como si fueran monos de feria. El otro día decía Ramón Alba, de la Unión Campesina de Asturias, que ahora les piden que tengan sus explotaciones como si fueran el Campo de San Francisco de Oviedo. Es una exageración, evidentemente. Alba mejor se hubiera ahorrado esa patochada, Pero no deja de tener cierta lógica lo que dice. Están los campesinos un poco cansados de los ecourbanitas que no saben por dónde mea una vaca o si las orejas las tienen delante o detrás de los cuernos. Pero el caso es que este cambio de orientación es muy importante. Estamos hablando de 400.000 millones de euros. No es un montonín de duros, no.

A.F.: Estamos hablando de 72.000 millones para España, de los que habrá que devolver 42.000. Es un montón, por decirlo coloquialmente, y usted me habla de 400.000 millones.

D.M.R.: Son trescientos noventa y tantos, no recuerdo el monto exacto.

A.F.: Además hablamos de un plazo amplio.

D.M.R.: En principio estamos hablando del horizonte del 27. El modelo actual de la PAC termina en el año 22 y esta nueva arranca en el 23 y llegaría hasta 2027 o 2028. Quedan algunos flecos que pueden traer problemas, cuestiones que a mí me gustan más bien poco. Hay un riesgo de cierta renacionalización porque han dejado demasiada competencia a los estados, con el agravante de que las medidas obligan a los gobiernos pero no a los particulares, con lo que esos gobiernos van a tener una capacidad discrecional muy notable. En eso tenía mucha razón Ramón Artime, el secretario de ASAJA, cuando decía hace unos días que los planes no estaban del todo diseñados. Artime no es precisamente un agroambientalista, pero es un tipo inteligente que sabe lo que se trae entre manos. Yo, que como bien saben usted y los oyentes que me conocen, soy profundamente europeísta, tengo bastante prevención a devolver poderes a los gobiernos y, particularmente, a gobiernos como el español, que, con un partido o con otro, tira al centralismo como la cabra al monte, valga el símil ganadero.

A.F.: Lo cierto es que la experiencia nos dicta que no fueron muy bien las cosas cuando los gobiernos nacionales distribuyeron los fondos europeos.

D.M.R.: Por lo que respecta a España, y por eso hablaba antes de mi prevención a que Madrid tome las riendas, nos encontramos con un viejo problema. España es un reino que siempre ha desatendido a sus territorios atlánticos. Por decirlo en claro, los gallegos, los asturianos y los leoneses siempre fuimos maltratados por la política agrícola. Somos los paria de un mundo mediterráneo, la periferia de la periferia. Desde la negociación de entrada en la hoy Unión Europea se salvaron las montañas de remolacha azucarera, los ríos de vino peleón, los lagos de aceite, sacrificando la ganadería extensiva, la pesca de bajura, el sector lácteo… Esta reforma de ahora viene muy bien porque estos países del noroeste de la península son los que mejor mantienen el ecosistema. Son países muy poco contaminados, con escaso uso de productos químicos fitosanitarios. Asturias, por ejemplo, es la comunidad con menor contaminación de fósforo en los acuíferos de toda Europa, También hubo barbaridades, es verdad, como lo de los eucaliptos, sobre todo en Galicia, donde plantaron hasta en las islas pequeñas de las rías, pero la situación no es comparable con otras zonas. Nuestra agricultura y, muy especialmente, nuestra ganadería, es bastante sostenible ambientalmente. No sólo eso: la mayor biodiversidad se encuentra en ese espacio en el que se cruza el bosque más o menos primigenio y la tierra trabajada por el hombre. También pasa lo mismo en la dehesa extremeña, por ejemplo. Por eso me preocupa que la potestad para aplicar las nuevas normas sea del gobierno español, porque, por razones electorales y de clientelismo, acaben los fondos europeos en la agricultura intensiva del sur y del sureste. Es un modelo muy poco sostenible ambientalmente y también muy lamentable en cuanto a relaciones laborales y derechos básicos, que no debemos olvidar.

A.F.: Ese no es el deseo de la Unión Europea, evidentemente. Todo señala a que se defiende la pequeña explotación y la protección del medio ambiente. ¿Lo entenderá así el gobierno de España?

D.M.R.: Pues no lo sé. Oía ayer al ministro Planas decir que los 47.000 millones que van a llegar al reino eran más que suficientes. Yo tengo mis dudas al respecto. En medio de esta pandemia, con un horizonte incierto para 2021 o puede que más allá, me parece que Planas es un tipo muy optimista. Pero, en fin, seguro que tiene más datos que yo, que soy un simple profesor jubilado de una universidad pública que se nutre de noticias de prensa y de leer informes e investigaciones científicas. Pero me llama la atención la observación de la ministra de agricultura alemana, que es quien dirigió las negociaciones al final porque le correspondía a Alemania la presidencia semestral de la Unión. Ella, Julia Klöckner, estaba entusiasmada con la idea de que esta reforma abría grandes posibilidades al sector primario de los países atlánticos. Y, hombre, amigo Fonseca, yo me fío más de la ministra alemana que del ministro español, y no por nada ideológico, sino tan sólo por saber algo de historia, algo de economía y tener un poco de sentido común.

A.F.: Es David Rivas, profesor, amigo de esta buena tarde, siempre dispuesto a comentar estos asuntos europeos. Es un gran europeista, como saben los oyentes, y economista de cabecera de este programa. Un abrazo, amigo.

D.M.R.: Un abrazo, Fonseca.

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