"La nación española y la reconquista es una historieta inventada en el siglo XIX"
Monchi Ávarez: A las
cinco y veinticuatro de la tarde el economista y humanista David Rivas, amigo
del programa, viene a dar con nosotros un paseo por la historia, recordando
tres veranos, dos batallas y un acuerdo. Verso libre en La buena tarde, como es siempre David Rivas. ¿Qué tal profesor?
David M. Rivas: Buena
tarde, Monchi Álvarez, pues muy bien, aquí en casa con un poco de calor.
M.A.: Me acompaña Víctor
Guillot, que está muy interesado en lo que nos podrá contar. Y me dicen los guionistas
que le favorece la barba, cosa que nada tiene que ver con lo que estábamos
presentando pero había que decirlo.
D.M.R.: ¡Hombre!, es que
tengo un parecido a Sean Connery en La
caza del Octubre Rojo.
Víctor Guillot: ¡Qué gran
película!
M.A.: Sí, sí, peo de
lejos y de espaldas. No nos pasemos.
D.M.R.: ¡Jajajá…!
M.A.: Vamos con la
primera fecha, 14 de agosto de 1084, con una batalla, la batalla de Morella.
D.M.R.: La batalla de
Morella no tiene gran importancia en la historia pero sí es un suceso muy
interesante para interpretar la historia. En esa batalla se enfrentan dos
ejércitos: de un lado el del rey de la taifa de Zaragoza, el árabe Al-Mutaman,
y del otro el de Al-Mundi, rey de la taifa de Lérida, también árabe, también
musulmán. Pero del lado de los leridanos combaten también tropas de Sancho
Ramírez, rey de Aragón, es decir, tropas cristianas. Pero es que quien dirige
al ejército zaragozano no es otro que el Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, un
castellano cristiano.
M.A.: Esto no nos lo
contaron en la escuela…
D.M.R.: ¿Por qué digo que
la batalla tiene una importancia relativa?, pues porque su resultado no
modificó gran cosa las fronteras ni el equilibrio de fuerzas. El Cid y los
árabes de Zaragoza destrozaron el ejército leridano-aragonés y eso contribuyó a
consolidar la situación previa: Alfonso VI de León se aprovecha de que un
vasallo suyo frene el expansionismo aragonés y confine aún más a los musulmanes
de Cataluña, Castilla se va reforzando como entidad y Córdoba está quieta
porque no quiere entrar en guerras intestinas entre los propios moros. De haber
sido el resultado contrario, tal vez muchas cosas hubieran cambiado, principalmente
porque los aragoneses habrían tomado Zaragoza, el islam se habría reforzado aún
más en Cataluña y Castilla hubiera sido estrangulada por los asturleoneses.
Tendrán que pasar más de veinte años para que Aragón se recupere, tras la
subida al trono del hijo de Sancho Ramírez, Alfonso I el Batallador. Alfonso es
un joven educado por cistercienses, concretamente por la facción de la que
nacerían los templarios. Es un rey cruzado que rompe cualquier pacto con los
musulmanes y toma Zaragoza en 1118. Él va a ser el verdadero creador del reino
de Aragón.
V.G.: Esto confirmaría
que el Cid era un mercenario.
D.M.R.: Era un hombre de
la baja nobleza de un país periférico como Castilla, alejado de los centros de
poder y de cultura de León, Oviedo o Compostela. Posiblemente era un hombre de
gran prestigio militar, carismático, a veces con un hondo comportamiento ético,
como nos dice el poema, pero, sobre todo, es un ejemplo del guerrero de fortuna,
un superviviente de frontera. Viendo la película de Mann, yo creo que a la
figura del Cid le hubieran sacado mayor partido cinematográfico el Ford de La diligencia, el Logan de La leyenda de la ciudad sin nombre o el
Huston de El juez de la horca.
M.A.: Decía que la
batalla de Morella no tiene gran importancia pero que sí es un suceso
interesante para analizar la historia.
D.M.R.: Sucesos como esta
batalla, porque hubo bastantes más, ponen en tela de juicio esa visión lineal
de la historia que nos quiere contar que unos cuantos cristianos que añoraban
la corte de Toledo se sublevaron en los montes de Asturias y, después de ocho
siglos de penoso batallar, acaban tomando Granada, el último baluarte árabe.
Vemos que no fue así, que no hay nada de lo que nos cuenta Sánchez Albornoz o
Américo Castro con su historieta del origen de la nación española y la reconquista,
un invento del siglo XIX más propio de los guiones naif de Disney.
V.G.: Hay autores como
Francisco Tomás y Valiente que reconocen el carácter negociador, de cómo se
repoblaron tierras mediante pactos, de cómo los reyes daban privilegios, cartas
puebla, fueros…, muchas veces con independencia de si eran cristianos o
musulmanes.
D.M.R.: También pesaba
mucho el carácter o la formación de determinados personajes. Toda repoblación,
todo proceso migratorio lleva asociados conflictos, evidentemente, pero se
pueden amortiguar más o menos según quién gobierne. Hubo reyes cristianos y
altos clérigos muy intolerantes, como también hubo emires, califas e imanes muy
intolerantes. También los hubo del carácter opuesto. Yo siempre hago una
caricatura sobre esos siglos: dos días a la semana guerreaban moros contra
cristianos, otros dos tenían guerras civiles entre ellos y los otros tres
comerciaban, intercambiaban piezas musicales y los más cultos discutían sobre
Aristóteles.
V.G.: La segunda
batalla sí que es fundamental en la historia de Europa: la batalla de
Aljubarrota.
D.M.R.: Es un suceso
crucial en la historia. Es fundamental para Portugal, que se asienta
definitivamente como reino tras casi un siglo de zozobra y a dos justos de la
muerte de Alfonso Henriques. Hay que atender a qué momento nos estamos
refiriendo. Hablamos de 1385. La peste negra está más que diezmando Europa; la
guerra entre Inglaterra y Francia se hace interminable, pasando a la historia
como la de los cien años, y
devastando Francia; los reyes no consiguen imponer su autoridad sobre los
nobles en Aragón, en Portugal, en Alemania; la iglesia está en convulsión
cismática cada dos por tres; los otomanos se están convirtiendo en una
potencia, tomando tierras de Grecia y de Valaquia y presionando peligrosamente
a Hungría… En este contexto las hambrunas son terribles y las rebeliones
campesinas se extienden por todo el continente. En aquel momento el único reino
estable era el de Castilla. Juan I de Trastamara, aprovechando esa
circunstancia y también que sus relaciones con Córdoba son amistosas, reclama
la corona de Portugal, aduciendo derechos por vía de matrimonio y amparándose
en que el trono es sede vacante. Las cortes portuguesas, reunidas en Coimbra,
reaccionan eligiendo como rey al gran maestre de la Orden de Avis, heredera de
la Orden del Temple, quien ciñe la corona como Juan I. Ante ese hecho, los
castellanos invaden Portugal en junio de 1385. La infantería es castellana y la
caballería francesa, sumando unos treinta mil hombres. La caballería francesa,
la antigua caballería franca de las cruzadas, era un arma potentísima pero
lenta. Es por eso por lo que no llegan a Lisboa, sino que los portugueses salen
al encuentro del ejército francocastellano cerca de Leiría, en las lomas de
Aljubarrota, la mañana del 14 de agosto. El ejército de Juan de Avis, unos
quince mil hombres, estaba compuesto por infantería y caballería portuguesas y
arqueros ingleses. La diferencia de combatientes era favorable a Juan de
Trastamara en una proporción de dos a uno. Es una batalla muy interesante que
aún hoy se estudia en algunas academias como ejemplo de batalla medieval con
concepciones diferentes de la estrategia por parte de cada bando. Juan de
Castilla tiene puesta su confianza en la caballería francesa, toma la
iniciativa y la lanza al ataque. Evidentemente, las líneas de los infantes
portugueses no resisten después de dos cargas. Juan I de Castilla, considerado
históricamente como un buen estratega militar, prepara a su inmensa infantería
para rematar la faena ante unos portugueses diezmados con una caballería escasa
y mal pertrechada. Pero el rey castellano cometió el mayor error que, según
Napoleón y Clausewitz, puede cometer un general: minusvalorar el genio del
enemigo. El condestable Nuno Alvares Pereira reacciona con rapidez y cambia en
breve tiempo toda su táctica: coloca a los arqueros ingleses en los flancos, no
en el fondo como era lo habitual, con una simple orden: no dejar de disparar
sobre los franceses y olvidarse de los castellanos. La lenta caballería franca
sufre un número de bajas enorme y Alvares Pereira lanza entonces a su
caballería, compuesta por la nobleza portuguesa y los caballeros de la Orden de
Avis, una caballería ligera que combate al estilo árabe. La derrota castellana
fue total, muriendo en los cerros de Aljubarrota lo más granado de su nobleza. Los
números de la matanza son de pánico. En desbandada, miles de castellanos y
franceses fueron ejecutados por los campesinos de los concejos y las aldeas
según trataban de alcanzar la frontera. Un relato popular nos habla de Brites
de Almeida, una panadera muy fuerte con seis dedos en cada mano, que mató a cientos
de castellanos en fuga. Es una leyenda pero que nos remite a una masacre de
proporciones bíblicas.
V.G.: Y cambia la
historia de Europa.
D.M.R.: Portugal se
consolida definitivamente como reino, siendo hoy la nación que es estado más
antigua de Europa; Castilla renuncia a dominar Portugal hasta que Felipe II, ya
como rey de España, consigue una unificación que duró poco; y asistimos al
principio del fin de la guerra de los cien años porque Francia e Inglaterra
acaban dándose cuenta de que se están desangrando para nada.
M.A.: Y construyen la
catedral de Batalla.
D.M.R.: ¡Cómo sabe
Monchi Álvarez de mis debilidades! Así es, una catedral muy sobria, muy al
estilo inglés, muy del gusto de la casa de Lancaster. La catedral está
consagrada a Santa María de la Victoria, con esa ambigüedad de las catedrales
de notre dame, que nunca se sabe muy
bien si son a María de Nazaret, la madre, o a María Magdalena, la esposa. Pero
la villa de Batalla y su monasterio se consagran a Santa Ana porque, cuenta la
leyenda, fue Ana quien guió las flechas de los arqueros en Aljubarrota, mientras
que el belicoso Santiago, valedor de los castellanos, no apareció por el campo.
Y es que los arqueros de Lancaster eran mayoritariamente escoceses e ingleses
del norte, devotos de Santa Ana, la diosa madre en definitiva, la gran reina nacida del mar, que es lo que
significa en los antiguos britónico y gaélico.
M.A.: Nos está
contando que, por un lado, estaban portugueses e ingleses, y por el otro
castellanos y franceses. Y David Rivas entusiasmado con el resultado de esta
batalla, por supuesto…
D.M.R.: Jajajá… Sabe
Monchi Álvarez bien que yo soy anglófilo pero también muy lusista.
M.A.: Tiene usted
querencia por el país vecino. Además vivió allí y conoce muy bien su historia.
D.M.R.: Es verdad. Es
un país que me encanta. Tengo un enorme cariño por Portugal. Y no sólo por ser
la hija mayor de Asturias. Los portugueses aún conservan los viejos valores de
los pueblos pobres y abiertos. Es gente de raíz y, a la vez, de amplios
horizontes, porque es un pueblo de campesinos y navegantes.
V.G.: Además Portugal
es históricamente un país anglófilo.
D.M.R.: Es cierto.
Portugal siempre fue un país muy abierto al comercio. Marx decía que la forma
de producir determinaba la conciencia. Yo no soy tan determinista pero es
evidente que, cuando menos, la condiciona. Incluso la dictadura de Salazar
nunca rompió con el comercio internacional y mantuvo las tradicionales
relaciones con el Reino Unido. Durante la segunda guerra mundial Portugal
mantuvo un estatus parecido al de la España de Franco, no eran neutrales sino
no beligerantes. Pero a Salazar nunca se le hubiera ocurrido lanzar campañas
antibritánicas o antiamericanas y mucho menos enviar una división a vestir el
uniforme alemán al frente del este. No en vano Lisboa era el centro del
espionaje, el trapicheo y las reuniones secretas. Era la capital de la guerra
oculta de Europa.
V.G.: De hecho en
Casablanca, desde el protectorado francés, los visados eran para Lisboa. Una de
las personas que hizo ese recorrido desde Marruecos fue, precisamente, Claudio
Sánchez Albornoz.
D.M.R. En la película
de Bogart y Bergman se aprecia con claridad. Desde Lisboa se salía hacia Brasil
y hacia Estados Unidos y si no había peligro con la Lufwaffe, al Reino Unido.
V.G.: Nos acercamos
un poco, ¿quién lo iba a decir?, al tercer verano, a Roosevelt.
M.A.: Es verdad,
llegamos al new deal, al nuevo acuerdo.
D.M.R.: El new deal es, en mi opinión, el hecho más
importante de la historia económica de la primera mitad del siglo XX, siendo la
Unión Europea el más importante de la segunda mitad. Los dos hechos están
íntimamente ligados y, por eso, Roosevelt es el personaje del siglo. Es difícil
saber cuál fue el éxito de la política de Roosevelt porque, al acabar la guerra
y resultar Estados Unidos el único país vencedor completamente, empieza su gran
crecimiento, con unas cifras de empleo y de producción inimaginables. En esas
circunstancias no es fácil atribuir virtudes a todos y cada uno de los elementos
del modelo. Pero Roosevelt, apoyado en las teorías de Keynes, cambia
profundamente el capitalismo y nada va a ser igual tras su paso por la Casa
Blanca, lo mismo en Estados Unidos que en el resto del mundo y, muy
especialmente en Europa. El sueño de Roosevelt y, no lo olvidemos, de su esposa
Eleanor, se va a hacer realidad en la Unión Europea mucho más que en Estados
Unidos. La depresión de los treinta, el crash de 1929, es la depresión por
excelencia, la gran depresión. Siempre que nos enfrentamos a alguna situación
con cierto parecido, aunque sea remoto, aparece como un fantasma convocado por
un médium aquella depresión. Sucedió recientemente con la recesión de 2008 y
ahora con la crisis sanitaria. No hay día que no oigamos o leamos cosas como
“hay que hacer un new deal a lo
Roosevelt, hay que articular un plan Marshall, hay que restablecer el contrato
social…”. Es verdad que hay algunos
parámetros parecidos pero no estamos en la misma situación, aunque sí podemos
inspirarnos en algunas directrices. También es cierto que asistimos a la
aparición de populismos que evocan un poco al fascismo y al nazismo. No pasa lo
mismo por la izquierda porque, aunque hoy tenemos una izquierda populista, en
mi opinión más cerca del falangismo y del peronismo que de otra cosa, no hay un
referente en los años veinte porque el comunismo no era un movimiento
populista, como tampoco lo era el anarquismo, aunque encontremos algún demagogo
entre sus filas. Eran movimientos obreros y campesinos, con algunas élites muy
capacitadas entre sus dirigentes y teóricos. Tampoco hay paralelismos si
atendemos a la toma del poder: Lenin triunfa en 1917 y Mussolini en 1922,
bastante antes de la depresión. Hitler tal vez sea un fruto más claro de la debacle
económica del momento.
V.G.: Es entonces
cuando surge Roosevelt, que aparece como alguien muy a la izquierda de la
socialdemocracia.
D.M.R.: En el verano
de 1932, cuando aún faltan nueve meses para las elecciones, Roosevelt lanza la
idea del new deal. Básicamente se
trata de tirar del gasto público para subsidiar a los millones de empobrecidos
por la depresión. Pero no hay aún un planteamiento que podríamos llamar keynesiano. Roosevelt plantea salidas
populistas, algunas inspiradas en el fascismo, como la de la cooperación entre
la gran empresa y los sindicatos, un corporativismo a la portuguesa o, más
reconocible por los españoles, algo similar al sindicalismo vertical. También
tiene rasgos del fascismo italiano. Mussolini es un ideólogo, es el único
fascista con un pensamiento estructurado. Tal vez Salazar lo fuera también,
pero, desde luego ni Hitler, ni Franco, ni Perón, ni todos los que llegaron
detrás tienen un pensamiento. Mussolini fue muy copiado, incluso por
izquierdistas, aunque no lo digan. Hay que tener en cuenta de dónde se partía.
Su antecesor, Herbert Hoover, planteó que ante la depresión lo mejor era no
hacer nada. Dice, más o menos, que hay que dejar hundirse a los trabajadores, a
los accionistas, a los granjeros, a los constructores, y que ya todo se
arreglaría. Su secretario del tesoro, Andrew Mellon, va más allá y dice,
también más o menos, que hay que purgar a la economía de podedumbre y que se acabó
vivir a lo grande, y que ya los emprendedores sembrarán sobre los escombros de
los incompetentes. Yo no tengo muy claro que la frase fuera cierta pero podría
serlo cuando conoces al personaje. Es una idea muy arraigada en ciertos
sectores norteamericanos, ese darwinismo social ramplón de los millonarios.
V.G.: Me recuerda a
Ayn Rand con El manantial y La rebelión de Atlas.
D.M.R.: Puede ser,
con aquella idea de que el ego del hombre es el manantial del progreso humano. Además,
Mellon, de una de las familias más ricas de Estados Unidos, da su nombre a la
Carnegie-Mellon University, inspiradora de las de Chicago y Minesota, las del
monetarismo y el ultraliberalismo. Pero Roosevelt cambia radicalmente en 1936,
cuando impulsa lo que podríamos llamar segundo
nuevo trato. Sí podemos hablar de un presidente socialista, que va más allá
del mismo Keynes, que hoy sería un liberal clásico, aunque abominaría del
neoliberalismo económico. Desde la Casa Blanca se promueve la afiliación a los
sindicatos de clase, se lanza una oleada de enormes inversiones de obras
públicas, se establece un seguro de paro universal y, en otro orden, se lanzan
campañas antifascistas, como las de defensa de la república española. No fue un
camino de rosas: en 1933, cuando Roosevelt lleva cuatro meses en la
presidencia, un grupo de empresarios alentó y financió un golpe de estado
contra un hombre al que consideraban poco menos que comunista. Su plan era
instaurar un régimen fascista. Saben que el ejército en pleno, con particular
lealtad personal la marina, apoyaría al presidente y defendería la
constitución, pero confiaban en forzar a Roosevelt a ceder el poder de facto a un militar de prestigio. Se
inspiraban, entre otros precedentes, en la España de 1923. Pero, evidentemente,
Roosevelt no era Alfonso XIII. Ni tampoco Smedley Butler, el general de marines
retirado al que pusieron al frente, era Primo de Rivera. Butler, que creyó que
aquello era una operación meramente de
ajuste, cuando se dio cuenta de que era una conspiración fascista, se
presentó ante el Congreso y lo denunció.
M.A.: David Rivas,
verso libre que, aunque arriesga a veces con sus hipótesis, es riguroso. Tiene
usted, profesor, que venir al estudio, aparecer en carne mortal. Además sé que
nos suele escuchar.
D.M.R.: Sí es verdad
que escucho el programa, a lo mejor no entero, pero casi todos los días. Por
ejemplo, Monchi Álvarez, yo también identifico Tenerife y el verano cola
canción Tenerife tiene seguro de sol…
M.A.: Seguro de sol…
D.M.R.: Seguro de
sol… Yo era un crío de aquella pero lo recuerdo perfectamente. El grupo se
llamaba Los Mismos.
M.A.: Un abrazo,
profesor.
V.G.: Un abrazo,
maestro.
D.M.R. Un abrazo a
los dos y un saludo a los oyentes.